Doble Desafío

Sea por el exilio de las ideas de sus guionistas, sea por el hallazgo de un rico mercado para sus productores, la sobreabundancia de películas basadas en personajes originados en el fértil universo de la historieta es un hecho evidente expresado en cada vez más anuncios de rodajes, más filmaciones y más estrenos en salas.

Traspolame ésta

26/12/2012

| Por Leandro Rojas Soto

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Sea por el exilio de las ideas de sus guionistas, sea por el hallazgo
de un rico mercado para sus productores, la sobreabundancia de
películas basadas en personajes originados en el fértil universo
de la historieta es un hecho evidente expresado en cada vez más
anuncios de rodajes, más filmaciones y más estrenos en salas. Ante
cada nueva adaptación, el comiquero de cepa se satisface pero no
sin un dejo de angustia antes de ver el resultado final. Su mirada
crítica tiene el fin de observar qué carajo hicieron con ése personaje,
qué herejía cometieron contra ésa historia que sólo él cree conocer
verdaderamente. No es tan sólo ir a ver una película cualquiera.
Por desgracia, casi siempre experimenta la decepción: la versión
con actores de carne y hueso que vio, no le llega a la suela, apesta
en relación con la de viñetas que leyó. Las más de las veces, hay
que reconocerlo, tiene la justa razón. Sin embargo otras, hay que
asumirlo, caemos (levanto la mano y me incluyo) en el error de hacer
competir uno y otro medio a fuerza de obstinación, tal como si ambos
pudieran coencajar y reemplazarse. Y en esta caprichosa competencia
el comic es quien tiene todas las ventajas de ganar por goleada con
baile y firulete incluídos, principalmente para nosotros.

Por supuesto, se trata de lenguajes que poseen algunos puntos
de contacto, como por ejemplo, la predominancia icónica de las
imágenes. Pero también hay que empezar a ser concientes de las
particularidades, de las herramientas narrativas que distinguen a
uno y a otro dispositivo; y que producen, por ende, experiencias
de consumo diferentes, cuyos productos finales no pueden ser
considerados a partir de la permutación.

El valor de una obra «traspolada», entonces, no pasa tanto por su
adaptación como por su creación. Quiero decir: uno de estos tipos
de film, de género si se quiere, no es malo porque su original de
papel haya sido mejor. La película tendrá que ser juzgada como tal,
independientemente de que su semilla primigenia haya sido fruto de
una obra maestra de la historieta. Ha de ser liberada de la fe ciega de
creer -quizás con cierto romanticismo- que jamás podrá ser superada
por ninguna adaptación al celuloide. Así, si no cubre las expectativas,
estemos advertidos, será por cuestiones intrínsecas a lo que se hizo
en el propio medio, y sólo a partir de ésa creación fallida. Impericia
del director, pésima actuación de los actores, horrenda historia de
los guionistas, ratoneada de billetes por parte de los productores,
son algunos de los grasos errores que solemos comernos ante cada
«traducción».

Pero quizás el más grave sea eso que llamamos fidelidad; que no
es otra cosa que un mínimo de respeto por la obra original. Pero si
asumimos que se trata de dos medios distintos, ¿para qué calentarse

por algo de esto? Ahí sí creo difícil distinguir la línea que divide entre
el imposible purismo y la obstinada exageración. Problemático sería
pensar únicamente a partir de un parámetro acotado, anulando la
incidencia de propiedades particulares de otras fuentes de consumo.
La historieta tiene sus reglas, el cine también.

Para cerrar, todo esto no invalida que el viñetófilo sienta la mayor
de las satisfacciones sin necesidad de traspolar nada. La narrativa
dibujada es su terreno, y su goce es absolutamente legítimo. Por algo
es comiquero.

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