Doble Desafío

Cierta vez, hablando con un amigo acerca de Star Trek y de cómo sería siempre una "serie menor" para el gran público a pesar de su enorme calidad, expresé mi profunda desazón acerca de este detalle, y el cómo me mortificaba que tan poca gente (a mi entender) supiese que existía un producto como ese y se lo perdiera.

Lo mejor

11/09/2012

| Por Bruno Magistris

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Cierta vez, hablando con un amigo acerca de Star Trek y de cómo
sería siempre una «serie menor» para el gran público a pesar de
su enorme calidad, expresé mi profunda desazón acerca de este
detalle, y el cómo me mortificaba que tan poca gente (a mi entender)
supiese que existía un producto como ese y se lo perdiera. Mi amigo,
seguramente mucho más inteligente que yo, me dijo:

-Mejor.

Recuerdo que lo miré en ese momento tratando de entender
exactamente qué quería decir, pero de súbito alguien nos interrumpió
y la charla derivó hacia otros menesteres. Nunca pude retomar
la idea como para profundizar en ella, incluso aplicándola a otros
productos como los comics en general, pero siempre sobrevoló en
mi cabeza ese «mejor» espetado tan certera y sabiamente. Con el
tiempo, evalué tres teorías acerca de lo que aquello quiso decir:

1) Ese «mejor» denotaba indiferencia: si alguien es tan cerrado y
prejuicioso para no abrirse a determinada obra de arte con el
preconcepto de que, por más recomendación que la preceda, no
alcanzará jamás cierto estándar de calidad que abarque y llene
sus expectativas, pues entonces allá él y que permanezca en su
limitado círculo cultural para jamás abandonarlo. No querremos
trato con esta persona y lo que diga o no acerca de nuestros
gustos no tendrá la menor importancia.

2) Ese «mejor» denotaba xenofobia: lo que nos gusta a nosotros,
es de nosotros y de nadie más. No queremos a las masas
ardiendo en llamas por aquello que seguramente fue pensado y
elaborado para nadie más que nosotros. Lo nuestro es nuestro.
Ustedes continúen con su teatro de revistas, con sus programas
de chimentos y con la pelea de la semana. No vengan a joder,
no intenten entender ni preguntarnos por qué Spider-Man
camina por las paredes porque no nos interesa enseñarles.
Cerramos la puerta, adiós.

3) Ese «mejor» denotaba iluminismo: las obras de arte que
nosotros disfrutamos, en nuestro caso historietas, contienen un
nivel cultural, artístico e intelectual tan enorme, tan abarcativo,
tan maravillosamente poderoso y trascendente, que nos
sentimos casi como parte de una secta secreta, como miembros
de un grupo de iluminados que silenciosamente se fundirá con
dicho arte y lo transformará en aquella perla extraída de las
profundidades del mar de la indiferencia y el prejuicio. No nos
importará el «qué dirán», o la constante infravaloración general,
o la inacabable burla generalizada. Sabemos quiénes somos,
qué consumimos, y lo que todo el fucking mundo se pierde.
Pero no habrá intentos de convencer a nadie, ni de «hablar en
pro de». Nuestro pensamiento será: «Shh, dejá que digan lo
que quieran… pasame Asterios Polyp por favor».

Con el tiempo, me di cuenta de que en realidad las tres teorías son
quizá una sola. O que, también, ninguna de ellas juega en pro de la
Historieta en general. Entonces, ¿qué hacer ante la indiferencia, el
preconcepto, la infravaloración constante y total? ¿Qué teoría aplicar?
¿Qué podemos hacer frente a alguien que, en una reunión familiar
por ejemplo, socarronamente nos bardea burlándose de las cosas
que leemos? No quedará más que intentar explicarle, tratar de abrirle
los horizontes y mostrarle de a poco, con cautela y no exigiéndole
mucho de golpe, alguna de las grandes obras que tanto nos
apasionan. Recuerdo el caso de mi hermano, por ejemplo. De él
adquirí el gusto por los escritores clásicos (y vaya uno a saber de
quién heredé el gusto por las historietas) y el sólo hecho de pedirle
que leyera tal o cual comic no hacía más que sacarle una
sonrisa. «Con todo lo que tengo que leer en mi vida, no puedo perder
tiempo en una historieta». Los años fueron pasando, y siempre lo
instaba, al menos, a leer algunas páginas, pero nunca lo conseguía.

Cierta noche en que nos reunimos a comer con nuestras respectivas
mujeres, y que por lo general decorábamos con alguna película de
autor, se me dio por poner «V for Vendetta». Ups, se me escapó el
dvd en el reproductor; uia, le di play. Y bueno, ya fue. La proyección
comenzó, y al rato lo vi tan enganchado como con cualquier film de
un director importante. A nivel personal, no creo que la película sea
un hito en la historia del cine, ni mucho menos. Pero la historia es
tan poderosa, tan inteligente, que logra traspasar ese cúmulo de
clichés que forman una adaptación convencional, y casi sin creerlo en
un momento le escuché decir: «esto es excelente». Lo miré sonriendo
y, cuando terminó, le pasé el libro y le rogué que le diera una
oportunidad. Con el paso de los días, me lo devolvió y no pudo más
que decir que era alucinante.

En fin, a mi me costó mucho lograr que mi hermano, un lector de
literatura, leyese un comic. ¿Es poco en tantos años? No sé, pero a
fin de cuentas, es lo mejor que pude hacer.

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