Zona de polémicas

Como siempre, a contramano del universo, me pregunto ¿para qué sirven los concursos de historietistas inéditos?

Concursos, ¿para qué?

21/03/2017

| Por Andrés Accorsi

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concursoCada tanto nos enteramos que alguna institución, o algún evento, o alguna mini-empresa de las que editan historieta en Argentina organizan un concurso para historietistas inéditos. Casi siempre son concursos serios, con premios atractivos y jurados prestigiosos y a veces hasta premian a historietas que están buenas. La pregunta que me hago yo (como siempre, a contramano del universo) es ¿para qué sirven los concursos?

Y antes de irme por las ramas, me la respondo: los concursos sirven para que los mercados en expansión recluten más rápidamente a nuevos talentos y los pongan a producir. Son, básicamente, un atajo. Para que un autor desconocido se convierta en figura, en general pasan varios años. El pibe (o piba) estudia, dibuja en su casa mientras trabaja de otra cosa, eventualmente su profesor lo toma como asistente, o lo recomienda a otro colega que lo toma como asistente, ahí el novato se termina de foguear, empieza a asumir cada vez más responsabilidades, y finalmente le llega la oportunidad de empezar a ofrecerle a los editores su propio material. Esto funcionó así durante muchos años en Argentina, y todavía funciona así en Japón, EEUU, Francia, Italia e Inglaterra. Es un proceso lógico, que rara vez falla (porque los autores sin talento no llegan nunca a la última etapa), y que requiere básicamente tiempo.

50729962Cuando un mercado vive una rápida expansión, a veces el tiempo no sobra. Hay que llenar muchas páginas todos los meses, y con los artistas consagrados (que ganan mucha plata y necesitan tiempo para gastarla) no alcanza. Por eso los editores recurren a los concursos, para buscar pibes ya capacitados que por algún motivo nunca hayan entrado a ese circuito que describíamos antes. A los mejores de esos “animalitos salvajes”, que crecieron artísticamente por afuera del sistema, los concursos les dan la posibilidad de tomar un atajo, de sumarse de inmediato a la masa de autores que publican en forma profesional, sin pasar por todo el proceso de aprendizaje “formal”.

Este truco funcionó bien muchas veces. Podría estar hasta Octubre enumerando autores que llegaron a ser estrellas del comic, cuyo “secret origin” se remonta a un concurso en el que participaron y les fue bien. Si tenés unos años, seguro te acordás de aquellos “Especial Concurso” de Creepy o Zona 84, repletos de historias cortas de pibes que en los ´80 venían bien encaminados y hoy son bestias sagradas. O de aquel mítico concurso que organizó Fierro y que permitió que salieran a la luz Pablo De Santis y Max Cachimba… hay un montón de ejemplos, no me quiero extender en eso. Lo importante es que son ejemplos de hace (por lo menos) 30 años, cuando el mercado de las revistas de antología para adultos eran una industria grossa, que se expandía, que movía guita en serio.

Pablo de Santis y Max Cachimba ganaron el mítico "Fierro busca dos manos", en 1985.

Pablo de Santis y Max Cachimba ganaron el
mítico «Fierro busca dos manos», en 1985.

La gran diferencia con lo que pasa hoy en Argentina (y otros países de Latinoamérica) es que los editores tenían publicaciones en las que insertar a los pibes que surgían de los concursos, y plata para pagarles. En el mercado argento del 2017, que se está contrayendo, hacer aparecer a nuevos autores no sirve de casi nada, porque no se los puede profesionalizar. Se los puede publicar UNA vez, a modo de premio, en un libro o revista antológica, o incluso editarle UNA novela gráfica. Y hasta se les puede pagar por esa publicación. ¿Y después? ¿Cómo se inserta ese nuevo talento en un medio que deja afuera a autores con muchísimos años de trayectoria a sus espaldas?

Lo que generan hoy los concursos es, básicamente, una ilusión. Dos, tres, cuatro chicos y chicas reciben un aplauso del público presente, una palmadita en la espalda de los honorables miembros del jurado, en una de esas unos pesitos, y ya está. Se vuelven a sus casas pensando “qué grosso que soy, saqué el segundo premio en un concurso donde se presentaron 100 ó 150 trabajos”, y siguen laburando de cadetes, de cajeras de supermercado o –Dios nos libre- de policías. La gran masa de lectores rara vez se entera de que existen, su siguiente trabajo tiene altas chances de no publicarse jamás y eso que alguna vez fue el trampolín a una carrera profesional exitosa, hoy es apenas una anécdota. Una actividad más en el marco de un festejo del Día de la Historieta, de una feria, de ámbitos en los que rara vez se involucran los editores, porque los editores hoy no necesitan hacer aparecer a nuevos autores de abajo de las piedras. Saben perfectamente que con los que hay (y ya son conocidos por el público), alcanza y sobra. Y en el peor de los casos, compran los derechos para editar obras de autores extranjeros, como esos clubes que en vez de promocionar a los pibes de las inferiores traen jugadores uruguayos, colombianos o paraguayos.

Pablo Dell´Occa ganó un prestigioso concurso en 2015 y falleció en 2016. ¿Lo conocías?

Pablo Dell´Oca ganó un prestigioso concurso
en 2015 y falleció en 2016. ¿Lo conocías?

O sea que, si te enterás de algún concurso de historieta y decidís participar, hacelo por el desafío, por la gloria de decir “un día jugué un partido en la primera de Racing”. No vayas creyendo que si ganás vas a vivir de la historieta toda tu vida, ni que de un día para el otro te vas a poder considerar colega de Enrique Breccia, José Muñoz, Quique Alcatena o Liniers. Hoy, la distancia entre ganar un concurso de historieta y convertirte en profesional del medio es un abismo cuasi-infinito. Si sentís que sos realmente bueno, tiene más sentido romperse el culo para pegar laburo en editoriales de Europa o EEUU (incluso si acá no te conoce ni tu vieja), donde no te dan la palmadita en la espalda pero sí la oportunidad de salir a la cancha todos los fines de semana.

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