“Para leer al Pato Donald” (1972), de Ariel Dorfman (argentino-chileno) y Armand Mattelart (belga), es un libro clave de la literatura política de los años´70. Este ensayo — que autores y algunos lectores consideran como un verdadero «manual de descolonización» — es lectura casi obligatoria en las carreras universitarias humanísticas de Argentina. El texto tiene un punto de vista marxista de la literatura de masas, concretamente de las historietas cómicas publicadas por la editorial Dell bajo licencia de la empresa de Walt Disney y luego traducidas para el mercado latinoamericano.
Cuando este libro se publicó en Chile por primera vez, fue recibido en dicha sociedad (y luego en el mundo) como un intento de socavar el mundo inocente y puro de la niñez. Atacar a Disney, significaba quebrar la armonía familiar y desarmar la metáfora del pensamiento burgués, que Donald encarnaba…ponele.
Su tesis principal es que las historietas de Disney no sólo serían un reflejo de la ideología dominante -el de la clase dominante, según los postulados del marxismo-, sino que, además, serían cómplices activos y conscientes de la tarea de mantenimiento y difusión de esa ideología.
En el texto original, Dorfman y Mattelart advierten de su propuesta de analizar la reproducción de los valores del adulto alienado por el sistema de producción sobre su progenie en la imposición inicial del suplemento del relato vinculado a Disney, en un acto sustitutivo de la figura paterna.
Sin embargo, Ariel Dorfman reflexionó lo siguiente hace menos de cinco años: “Ese libro fue escrito en un momento de lucha social en Chile y dentro de una revolución que intentó cambiar todo. Se escribió en diez días, en el calor de la lucha por la supervivencia. En los´70, yo veía a los Estados Unidos como intentando apropiarse de nuestra cultura”.
La obra de Disney claramente traslada valores, visiones, idearios, propios de una sociedad, la de los EEUU de la época. Pero, ¿cómo iba a ser de otra manera?, ¿acaso pretendían que el Pato Donald defendiese el colectivismo o la abolición del derecho de propiedad?
La idea central del libro, usando análisis marxistas y freudianos, es que Mickey, Donald y el resto de los personajes de Disney forman parte de un plan de adoctrinamiento infantil a nivel global. Los autores equivocadamente recurren a acusaciones simplonas, como si Walt Disney hubiese inventado las fábulas para dominar el mundo a través de las mentes de los infantes.
Como ya ha opinado Diego Accorsi en temas similares: “El principal problema con los textos escritos sobre la ideología en los comics es que siempre parten del supuesto de que un producto/artista/empresa utiliza una historieta para -subrepticiamente- implantarle ideas al desprevenido lector y dominarlo. O que hay una noción política detrás de todo guión que trata de mantener embobado al lector para que su cerebro automáticamente acepte y perpetúe el status quo”.
Para los autores de este libro, Donald corporizaba la voz del American way of life (y si, ¿que va a ser la voz de la revolución castrista?) y su comic era un manual de instrucciones para los pueblos subdesarrollados sobre cómo habrían de ser sus relaciones con los centros del capitalismo internacional.
Ya cuando leí este texto en la facultad (en el 2000, creo), me hacía ruido que muchos digan “la vigencia de sus temas”. No todos, por ejemplo, manejaban el dato de que muchas de las historietas analizadas ya habían sido tamizadas por una editorial chilena que traducía los textos. Es decir que Dorfman y Mattelart no analizaron el material original de raíz, sino meras traducciones. Y además, muchas de las historietas analizadas fueron escritas por Carl Barks, quien tenía una gran libertad para escribir lo que quisiera, ya que no era supervisado por Walt Disney Studios, como sí lo eran los animadores. Barks trabajaba para una editorial que tenía la licencia para producir comics de Disney y desconocía que sus historias se publicasen fuera de EEUU. No todo era parte de un maquiavélico plan conspirativo de penetración cultural en el que se encolumnaban el mismo Disney y la C.IA.
Aunque existen los ejemplos de mostrar a los revolucionarios como futuros dictadores y traidores, y a los países subdesarrollados como blancos dignos de explotar por los burgueses de los países industrializados, en el libro hay conceptos de antemano prejuzgados por los analistas que limitan la transmisión de ideología a un sentido estructuralista, vertical, de arriba hacia abajo, del poderoso al incauto, del productor perverso al consumidor pasivo, como si se aplicara la teoría hipodérmica, como si fuese tan fácil que a través de imágenes subliminales se pueden modificar las conductas de los televidentes, o lectores en este caso. Quizás se debe a que toman al comic no como un arte para lectores adultos sino como un entretenimiento para niños desprevenidos e influenciables.
En la mayoría de los casos, un guionista recibe pautas editoriales, escribe un guión, cobra, paga sus cuentas y punto. El polarizado mundo de los ´70 le había pegado demasiado fuerte a los autores, que generalmente hilan demasiado fino en mucho de los temas analizados.
¿Es un texto imprescindible? Sí, pero también es un texto parcialmente fallido que simplemente refleja un zeitgeist.
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