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NOTAS

La Balada del Mar Salado (parte 2)

Ahora sí, nos metemos de lleno en este fascinante viaje a la aventura que nos propuso en 1967 el mítico Hugo Pratt.
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Martes 27 de mayo

Conocíamos entonces a Corto Maltés y al cruel Rasputín, dos piratas de comienzos del siglo XX que seguían las órdenes del misterioso Monje. Al comienzo de la historia, Corto estaba encadenado como un Cristo en una cruz de tablas de una balsa, de donde era rescatado por Rasputín, quien así mismo había recogido del mar a dos jóvenes, los primos Pandora y Cain Groovesnore. Corto Maltés con su aire gallardo, sus ojos brillantes y sus rasgos perfilados, en un comienzo nos recordaba al Terence Hill de los films de acción y comedia de esos años. Pero su personalidad era mucho más compleja que la de los héroes cinematográficos italianos al uso: desde el comienzo este Corto nos cautivaba con su ambigüedad. Era difícil discernir si Corto era bueno o malo, no era un asesino despiadado como Rasputín, y no disfrutaba haciéndole daño a otros. Pero asimismo, no tenía reparos en ser traficante de armas, o ser parte de un secuestro, no obstante entre él y los secuestrados, los primos Grovsnore, surgía una muy entrañable amistad. Con el desarrollo de la historia nos íbamos dando cuenta de que dentro del particular código ético de Corto Maltés el respeto a las autoridades y a la hipocresía social no existía, y esto sí que era un elemento innovador en los comics. Antes que un criminal Corto Maltés era un anarquista, pero de los de verdad.

Por la historia desfilan más personajes interesantes: había un indígena melanesio, Cráneo, del cual tampoco nos quedaba claro desde un comienzo de qué lado estaba, pero sabíamos que estaba lejos de ser un mero sirviente. Tarao, un joven maorí que, para sopresa del almirantazgo británico, sabía guiarse en mar abierto por los tiburones. Había una figura ominosa, con la cara cubierta, que tenía todo el poder pero era también muy fragil, el Monje. quien le vendía a los alemanes las armas que robaba a los ingleses. Con ayuda de Rasputin y Corto, el Monje estaba por hacer un gran negocio, pero todo se complicaba cuando llegaban los secuestrados, los primos Groovesnore, a «La Escondida», la isla/ guarida del Monje. Y es que éste tenía un nexo particular con los Groovesnore, que se nos iba a develar a cuentagotas. El que lograba descubir el misterio era el capitán Christian Slütter, comandante de un submarino alemán que al comienzo detestaba a Corto y luego lo admiraba.

Con esta trama y estos personajes se teje una historia de aventuras tributaria de la clásica Isla del tesoro de Robert Louis Stevenson (que Pratt había adaptado al comic), pero tributaria también de las aventuras más complejas de Joseph Conrad en El corazón de las tinieblas o Lord Jim. También puede mencionarse como una influencia los clásicos policiales de la literatura noir, como El secuestro de Miss Blandish de James Hadley Chase, o los complejos relatos de realismo sucio de Dashiel Hammet y Raymond Chandler, con su cinismo y su crítica social. Con todas estas influencias y con su impresionante habilidad para plasmar en dibujos muy sencillos imágenes preciosas, Pratt construyó una aventura como no se había hecho hasta el momento, que a la par de emocionante y divertida, nos llevaba a reflexionar constantemente. Como bien señala Umberto Eco, “los personajes de La balada del mar salado navegaban por el archipiélago de la incertidumbre”. Finalmente, el destino del capitán Christian Slütter, que no hacía otra cosa que cumplir con su deber como militar, le daba a La Balada…  un desenlace trágico, romántico y conmovedor.

Influenciado por la literatura de aventuras del Siglo XIX, a la par de las historias escritas por Héctor G. Oesterheld, las primeras aventuras escritas por Pratt estaban un tanto impregnadas de cierto complejo de hombre blanco. Los personajes eran casi siempre anglosajones que se enfrentaban a territorios hostiles habitados por salvajes. Si bien estaban impregnados de humanidad, de sensibilidad, historias como Ana de la jungla no dejan de tener un toque colonialista que no ha envejecido del todo bien. Cuando aparece La Balada…, Pratt ha adquirido conciencia de esto, y si bien sus personajes principales son blancos, vienen del arroyo. Corto es el hijo bastardo de una gitana y Rasputín un desertor del ejército Zarista. Los presuntos salvajes de las islas del Pacífico no son tan salvajes y buscan autodeterminación. Los ejércitos de todos los bandos no son otra cosa que instituciones creadas para matar, más que para salvaguardar el honor y la seguridad de sus naciones. E incluso dos adolescentes, niños bien, y un tanto mal criados, viven a lo largo de la historia una evolución impresionante en la que se convierten ambos en personajes memorables. Finalmente serán más los héroes de la historia que el propio Corto, quien no por ello deja de ser uno de los personajes más interesantes que se han dibujado. Finalmente, y sin develar detalles fundamentales de la trama, la despedida de Corto y Pandora puede ser una de las páginas mejor narradas de las tiras dibujadas. Pratt sabe componer sus páginas como un editor de cine, creando composiciones de gran belleza, pero muy efectivas para narrar. Es un poco lo que hacía en la misma época Guido Crépax con Valentina, con la diferencia de que Pratt contaba historias mucho menos etéreas.

Corto Maltés sería un gran éxito en toda Europa y en Argentina, no así en los Estados Unidos. Este éxito, sumado a que ciertamente era un personaje del que se podía extraer mucho más, significó que Pratt continuará con sus historias. El autor veneciano dedicaría casi todo el resto de su vida a trazar las aventuras de Corto, en busca de tesoros, inmerso en una intriga de proxenetas en Buenos Aires, codo a codo con partisanos de diversas facciones, enamorado de una soldada de un incipiente IRA. Las historias de Corto crecieron en extensión y en ambición: Corto Maltés en Siberia o La casa dorada de Samarkanda son tal vez obras aun más logradas que La Balada…, hechas además cuando ya no era un delirio afirmar que in comic podía tener tanto valor artístico como un libro.

Pero La Balada del Mar Salado sigue siendo el gran hito.