Historieta a Martillazos

Jamie Delano muestra que el amor es la búsqueda de algo eternamente ausente, sin importar quién sea el otro, sino quién sea para mí.

Hell Eternal + El amor (Negativo)

04/02/2025

| Por Pablo Jiménez

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Invitados: Jamie Delano + Sean Phillips, Jean-Paul Sartre, Arthur Schopenhauer, Jacques Lacan y otros amigos.

Te adoro + Te quiero + Te necesito = ¿Te amo? = ¿Poseo el amor o poseo a la persona que amo?
Si es el sentimiento lo que me invade desde adentro, ¿Porque apuntamos a “tener” un amor en lugar de “disfrutar” lo que se siente? ¿El amor existe o sólo lo imaginamos para sentirnos menos como la mierda?

Las cosas más amargas que me puedo imaginar: un shot de fernet puro sin coca, un chupetín de ajo, la hinchada de un equipo argentino con la camiseta completamente roja… o casi peor: leer Hell Eternal un domingo a la hora del corchazo. Este no va a ser un texto feliz…

Si hablamos de algo pleno, que todo lo puede, que normaliza a la sociedad, que es universal, que une a las personas bajo un halo de algo que no podemos ver pero que está ahí, porque supuestamente vemos o sentimos sus efectos (¿como la gravedad?), pareciera que hablamos de un Dios (monoteísta, obvio) más que del Amor, y antes de que me digan “Dios es amor, amigo” y yo deba responder “Claro, pero Dios es Todo, y si es todo, entonces nada, capo..” concentrémonos en este paralelismo entre ambos conceptos: Lo religioso y el amor exigen una tremenda cuota de creencia, otra gran parte de subjetividad y propiocepción, de interpretación del propio ser (ya que la ciencia pura y dura puede reducir las experiencias religiosas y/o las amorosas a un cúmulo de moléculas que interactúan entre sí, y nada más) y ni hablar de ese poder escondido para construir-nos y/o destruir-nos que ambos albergan en su interior.

Antes de que Sean Phillips conozca a su media naranja, Ed Brubaker, y se jurarán amor comiquero eterno, tuvo una experiencia fugaz con Jamie Delano, el crack inglés especializado en generar historias para no dormir. El fruto malparido de esa combinación fue Hell Eternal, un one-shot (¿o un one night only?) de 64 páginas, injustamente olvidado y prácticamente regalado en las mesas de saldo de Avenida Corrientes y/o cualquier librería ocasional de barrio o pueblo, al menos en su edición en español. En una de esas causalidades editoriales, esta joya oculta salió bajo el sello de Vertigo allá por el ‘98, y es justamente vértigo el sentimiento que comparten el amor y el centro de esta historia: el vértigo por lo que puede estar por venir, por lo incontrolable del destino de dos o más personas, por la promesa que no se cumple, que nunca se debe cumplir o por el horror que subyace a que se cumpla y eso que pensamos que se llama amor se concrete y sea una enfermedad terminal incurable. Ya lo avisé antes: esto no va a ser un texto feliz.

“De alguna forma, era importante que ella viniera a mí… que yo sea el centro y ella fuera el satélite. Era importante que yo tuviera poder sobre ella.”
Fragmento de “Hell Eternal”

En nuestra ecuación inicial nunca tuvimos en cuenta el sexo (por ahora) ya que en esta historia, y en palabras de Arthur Schopenhauer, el amor es una fuerza que no entiende de bienestar individual ni de felicidad, y además el amor, para Schopenhauer, es una forma de esclavitud; algo que nuestro autor de turno representa cuando nos muestra a Anne y a Sarah, y lamentablemente para todos, también a David, tres pobres almas que penan por el mundo aparentemente sin joder a nadie (ponele), pero cuya combinación solo puede traer desgracia y dolor para ellos y quienes los rodean… algo así como juntar a los medios, una sociedad rota y a un partido libertario, aunque en el fondo sea más conservador que la mierda (¿o que Ronald Reagan?). Y el tema es que nadie siente amor porque quiere, porque se lo propone, y pobres de aquellos que esconden segundas o terceras intenciones cuando dicen amar, y sobre todo, pobres de aquellos que son coaccionados cuando creen ser amados. En un comic hijo de padres británicos, craneado en una sociedad post-Thatcher, que incluye homofobia y ultra derecha (pero de la posta, no la de los boludos de Twitter) con un tono fatalista… ¿podemos hablar de amor? Sí, de la cara más sucia y oscura de él.

Delano y Phillips nos pegan un pastelazo en la cara a nuestra ingenuidad, cuando pensamos que Anne encuentra la realización y la libertad que te da sentirte completo cuando alcanza el amor de Sarah, sin darse cuenta de que en lugar de poder realizarse como persona (¿necesitamos del amor para esto?) solamente se está sumergiendo en un artefacto que ya existía antes de ella. En algo que debe cumplir con ciertos ritos, elementos y pasos obligatorios como si se tratara de las condiciones que hacen a un producto que la sociedad nos obliga a consumir en cierta forma y bajo ciertas condiciones. Creo que muchos tenemos una receta de “cómo amar” que nadie termina de entender.

“Había algo en David que reconocí enseguida… algo que estaba perdido, algo oscuro, algo que estaba condenado y maldito. Era obvio que se trataba de alguien como nosotras.”
Fragmento de “Hell Eternal”

La historia le hace frente a la creencia popular de, como hice el chiste más arriba, el concepto de la media naranja, a lo que Jacques Lacan define como una búsqueda interminable por completar lo que nunca fue completo para empezar. Anne cree encontrar en Sarah su alma gemela, aquella que siente que la completa, que llena los espacios vacíos que le faltan, y aunque Sarah no me resulta un personaje querible, replica patéticamente los mismos mecanismos en David, un ser definitivamente espantoso, un catalizador de situaciones de mierda. ¿Por qué nos convencemos, como nuestros personajes, de que esa “falta” es un defecto en nuestro ser? ¿Por qué “debemos” completarlo, incluso, a cualquier costo?

Jamie Delano muestra que el amor es la búsqueda de algo eternamente ausente, sin importar quién sea el otro, sino quién sea para mí, donde tiene más que ver con mi persona y con poseer aquello que creo necesitar para sentirme pleno. Como diría Jean-Paul Sartre, Anna da una especie de «salto al vacío con esperanza», un salto a un campo minado de expectativas condenadas. Las profundidades Del-Ano (dixit Fede Velasco en un podcast muy viejo de la Comiqueando) llevan la historia hasta un punto donde las exigencias para sostener la relación van más allá del amor por sí mismo y por el otro, y nuestros personajes caen en una espiral descendente, al principio lo hacen de a un escalón por vez, y luego por un tobogán cuyo final es tan impactante como ineludible.

“Encontramos una forma de funcionar, mayormente miserable, pero aprendí a vivir con mi martirio… Incluso lo disfrutaba de alguna forma un tanto voyeurista.”
Fragmento de “Hell Eternal”

Alguna vez escuché a Gabriel Rolón comparar a una enfermedad mental (no hay que irse demasiado lejos para encontrar grados de neurosis, depresión, trastorno de ansiedad o distimia) con una gripe o una fiebre en cuanto a que: Todo lo que hace la persona lo hace enfermo, ya sea trabajar, estudiar, cocinar, o sobre todo, amar (resulta curioso que si no tenemos esta fiebre de amor, parece que nos falta algo).

Cuando el amor se vuelve una entrega tóxica hacia el otro o un retorno destructivo hacia mí, quizás aquello que está enfermo y necesita curarse no sea un concepto de amor completamente deformado por la persona, por la sociedad o por los mandatos del poder, sino por aquellos que lastiman en nombre del amor, aquellos que intentan regular y  dogmatizar lo que debe ser amar de una única forma, específicamente monogámica, en lugar de amar a otros, a muchos otros.

Si el amor son los otros: ¿Qué indomable y peligrosa puede volverse una sociedad para el statu quo, verdad?

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