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NOTAS

“Plutona” + La muerte

¿Obra maestra o un comic fallido? Plutona aborda el tema de la muerte de un modo amargo, abrupto, torpe, desolador, frustrante y casi decepcionante.
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Martes 03 de junio, 2025

Invitados: Jeff Lemire + Emi Lenox, Zygmunt Bauman, Michel Foucault, Epicuro y otros amigos.

¿Sabemos algo de la muerte? ¿Por qué es el eje de toda religión? ¿Pierde validez hablar sobre un tema del cuál nunca nada sabremos? ¿Es más importante lo que ya no está, o los que quedamos acá? ¿Por qué la muerte le da sentido a la vida?

Ya está, se terminó. Pudo haber sido mejor, también peor. Cuándo mejor estaba la cosa, todo sucedió de repente, y el final me alcanzó para dejarme en la desolación, intentando comprender lo que acaba de pasar… Por las dudas aclaro: estoy hablando de cuando terminé de leer Plutona.

Pocas veces tuve sentimientos tan contradictorios al momento de leer una historieta como me ocurrió con la hoy elegida. No sé (y continúo sin saber) si la obra de Emi Lenox y Jeff Lemire es una genialidad metatextual y parafilosófica, que utiliza el mismo medio como metáfora de la frustración, del hacer-lo-que-podemos con el manejo de las emociones y de la sensación del bruto rapto de la alegría que nos provoca la muerte… O quizás sea un comic menor en el corpus de obra de Lemire, una anécdota estirada, o tal vez el pifie de algún editor (en el sentido yanki del rol en la industria) que apuró algo de forma expeditiva ya que al lector del momento no lo terminó de enganchar.

Hablar de la muerte en cualquier forma de arte audio/lecto/visual es un oxímoron desde el vamos; si a eso le agregamos media taza de historieta y dos cucharadas soperas de superhéroes, lo que sacás del horno es una historia que, a quienes hayan leído otras cosas con estos condimentos antes, casi que los obliga a levantar una ceja y mirar todo con el típico cinismo argentino (en realidad sería: cinismo, desconfianza e incredulidad porteña) que me caracteriza. Lemire (en el guion) y Lenox (en el dibujo) proponen la muerte de la persona más fuerte del planeta y el encuentro de unos adolescentes con su cadáver, una cosa inerte tirada en el bosque como si fuera un simple animal de caza, para generar la excusa perfecta para que podamos hoy pensar en él después de la muerte. Pero ojota, no del más allá, sino del más acá, de cómo tramitamos individual y colectivamente la presencia ineludible de la finitud, y esto corre tanto para el pre (lo que llamamos vida) como el post (la desolación, el dolor y sobre todo la incertidumbre).

  • Andá con cuidado por favor.
  • Mamá, sabés que no tenés razón para preocuparte por mí. No te olvides que yo soy Plutona.
    Fragmento de “Plutona”

Dice Zygmunt Bauman que en una vida que está repleta de incertidumbres, la muerte como el fin de todas las cosas, es la única certeza que tenemos. Y podríamos argentinizar el famoso “death & taxes” (la muerte y los impuestos) de los yankis para referirse a las cosas que nos alcanzan a todos, y nosotros agregar los cuernos y a los de (G)ARCA, sobre todo si sos monotributista, ya que son algunas de las cosas que más incertidumbre nos generan a los seres humanos (sobre todo la ex-AFIP). Acá es donde los autores dan en el clavo cuando eligen un grupete disfuncional de adolescentes para hacerle frente a esta realidad de mierda que se les impone frente a ellos. Un estado de shock frente a la finitud, justo en una etapa en la que creés que la adultez y la eventual muerte queda lejísimo… y si encima esa verdad se manifiesta cuando este ser tan icónico (para ellos y para su sociedad) deja la vida atrás, el impacto es incalculable.

Si una sorpresa es inconmensurable, la incertidumbre que genera la situación es directamente proporcional a ese estado de “recalculando” contínuo en el que nos encontremos. Para estos pibes, no solo se trata de la muerte de Plutona, sino también de la esperanza que ella generaba, de su inocencia individual, y de la obligación repentina de dejar la niñez atrás, para conocer lo que la vida de adulto, o mejor dicho de personas responsables, requiere. Para nosotros los lectores, al mismo tiempo que encontramos dibujado el cadáver de la superheroína, acontecemos a la muerte simbólica de la personalidad de varios de estos personajes que habíamos conocido sólo algunas páginas atrás.

  • ¿Esa es Plutona?
  • Querrás decir “era” Plutona
  • ¿Estás seguro? ¿de verdad está muerta?
  • Sí, está muerta posta.
    Fragmento de “Plutona”

Históricamente todo aquello que podría entrar en la bolsa de “post-muerte” se le ha entregado en una caja con un moño a las religiones para que hagan, deshagan, expliquen e impongan a las sociedades de cada época, de modo que no tengamos que lidiar de forma individual con un tema tan jodido y pesado que siempre nos ha superado. Y acá hablamos de todas, desde el judeocristianismo hasta las filosofías orientales se han apropiado de la narrativa de la muerte y sus consecuencias, curiosamente vendiéndonos un paquete all inclusive de recompensas y castigos si cumplimos con ciertas reglas durante nuestro tiempo en el “más acá”. Al fin de cuentas, si compro la idea de que hay algo después de mi muerte y la internalizo como parte de mí, puedo poner la cabeza en… ¿cosas más importantes? Quizás sí, ya que como decía Epicuro “la muerte no es nada en relación a nosotros porque, cuando nosotros somos, la muerte no está presente, y, cuando la muerte está presente, nosotros ya no somos más”.

En este aspecto en particular, el guion de Lemire alcanza un punto de no retorno, donde algunos protagonistas, embriagados de ansiedad y poder (entendido como potencia, como lo posible) llevan adelante una de las costumbres más humanas: sacar provecho de la figura de un muerto que ha sido poderoso. Okey, comparar a Tugger y a Plutona (una especie de Supergirl, Powergirl o cualquier homónimo femenino de Superman) con el cristianismo o con algunos regímenes políticos es un montón, pero no olvidemos que la figura mesiánica de Superman es un cliché más repetido que el himno; así que si continuamos con ese paralelo, tranquilamente podríamos llegar a conclusiones de este tipo porque el cadáver de la superheroína es solo un cuerpo, pero también una excusa para que otros lo manipulen. Como siempre, la muerte no le pertenece al muerto, sino a los vivos que la usan para su propio beneficio.

Ahí es donde aparece Michel Foucault para hablarnos del «biopoder», que sería algo así como ese control que ejercen las instituciones (el Estado, la Religión, etc.) sobre la vida y la muerte. Es decir, que las instituciones imponen sus términos en cuestiones de salud, de educación y de moral… y por supuesto nos imponen cómo debemos concebir nuestra propia mortalidad (¿recuerdan el destrato que recibían los cadáveres durante los tiempos del COVID? ¿Y los desaparecidos de la dictadura o del holocausto?). Ritos funerarios, eutanasia y pecados mortales, todos términos donde el biopoder establece las reglas del juego, los ganadores y los perdedores desde mucho antes de nuestra existencia.

  • ¿Estás seguro de que va a funcionar?
  • No lo sé, todavía no me siento muy diferente… quizás necesite más. Igual no te preocupes… esto solamente va a doler por unos minutos….
    Fragmento de “Plutona”

Para aquellos a quienes no les moleste leer historias que pasen sin pena ni gloria por sus mentes para continuar de forma voraz con el próximo comic que tengan a mano, se van a encontrar con una anécdota oscura y desoladora que termina por ser un pie de página del autor que escribió Sweet Tooth (¡qué gran comic LPMQLRMP!!). Pero como en todo arte, podemos quedarnos con el “que” (aquello que vemos), con el “cómo” (lo referido al proceso) o podemos quedarnos con lo más interesante: ¿Qué carajo me pasa por dentro después de esta experiencia? El cierre de Plutona es amargo, abrupto, torpe, desolador, frustrante y casi decepcionante… ¿pero acaso no es todo eso lo que nos provoca una muerte cercana? Es por causar todas esas sensaciones que Plutona es una obra maestra como un comic fallido por partes iguales.

Y si la muerte es el final de la narrativa de nuestras vidas, mejor nos dedicamos a contar la mejor historia posible, en lugar de concentrarnos en un final que se nos escapa de nuestras manos.