Invitados: Jason, Paul Ricoeur, Hartmut Rosa, Friedrich Nietzche y otros amigos.
El tiempo: concepto complicado. ¿Pertenece a la ciencia, la filosofía, la religión o el arte?
¿Es acaso un instante único e irrepetible o un conjunto de instantes, de “ahoras” concatenados?
Si el tiempo es para algunos una unidad de medición ¿podemos entonces medir los éxitos y los fracasos de una vida vivida a través del tiempo?
Jason: De la euforia a la angustia, de la obsesión a la reflexión.
-Alumno Jimenez, explique lo que es el tiempo
-Es un poco difícil de poner en palabras señorita, porque si nadie me pregunta qué es, lo entiendo, pero si lo tengo que explicar con mis propias palabras, simplemente me enredo y me doy cuenta de que no lo sé.
-Sientesé, Jimenez, tiene un cero.
(Frase choreadísima a San Agustín)
Vivimos el tiempo, nos atraviesa toda la vida, ya lo hacía desde antes que naciéramos y lo seguirá haciendo incluso después de que la última molécula que nos compone se disperse en algún asteroide al momento en que haya estallado la tierra. Entonces ¿Por qué es tan difícil explicar un fenómeno tan importante en nuestras vidas, y que en principio es propio de la física, por lo que podríamos hacerlo solo con palabras?
Por suerte para nosotros, llega el arte a rescatarnos de la mano de Jason (o como se lo conoce entre los pibes del barrio, John Arne Sæterøy) con una de sus mejores historias semi-cortas.
-Me gustaría que matase a este hombre
-¿Y cómo se supone que voy a conseguir eso?
-Con una máquina del tiempo, por supuesto.
Fragmento de “Yo maté a Adolf Hitler”
Contador, abogado, maestro pizzero, vendedor de comics, o asesino a sueldo. Cualquiera de estas profesiones son legales y bonitas en el mundo que nos sumerge el autor de una obra que desde el vamos, tiene un sabor particular. No solo por los característicos y asépticos animales antropomórficos a los cuales nos tiene acostumbrado el noruego, algo que es de sobra una marca registrada de su arte, tampoco por tener un título muy ganchero o por incluir a uno de los personajes más nefastos y más referenciados de la historia humana contemporánea… sino porque más bien lograr balancear existencialismo, el propósito de la vida o el destino ineludible en una historia cuyo artilugio narrativo es la ciencia ficción. Claramente una tarea casi titánica, pero Jason una vez más mete un gol de media cancha en apenas 46 páginas.
Que esta historia contenga humor ácido, cinismo o humor negro, ¿Le quita seriedad a la crítica social, al cuestionamiento filosófico o incluso a una poco probable, pero velada, banalización del nazismo? En absoluto, diría que todo lo hace bien. En especial, cuando la historia nos interpela narrativamente y nos pregunta de forma tácita “¿qué es el hoy, el ahora o el presente?”, todos términos que refieren a algo que aún no es al momento de contestar la pregunta, pues el futuro sólo puede ser potencia. Pero tampoco ninguna de esas palabras <<es>> al momento en que uno termina de pronunciarlas, puesto que ya son pasado, por lo tanto, algo inexistente, la nada.
Sin embargo, cuando la búsqueda de nuestro protagonista se centra en cumplir con un designio de SU presente, es cuando nos damos cuenta que la obsesión por capturar un instante puede arruinar más de una vida.
-Y como te gustaría festejar tu cumpleaños?
-Emborrachandome en grande con vos… Y QUE SE JODA ADOLF HITLER!
Fragmento de “Yo maté a Adolf Hitler”
Ahora bien, partimos de un supuesto muy establecido por las religiones monoteístas, principalmente la católica y la judía, que es pensar al tiempo como un hecho lineal que se sucede desde y hasta el infinito (bueno, para estas religiones no hay infinito, sin un principio y un fin muy marcados), pero sobre todo como algo fijo a lo que nos subimos, que no cambia y es inmutable. Entonces nos pregunto: nosotros cambiamos EN el tiempo, ya que este es inmutable, o será al revés y es el tiempo el que muta continuamente.
Quizás haya que retomar a Paul Ricoeur, y separar al tiempo en dos conceptos: por un lado verlo como un hecho cósmico, inabarcable e inamovible que nos excede, pero como complemento, también poder verlo como una dimensión de tiempo subjetivo, donde la narrativa de nuestras vidas es la que marca el paso, y no al revés. Porque lo que nos interesa a fin de cuentas, es la temporalidad en la que nuestro protagonista mide el tiempo, desde la perspectiva del sujeto único, singular y subjetivo.
Es en ese punto donde el autor arma esta metáfora visual en la que tiempo y nuestra vida sólo tiene valor por sí mismos en tanto y en cuanto tengamos un propósito, un sentido hacia adelante, un proceso que solo avanza en la medida que cumplimos nuestros objetivos.
Nuestro protagonista (ya dijimos que es un asesino a sueldo?) que anda por la vida sin encontrarle sentido a las cosas ni a la violencia en la que se encuentra sumergido (él y toda la sociedad), cree encontrar su razón de ser en la misión de su vida: Matar a uno de los HDP más grandes del siglo XX. Pero como no podíamos evitar el cliché, algo sale mal con el viaje en el tiempo (un giro que nunca se le ocurrió a nadie en ninguna historia de viajes en el tiempo y paradojas) y las obsesiones de nuestro hitman se transforman en su norte, sur, este y oeste.
En esta línea, Hartmut Rosa propone que el tiempo se ha convertido en una unidad más de la gran maquinaria capitalista que reduce todo nuestro accionar en la experiencia del tiempo a si sus propósitos son útiles, si sirven para algo (o alguien) o pueden ser descartables dado que no aportan ningún valor medible en formas económicas monetarias o existenciales.
Entonces en estos términos ¿El tiempo se gana o se pierde?
“Hitler desapareció en el ‘38 y la segunda guerra mundial nunca ocurrió… ¿No debería ser el mundo un lugar mejor?”
Fragmento de “Yo maté a Adolf Hitler”
En “Así habló Zaratustra», Friedrich Nietzsche propone una alternativa a la noción lineal del tiempo, con su idea del eterno retorno, de los ciclos repetidos y que están más presentes de lo que creemos en nuestra vida cotidiana (ciclo día-noche, ciclo estacional del clima, ciclo de vida y muerte). Pero además de su significación literal, el eterno retorno también lo podemos entender como una provocación ética que nos invita reflexionar sobre qué pasaría si fuéramos conscientes de que este día en que estas leyendo esto se repitiese una y otra vez, ¿tomarías las mismas decisiones, los mismos caminos, elegirías las mismas palabras y las mismas actividades para repetirlas, repetirlas y repetirlas?
En paralelo el mismo Nietzsche desde otro libro, esta vez en La Gaya Ciencia, nos interpela con su metáfora de ese demonio que nos condena al conocimiento y la conciencia de saber que esta vida que hemos vivido la repetiremos tal cual, paso por paso, segundo a segundo durante toda la eternidad.
Como reaccionarías? Quejándote, puteando al demonio, puteando al universo, sumergido en una depresión oscura y profunda… Es una posibilidad, sí, pero también podría funcionar como una invitación a vivir la mejor vida posible, una a la que volveríamos con gusto, con orgullo, con ganas de repetir aún sin la sorpresa de lo desconocido.
Y en esta línea Jason le pregunta a los protagonistas de su historia: Se animan a llevar adelante la mejor vida posible desde el momento de esta conciencia de una única chance posible para vivir?
Y vos lector/a, ¿te animas también?
Dejanos tus comentarios:
Tenés que iniciar sesión para poder comentar.