Sin dudas estamos ante el proyecto mas bizarro en el que se involucró el maestro John Byrne, no por la temática, si no por la forma en la que fue concebido.
Cuenta la leyenda que Byrne tenia un espacio de tiempo al pedo, y puso en su foro que podía comisionar un comic completo a razón de 20.000 dólares por 22 páginas más la portada, y nunca falta un demente al que le sobran unos mangos y está dispuesto a hacer semejante patriada. Este fue el caso de Wayne Osborne, un tipo de 42 años que maneja junto con su padre una mina de carbón en Kentucky y lógicamente es muy fan de los comics y de Byrne en particular, del que ya llevaba acumuladas unas 10 comisiones previas.
La clave de todo esto es que Osborne en lugar de pedirle que le dibuje algún crossover bizarro entre sus dos personajes favoritos, o algo por el estilo, le encargó el primer episodio de un proyecto personal, el que una vez finalizado llevó a la San Diego Comic Con, para pasearlo entre los editores y poder publicarlo. Así fue como llamó la atención de Ted Adams, uno de los editores de IDW que se ofreció gustoso no sólo a editar ese número, si no a transformarlo en una miniserie en tanto el gran John aceptara a dibujar los otros 4 ó 5 números que podía llegar a durar. Todo parece indicar que a Byrne le cerró la propuesta (que por lo que parece involucraba el mismo costo por número y fue todo garpado por Wayne) y así es como surge esta miniserie de seis episodios.
Convengamos que estamos ante una historieta bien clásica y en estado puro, algo digno de Stan Lee, con un dibujo de Byrne que cumple con creces dentro de su línea mas clásica de trabajo y donde todo ocurre de manera ultra lineal, sin grandes sorpresas y usando todas las armas del mas clásico comic de superhéroes. No me termino de decidir si esto es bueno o malo, pero calculo que es más bien lo segundo, porque si quisiera ser un homenaje o una parodia al genero, lo disimula bastante bien. En lo personal creo que Osborne ama la historieta clásica y eso es lo que escribe, comic de superhéroes sin pretensiones y old school al cien porciento.
Yendo a la trama en sí, FX narra la historia de Tom Talbot, un adolescente al que de una manera no muy clara (parecería que le pega un rayo o algo asi) le aparecen poderes que le permiten materializar cosas que se imagina, una especie de Green Lantern sin anillo, pero con efectos más pedorros. Según lo describe el propio autor, el poder está muy vinculado a los juegos que uno hacía de pibe, donde de pronto simulaba tener una bazooka y dispararle a algo al tiempo que girtaba “BOOOOM”. Bueno, acá FX hace eso y en efecto sale el disparo y vuela algo a la mierda.
Así es como el protagonista se encuentra con sus poderes y el deber de utilizarlos para ayudar a la gente y lucha contra supervillanos en un universo en el que parece que los superhéroes son moneda corriente, él es apenas uno más que acaba de sumarse. Acá también falla bastante la construcción que hace el guionista, ya que se mencionan personajes y sucesos al pasar como si uno supiera de qué se está hablando y nunca se profundiza el trasfondo del universo que esta planteando. En el transcurso de los seis números, la miniserie deja más interrogantes que certezas, pero también pocas ganas de leer más del personaje en el futuro, ya que todo suena a refrito de algo que ya se vio antes mucho mejor ejecutado. Es como que uno está todo el tiempo esperando una vuelta de tuerca que jamás llega, o algún elemento en la trama que no atrase 30 años. Por momentos pareciera que Osborne colgó los comics a mitad de los ´80 y desde entonces no leyó nada nuevo o por lo menos nada que influenciara su estilo como guionista.
En conclusión, una obra menor y olvidable de Byrne, que se queda más que nada en la anécdota, de que el barbudo por unos mangos puede bailar en bolas y hacer cualquier cosa que le encarguen con tal de llevarse unos billetines al bolsillo.
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