Dimensión Unitaria

Nos internamos en uno de los mejores episodios de Precinto 56, una serie muy importante y trascendental en la revista Skorpio de los años ´70.

Precinto 56

10/05/2022

| Por Lucas Ferrero

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279163063_1132120970972191_7686323363308069513_nBienvenidos una vez más a esta sección, dedicada al maravilloso mundo de las historias cortas, desde anuales y especiales bizarros hasta clásicos y gemas de culto. Bienvenidos al verdadero Triángulo de las Bermudas de la historieta, donde conviven Katsuhiro Otomo, Gi Joe, Tim Vigil y el inspector Canardo.

El vuelo de la gaviota

¿Qué pasa cuando el teniente Zero Galván vive el infierno en carne propia y, a la vez, es testigo de una clásica conspiración de los ’70?

Un paseo por el infierno

El escritor Eugenio Juan Zappietro, más conocido por su nombre artístico Ray Collins, y el dibujante Ángel Alberto Fernández (Lito, para los amigos) son los dos autores más importantes de Precinto 56. El título tuvo varios dibujantes como José Muñoz, Gustavo Trigo, Cacho Mandrafina, Alfredo Flores y Andrés Páez, pero esa es otra historia. Collins y Fernández (asistido muchas veces por el gran Aníbal Rodríguez Uzal) son los protagonistas y los que lograron que Precinto 56 fuera una serie muy importante y trascendental en la revista Skorpio.

279714420_1380662742443757_5503994348685452841_nPrecinto 56 tiene dos tipos de historias: las que son sobre Zero Galván y las otras, en las que él es un simple personaje secundario, testigo de aventuras y miserias de amigos y villanos. Este relato es una especie de fusión de lo mejor de ambos mundos: un híbrido perfecto que no solo muestra al Galván más vulnerable, sino que este incluso asiste a una de las peores tragedias.

Este relato se publicó en el nº 32 de la revista Skorpio en el año 1977. La historia trata de dos asesinos contratados para matar a un senador que cree que su hijo fue secuestrado. Además, en paralelo, Galván se encuentra a un chico en la calle; un relato breve y muy duro que termina con Galván viendo cómo, por error, los asesinos matan al niño y detrás de todo, se revela una conspiración por parte de la esposa del congresista para quedarse con el dinero y los bienes.

La voz de la tristeza

En Precinto 56, Collins es una especie de Kazuo Koike de la tristeza: un guionista que no tiene problema en matar a nadie y da identidad a sicarios, niños, políticos, policías corruptos, periodistas y mucho más. Es muy difícil que haya final feliz en una historia de Precinto 56. Todo siempre sale mal. Collins encuentra la forma de que todos los personajes queden rotos o devastados por la realidad. La fuerza que tiene su voz en off, que describe el olor de la suciedad, el romanticismo por lo lumpen y esa tristeza clásica, es una característica que define no solo a Galván sino también al ambiente de su propia coherencia en el mundo de Precinto 56.

¡Más tragedias que John Constantine y Matt Murdock juntos!

El teniente Zero Galván es de esos personajes que uno no entiende cómo no se suicidó a los pocos capítulos. Siempre le pasa algo malo. Sus casos se resuelven mal, mueren casi todos los personajes, le matan amigos y más. Galván es una maldición constante digna de una historieta escrita por Jamie Delano. La mala suerte y el tipo de historias tristes y desoladoras que escribe Collins lo persiguen durante toda su carrera. Sin embargo, esa idea del mundo mala leche y donde todo está roto es uno de los principales motores de la historieta y el motivo por la cual no solo es realista, sino que funciona. Lo interesante no es que sea creíble o que te pueda pasar a vos, sino que Collins logra que el relato tenga una cierta coherencia y se entienda.

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¿El Frank Robbins argentino o el dibujante italiano perfecto de los ’70?

Lito es un bicho raro. Es un dibujante que, además de tener un fanatismo extremo por el arte de Robbins, también podría ser un artista clásico de la Italia de los ’70. Tiene toda esa magia digna de Hugo Pratt, esa belleza y esa narrativa dinámica de Robbins en Johnny Hazzard pero toda esa mugre y suciedad que solo puede dibujar un argentino. Lito es fango. Lito es pelea callejera con botellas y ropa destruida. Lito es un autor que nació en vinagre y que entendió la síntesis de Pratt y de Robbins. Cada vez que vemos los peinados, la ropa, las armas, los pliegues de la ropa, las puestas de Robbins en Hazzard, vemos Precinto 56 de los aviadores y espionaje. Lito fue el mejor lector. Lito le robó un estilo, se lo adueñó y, luego, lo popularizó a un nivel digno de Takao Saito con asistentes y un arte muy marcado.

Es difícil imaginar Precinto 56 sin Lito Fernández, más allá de los otros artistas que dibujaron el título. Lito dibuja la vida y todas las modas características de los ’70. El uso de las onomatopeyas y su importancia en las viñetas para darle todo un toque de época, los diseños de los carteles, los callejones, los edificios, los autos, la ropa y la variedad de puestas de página son algunos de los tantos trucos del maestro.

Precinto 56 tiene una coherencia con la década de los ’70 que da miedo. Fernández, además de dibujar muy bien, tiene un estilo muy característico de la época que coquetea no solo con la historieta, sino también con lo mejor del cine. Lito adaptó una gran cantidad de películas a historieta para la editorial Columba y se nota que, además de ser muy fan de Jean Paul Belmondo, James Bond y otros héroes de acción, era un apasionado por poder trasladar la energía de las películas a viñetas. En Precinto, las escenas de acción duelen y te dejan sin aire. Un gran ejemplo es la muerte del niño en El vuelo de la gaviota, un golpe bajo que funciona en el relato y que tiene consecuencias tan duras que la página siguiente es Galván transformándose en Harry El Sucio y matando a los personajes a sangre fría. Así, de una. No se razona con asesinos de niños. No hay segundo pensamiento. El final es Galván destrozado por la realidad, vomitando en una casa ajena y acostándose con una mujer para curar su dolor.

278932933_1165711317595972_4493237020630786810_n¿Quién vigila a los vigilantes?

Algo de lo que no se habla mucho en Precinto son las actitudes de Galván. Collins no es ingenuo y critica constantemente a la policía, tanto dentro del precinto como con los periodistas o con las mismas historias. Pero nunca se critican las actitudes del protagonista. Me refiero a que pocas veces Galván es juzgado por sus métodos para resolver casos, sus acciones y, por supuesto, su libertad para disparar en cualquier lado. Galván sufre y es una figura trágica las 24 horas en todos los relatos, pero pocas veces reflexiona sobre sus decisiones y el mundo en el que vive. Sin embargo, esto está muy bien camuflado por la cruda realidad y la tristeza general que merodean todos los finales de los relatos de Precinto.

De qué hablamos cuando hablamos de historietas de amor

Para mí, Precinto 56, además de ser un gran policial, es una historieta de amor brillante que está muy bien camuflada. No es Archie con revólveres pero, más allá de la relación de Galván con la periodista Tippy Manix, la subtrama de muchas de las historias es de romance. Muchos personajes buscan a su vaquero o princesa, pero todo sale mal. Una telenovela disfrazada de comisaría en Nueva York que, en el fondo, te muestra siempre las aventuras sexuales de un teniente que no pierde tiempo en darles besos a millones de mujeres y tener aventuras sexuales con todo el mundo como si fuera un actor porno de los ’70 y que siempre tiene frases, piropos y reflexiones sobre todo lo relacionado con el coqueteo.

Lito no es Dan DeCarlo, pero le pone énfasis a la ropa de todos los personajes femeninos y tiene una cosmovisión de la estética que está muy bien lograda para que la propia historieta tenga un código secreto de “esto también es una historieta de romance”. Las onomatopeyas, los diálogos que tienen ciertos personajes que miran a cámara para buscar la complicidad del lector y, a la vez, generar una atmósfera romántica son las claves para entender el arte de Lito.

¿Deuda pendiente?

Actualmente, la editorial Doedytores publicó el primer tomo de Precinto 56 de la etapa dibujada por Lito Fernández, lo que da la esperanza de que habrá más tomos y, tal vez, en un futuro, cualquier consumidor argentino podrá tener todo Precinto 56 de Lito. Sin embargo, nos hacemos las siguientes preguntas: ¿Se editará alguna vez la primera etapa dibujada por Muñoz o la tercera etapa un poco más infame realizada por Flores y Páez? ¿Saldrán más novelas de Zero Galván o volverá en formato novela gráfica con un nuevo dibujante? Misterios que ni la mismísima Dimensión Desconocida puede responder.

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