A los 14 años decidí que mi objetivo era convertirme en historietista y dibujar superhéroes. Así de temprana y así de específica, esa fue siempre mi meta. También a los 14 años me publicaron mi primer trabajo pago: una historia corta de terror en la revista Histórias Reais de Drácula de la antigua Editorial Block. O sea que nunca tuve otra profesión, nunca trabajé de otra cosa. De aquella editorial pasé a una agencia de publicidad donde hacía paste-up, que es algo que creo que hoy no existe más. En aquel entonces se hacían a mano todo, hasta el diseño de los avisos para los diarios. Se escribía palabra por palabra con tipografías que se recortaban y pegaban, todo a mano. Y ahí estuve un año, o un año y medio. A los 16, logré entrar al estudio de Maurício de Sousa, donde estuve tres años y creo que fue ahí donde me empecé a sentir un profesional, porque hasta entonces era un pendejo que hacía todo por la diversión, encaraba todo desde el placer, no como si fuera una profesión. Pero cuando entré al estudio de Mauricio vi que había gente que realmente vivía de la historieta, que era una verdadera profesión. Lo que para mí era un hobby se podía convertir en algo serio. Ahí tuve contacto con muchos otros profesionales, éramos más de 70 personas trabajando. En ese entonces, esa fue mi gran escuela.
Tres años después, pegué mi primer trabajo para el mercado de EEUU. Primero fue una muestra y después un número de la serie de Ghost, en Dark Horse. Desde entonces nunca me faltó trabajo y pasé por todas las editoriales grandes y medianas del mercado y dibujé a casi todos los personajes que me gustan. Me falta el favorito de mi infancia, que era Conan, espero poder dibujarlo algún día. Pero primero quiero agotar el enorme universo de posibilidades que me ofrece DC. Después veremos. No descarto en algún momento volver a Marvel, donde también trabajé bastante, pero me quedan pendientes proyectos con dos personajes que me encantan que son Thor y Hulk.
Llevo muchos años fuera del mercado de Brasil, a tal punto que desconozco bastante la realidad actual del mismo. En principio, pareciera mucho más fácil publicar que vivir del trabajo de historietista. La verdad es que me interesa mucho más sobrevivir dibujando historietas que publicar en tal o cual país. Tampoco me obsesiona generar obras propias, tener un trabajo 100% autoral. Siempre tuve buena suerte con los guionistas que me tocaron y nunca me encapriché con trabajar con algún guionista en particular. Dejo que aparezcan las oportunidades y trato de aprovechar todas las que me estimulan, en la medida de los posible.
Muchas veces se me acercan guionistas brasileños y me consultan cómo pueden hacer para insertarse en el mercado de EEUU, como lo hacen a diario los dibujantes. Lo veo muy difícil, no sé si imposible. Yo soy dibujante y sé lo difícil que es conquistar un espacio en otros mercados. Teniendo en cuenta que el dibujo es universal y la escritura depende de la cultura y las costumbres específicas de cada región, me parece que los guionistas la tienen más complicada todavía.
Dibujar una página de historietas requiere como mínimo entre 6 y 7 horas, si la sacás rápido. Algunas me toman dos días. Es un trabajo complejísimo, de los más complejos del medio artístico. Es casi equivalente a dirigir una obra de teatro. Para crear una página hay que saber obre moda, decoración, iluminación… Son años de romperse el lomo hasta alcanzar ese nivel que hace que una empresa te considere imprescindible. Cuando uno se destaca, cambia todo. Es la noche y el día. De pronto no tenés que buscar trabajo, el trabajo te busca a vos. Pero para alcanzar ese nivel de reconocimiento se tardan décadas. Hoy tenemos una generación de jóvenes que quieren el reconocimiento inmediato, el glamour. Es lo que llamamos la generación de los príncipes y las princesas, la generación de internet, que vive de la ilusión, no del trabajo. Cuando el reconocimiento tarda en llegar, se frustran y no logran mantenerse en el mercado.
Todo llega, hay que esperar el momento adecuado. Si te dan a los personajes grandes y vos entregás un trabajo mediocre, te cortan la cabeza. Por eso alguna vez hasta decliné dibujar a esos personajes. Hay que tener paciencia para dar el salto cuando uno puede darlo, no antes.
Con 20 años de carrera a mis espaldas, puedo decir que cumplí el sueño de ser historietista. Hoy mi meta es seguir viviendo de esta profesión, seguir dibujando historietas. La misma meta que cuando empecé, el mismo sueño.
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