Zona de polémicas

Luces y sombras de este período de transición, de los eventos comiqueros a los eventos que incluyen al comic en su mezcla bizarra de propuestas.

Otra vez los eventos

21/12/2016

| Por Andrés Accorsi

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Chau convenciones. Se impuso el modelo "mega-feria".

Chau convenciones. Se impuso el modelo «mega-feria».

Seguro que vos lo viste con tus propios ojos y no hace falta que te lo cuente yo: el mundo se llenó de eventos que tienen en su nombre la palabra “Comic”. Pero una vez adentro, enseguida notás que no son eventos ni de comic, ni sobre comic, sino eventos de ocio y/o entretenimiento para toda la familia, un lugar donde ir a pasar el día, comerte una hamburguesa, ver a cosplayers, doblajistas mexicanos, youtubers, actores de Hollywood de la B Metropolitana, enterarte de las novedades cinematográficas de superhéroes o videojuegos, comprarte una katana o una remera de Harley Quinn.

Este modelo (la mega-feria) reemplazó gradualmente al modelo anterior (la convención), que tenía –para mi gusto- un mejor equilibrio entre las facetas comercial, cultural y de entretenimiento. Ahora lo cultural quedó atrás, lo comercial MUY adelante y el entretenimiento está siempre ahí, aunque cobró formas distintas, mucho más vinculadas con la participación del público, es decir, provisto en gran parte por el propio cliente, por el que paga la entrada para estar ahí.

¿Por qué nadie se anima a ponerle a su evento "Cosplay Con"?

¿Por qué nadie se anima a ponerle a su evento «Cosplay Con»?

La buena noticia: la mentira no se sostiene para siempre. Tarde o temprano, a medida que los expositores que venden comics dejan de comprar stands en este tipo de eventos (porque los fans del comic dejan de asistir ahuyentados por circo del consumo acrítico de merchandising y afines), el uso de la palabra “comic” en los nombres de los eventos deja de tener sentido. Así como los fans yankis hostigan a la otrora mítica San Diego Comic Con con el apodo burlón “San Diego Trailer Con”, me cuenta un amigo que algo similar sucede en España con la ExpoCómic de Madrid. Me acuerdo que yo asistí a la primera edición de ese evento, allá por 1999, y la pasé muy bien (y compré muchos comics). De a poco, Expocómic mutó hacia ese engendro que describíamos más arriba, a tal punto que la organización ya comunicó que el año que viene cambia el nombre por Héroes Con, o algo así.

Como soy re-comiquero, compro posters...

Como soy re-comiquero, compro posters y llaveritos…

Sacarle la palabra “comic” al nombre de este tipo de eventos no es imposible. Es viable, es deseable (para que los comiqueros no vayan engañados) y hasta te diría que es inevitable. Dudo mucho que la San Diego Comic Con le saque la palabra “comic” a este evento, simplemente porque lo vienen usando hace más de 45 años. Pero el resto, ¿por qué no? ¿Por qué no “sincerar” (por usar un término asquerosamente macrista) y empezar a usar en los nombres las palabras Pop, Cosplay, Joven, Media…? Hasta “Monster Con” es más digno que meter con forceps la palabra “comic” en un evento donde el comic es casi un convidado de piedra, que languidece al fondo, en un rinconcito mal iluminado.

La mala noticia: evidentemente, algo estamos haciendo mal los que laburamos en esto de difundir la historieta. ¿Por qué? Precisamente porque en este tipo de eventos, donde antes el comic jugaba de local, ahora juega de visitante. Ahora es un complemento más, como los puestos de gastronomía, o los stands de los escultores. Ya no es más el protagonista, el que convoca. Sigue estando y –como estos eventos están de moda y llevan muchísima gente- ahí adentro se sigue vendiendo bastante bien, simplemente porque está ahí. El maestro David Rubín lo definía con precisión: antes, los eventos de comic contenían también otras cosas. Ahora son eventos de otras cosas que también contienen comics.

En Salta, el furor fue una youtuber chilena que canta y baja línea espiritual.

En Salta, el furor fue una youtuber
chilena que canta y baja línea espiritual.

Entonces, ¿qué pasó? Si hoy se supone que los personajes surgidos del comic gozan de una popularidad y una masividad nunca antes vista, si finalmente se cayeron las paredes que mantenían al ghetto comiquero aislado del mundo real… ¿en qué nos equivocamos para que toda esa gente prefiera comprar una remera del Joker o de Goku antes que un comic de Batman o un manga de Dragon Ball? ¿Por qué es atractivo un set para sacarse fotos con réplicas de los decorados de la peli de Valérian, pero nadie en su sano juicio lleva libros de Valérian para vender, porque sabe que se los mete en el orto? ¿Por qué stand por medio hay mochilas, gorras, posters y tazas de Suicide Squad, pero si pedís un comic de la época de John Ostrander se te cagan de risa? ¿Por qué la gente que se acerca atraída por los personajes de comics prefiere los muñecos a los comics?

Es fácil echarle la culpa a los organizadores de los eventos, e incluso a los mercachifles que llenan los stands con su infinito merchandising, casi siempre sin licencias oficiales. Pero me parece que el análisis tiene que ser más profundo. Algo mal habremos hecho para que toda esta parafernalia que rodea al comic llame más la atención y mueva más guita que el propio comic, que es donde se generan las ideas y los personajes. ¿Por qué resulta más interesante ver estas ideas en películas, series o… tazas?

Y un día Hollywood se quedó con todo...

Y un día Hollywood se quedó con todo…

Quizás haya que darle la razón a los que dicen que Hollywood nos colonizó el cerebro, que nos convirtió en junkies, adictos a teasers, trailers, afiches y anuncios de series y películas, en boludos útiles que gastamos el tiempo que antes le dedicábamos al comic en discutir sobre cine y series en las redes sociales (obviamente haciéndole publicidad gratuita a todas estas superproducciones). ¿Será posible? ¿Habrá forma de revertir esta tendencia? ¿Se la podrán bancar los espacios (virtuales y físicos) que hoy son trincheras desde las que el comic resiste el embate del marketing más avasallador del que se tenga memoria? Me parece que todo depende de que abramos rápido los ojos y pensemos en qué actitud tomar frente a toda esta movida… antes de que nos arrastre al abismo de la marginalidad y la intrascendencia del que tanto nos costó salir.

 

 

 

 

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