Cuando uno es chico es raro que compre las historietas en orden. Uno va al puesto de diarios, revisa las tapas elige la más brillante o la que tiene a su personaje favorito y se la lleva. No dice “Uh este es el número 42, necesito el 41 antes y el tie-in que venía en…” Porque te chupa un huevo eso, uno quiere leer a Batman y ahí está Batman. Y además porque, no matter what, va a pasar más o menos lo que esperás que pase. Es parte de la magia.
Cuando yo era chica, me pasaba que tenía 5 números de Linterna Verde y Flushman, pero, tenía el 1, el 5, el 10 y otros. Y realmente me molestaba muchísimo no saber qué pasaba, así que le dije a mi mamá, que no tenía sentido nada y me dijo “ponelo vos”: y así empecé a escribir historietas. Así nomás.
Con los años todo se encaminó de forma que yo no tuviera muchas más opciones que dedicarme a escribir, pero, cuando crecí dejé de escribir los plots de los números que no tenía de Flash. Me dediqué a otra cosa, más allá de que nunca dejé las historietas.
La mayoría de los escritores te dirá que hubo un momento de su vida donde sabían que querían hacer una «carrera» de la escritura. Por lo general, un evento los lleva a esa decisión. Puede ser que hayan recibido el aliento de sus padres o de un profesor sobre su escritura y que eso les diera la confianza para iniciar el viaje. Otros podrían no haber recibido ningún estímulo exterior y simplemente fueron atraídos a escribir en un sentido catártico. Dondequiera que comienza ese viaje por escrito, tiene una tendencia a abrir las puertas no sólo a un largo camino de desarrollo. También, por su propia naturaleza, puede llenar a un individuo con el autodesprecio y la duda.
La decisión de escribir para ganarse la vida te puede llevar en varias direcciones. Si estudiaste periodismo en la universidad, tenés más o menos decidido el curso que la escritura va a tomar y qué tipo de carrera le dará forma. Sin embargo, si sos un novelista, un poeta o un escritor de cuentos, o incluso un guionista, que te decidiste por el arte (ME GUSSSTA EL ARTE), te compadezco y te banco. El escritor solitario, el que se sienta durante horas hasta que sus hombros duelen, es el que arriesga más… ¿por qué se arriesga? Porque le encanta. Conseguimos la autosatisfacción y un sentido de realización en el proceso. Sin embargo, esta satisfaccion viene en pequeñas dosis, cuando escribimos una línea con un gran impacto o desarrollamos a un personaje increíble. Estas pequeñas explosiones de felicidad son la única recompensa hasta que publicamos. Mientras tanto, hay que sentarse en silencio y frente al teclado mientras surgen los sentimientos de duda acerca de lo que estamos haciendo y si es lo suficientemente bueno. Es una batalla constante.
Ahora, escribir historietas… es suicida. Uno puede esperar vivir de escribir, incluso en Argentina, siendo novelista. Sigue siendo difícil, pero se puede. Porque la industria editorial está. El público es enorme y come como tu tía el vitel toné. Ahora… Yo quiero escribir Superman, ¿me tengo que cortar las pelotas? ¿A quién tengo que matar?
Y me van a decir “hay muchos historietistas argentinos que la rompen afuera”. ¡Sí! Muchos dibujantes la rompen afuera. Y hay un grupo selecto de guionistas a los que les va muy bien, siendo autores. El guionista argentino tiene este aura cuasi intelectual de “escribo cosas serias”, y es maravilloso. Lo amo, amo escribir cosas serias. Y también tengo como seis historias de Superman encajonadas, que estoy segura que son mejores que lo que están publicando ahora.
Estamos en una especie de renacimiento de la historieta, estamos en la era del guionista y es hermoso. Y me encanta tener la libertad de poder estar escribiendo la novela gráfica que estoy escribiendo sobre la historia de la lucha de los homosexuales y también el soft porno de los cuentos de hadas que estoy haciendo por otro lado. Pero si hay algo que siempre me hace ruido es que probablemente jamás pueda escribir sobre los personajes a los que tanto amo y que me dieron tanto y que hicieron que interesara por sentarme a escribir guiones.
Avanzamos mucho y sin embargo, hay tanto tanto dando vueltas que la calidad se pierde entre el mar de caca y la industria tiene que volverse una hermandad hermética, porque abrir las puertas es un riesgo y los intereses en juego son altos. Podrían darse la chance, podrían. Pero, no va a suceder.
Y la peor parte ni siquiera es esa. Porque, bueno, puedo vivir sin que publiquen mi miniserie sobre Catwoman; pero a pesar de lo mucho que avanzamos, habiendo estudiado Guión en la universidad y estudiando aún hoy, probablemente nunca llegue a vivir de esto. Quizás tenga que tener siempre un laburo “normal”, como una identidad secreta, y tenga que partirme el lomo sin dormir para poder escribir. Porque elijo esto cualquier día, pase lo que pase. La industria me dice que no debería perder el tiempo escribiendo algo que no va a ser publicado o que no tenga el potencial de hacer dinero. Mi maestro Obi-Wan Agrimbau nos contó en clase que Eden Hotel (que fue publicado en Casterman) jamás va a tener un Vol.2 porque haber vendido 4000 copias es un fracaso editorial. Hubo otras cosas en el medio, pero me va a dejar exagerar para marcar el punto.
Decidirse a ser guionista (así como cualquier otra carrera relacionada al ARRTE) implica decidir lo siguiente: ¿Estás dispuesto a escribir incontables historietas al año que se logren publicar para poder pagar el alquiler? ¿O estás dispuesto a seguir trabajando en una oficina de 9 a 18 durante el día para poder hacer unas 10 páginas por noche?
Yo creo que no tengo opción más que seguir trabajando en una oficina de 9 a 18, pero depende de vos. Lo que sí es importante es que jamás dejes de escribir, no importa si es una mierda. El mundo necesita nuevas historias. No las dejes morir.
56 comentarios