En 2012, después de muchos años sin publicar en Image, Grant Morrison se sumó a los festejos de los 20 años de la editorial con una miniserie de apenas cuatro episodios, que le alcanzó y sobró para generar no sólo un nuevo éxito en su larga cosecha personal, sino incluso una serie de TV (que por supuesto no vi).
Y me hizo reir muchísimo, el muy hijo de puta. La consigna de Happy! parece ser un “quiero retruco” de Morrison para Garth Ennis o Mark Millar. “¿A ustedes los aplauden cada vez que se mandan un comic jodido, sórdido, lleno de puteadas y atrocidades al límite de lo publicable? Bueno, voy a hacer yo un comic en esa línea, a ver cómo me va”. El resultado es increíble. Tiene poco en común con las otras obras de Morrison, es cierto. Pero se trata de una historia llena de virtudes, con ideas originales, un clima hipnótico y atrapante, muchos chistes y groserías muy graciosas y la extensión exacta, como para no tener que estirar ni comprimir la trama.
Happy! es un thriller truculento, desolador, sumergido en una mala leche tremenda. El protagonista es Nick Sax, un ex-policía al que le cagaron la carrera y la vida y se convirtió en un hijo de puta drogadicto, borracho y cínico que para la olla trabajando como asesino a sueldo. Sax recibe el encargo de matar a tres hermanos y, por error, mata a cuatro. Eso que parece una nimiedad desencadena una serie de kilombos mayúsculos y hace que tanto los mafiosos más heavies como los policías más corruptos se lancen a la caza de este personaje violento e inescrupuloso como pocos. Y ahí llega Happy, una especie de burrito/unicornio azul, con alas y cara de dibujito animado. ¿Qué hace ese personaje bonito, ingenuo y lleno de esperanza en el mundo recontra-sórdido de Nick Sax? Eso es lo que va a explorar Morrison a lo largo de estas 96 intensas páginas.
Del contrapunto entre Nick y Happy van a salir las mejores escenas de la obra, y además el animalito va a lograr que el asesino, además de escapar de sus perseguidores, se involucre en el escabroso misterio de un pervertido disfrazado de Papá Noel que tiene secuestrados a una docena de nenes y nenas para abusar de ellos y después matarlos en plena Nochebuena. Por supuesto, el protagonista zafa de peligros medio extremos y si sus enemigos tuvieran un mínimo de puntería, habría sido boleta antes de la página 25. Pero bueno, son convenciones del género. Lo bueno es que, en medio de un vendaval de tiros, piñas y fierrazos a la cabeza, Morrison hace crecer la tensión página a página y logra resolver todos los conflictos con maestría en un final absolutamente satisfactorio y bastante impredecible.
Para dibujar este festival de la corrupción, la depravación y la mugre, el escocés convocó nada menos que a Darick Robertson, con quien no había trabajado nunca. Y se sacó la lotería, el PRODE y el Quini 6. Robertson nunca dibujó mejor que en esta historieta. Acá deja, literalmente, la vida en cada viñeta. Por momentos, Robertson se vuelve tan realista, mete tantos detalles que parece Brian Bolland o un Phil Jimenez muy inspirado. Visto de lejos, parece Dave Gibbons entintado en un estilo oscuro. Como siempre, el dibujante de Transmetropolitan y The Boys saca a relucir su chapa cuando puede coquetear con el grotesco y acá las oportunidades sobran. También se luce en los paisajes urbanos realistas, en las escenas de machaca y en otra especialidad suya, que es el gore. Un trabajo realmente magnífico de Robertson, que cambia de colorista a mitad de camino sin resentirse en lo más mínimo.
A la hora de buscarle un hogar a Happy! (que obviamente no tendría cabida ni siquiera en Vertigo), Morrison acertó al elegir a Image, el sello hoy más identificado con la historieta de fuerte impronta autoral, el que más cabida le da a los grandes autores que se proponen crear conceptos que no encajan en el mainstream, o a los que sueñan con ver a sus comics convertidos en películas o series sin que los millones se los lleven Disney o Warner. Y ya que estaba, el escocés nos regaló una gema al límite de lo impublicable, dibujada como la San Puta, con la que demostró ser torazo en rodeo ajeno, porque –repito- esto parece mucho más un comic de Ennis o de Millar que uno de Grant Morrison. Y si no te gusta, me chupa la happy.
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