La Mansión Wayne

Quisiera que entendieses lo que se siente saber el fin de tu existencia tan cercano, pero sé que nadie puede comprenderlo hasta que le pase.

El fin

06/01/2016

| Por Bruno Magistris

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OHC-Diagnosing-CancerAún no llego a terminar la primera página cuando vuelve a mi mente aquel momento…

Sentado expectante, contemplando cómo miraba los resultados, las placas, los análisis. Escuchándolo decir lo impensable, lo más temido. Repitiendo la escena varias veces, mismo personaje, diferentes nombres propios.

Siempre el mismo panorama: metástasis, metástasis… en sí no es una fea palabra. Quiero decir, no suena mal. No es como… qué sé yo… “trombosis”, por ejemplo, que tiene esa cadencia siniestra. Pero no hay con qué darle: sólo unos meses me separan de la meta final. Quisiera que entendieses lo que se siente saber el fin de tu existencia tan cercano, pero sé que nadie puede comprenderlo hasta que le pase. Una profunda tristeza se adueña de tu ser, y una primera etapa es el enojo, el desgano, la desesperación, el querer agarrar al mundo por el cuello y apretar hasta que muera, antes que vos.

Pero el mundo no tiene la culpa, y sigue girando indiferente al dolor (o casi). Pensás en un montón de cosas, anotás actos finales de suma importancia; ponés metas de cumplimiento inminente y jurás por todos los dioses que te quedan que las llevarás a cabo. Abrazás y llorás con tu familia, con tu mujer, con tus hijos, y de a poco te vas despidiendo.

Pero yo, que he tenido una vida tan llena de arte; que me he zambullido en incontables páginas de historieta, de literatura; que fui parte (porque recorrerlas es también una forma de vivirlas) de las más trascendentes sagas fílmicas, teatrales, musicales… que he transitado por un camino tan lleno de color, también necesitaba por todo esto una despedida de aquello que también, desde otro enfoque, me había hecho tan feliz y que ya nunca volvería a hacer.

Así me paré delante de la biblioteca (de literatura) y pasé mis manos por aquellos volúmenes preciados de Víctor Hugo, de Borges, de Humberto Eco, de Chesterton, de Marechal… y de repente sé que me es imposible releerlos. Lloro junto a ellos, y les agradezco en silencio.

crop_for_facebook_Athens-Comics-LibraryLuego me volteo, y me paro frente a la otra biblioteca (la de Historieta) y el llanto se detiene. Veo tantos volúmenes, tanto color, tanta mitología. Tanto talento en cada escritor, dibujante, colorista, letrista… en cada colaboración de aquellos destinados forever al ostracismo y el menosprecio. Tanta magia oculta que quizá algún día explote en cada corazón ferviente y anhelante de la gloria misma… tanto, tanto que tampoco puedo evitar moquear, pero con un dejo de bronca.

¿Qué leer? ¿Cuál será acaso el último libro?

Repaso autores, y Moore, Morrison, Gaiman, Brubaker, Ellis, todos intentan disputarse el siniestro honor que intento darles. Pero no me decido. Pienso… ¿no será un error intentar releer algo antes que darle una chance a algo nuevo, desconocido? Pienso, de nuevo, en el tiempo: no lo tengo. Las demoras de un envío, por más veloz que fuese, complicarían el asunto. ¿Qué hacer? Pronto, ya, entro a Internet, busco en ML, veo ese nuevo trabajo de aquel autor infalible, y lo compro. Mi mujer me lo trae el mismo día, y me dedico a recorrer sus páginas.

Pero a veces se complica… no es fácil tener cáncer. El dolor te aprieta como la garra de un buitre sanguinario, y a veces ni siquiera podés evitar gritar. Trato de contenerme: sé que cada uno de mis aullidos será una cicatriz en el alma de aquellos seres amados que tengan que escucharlos, y eso los vuelve más inevitables. Como las risas prohibidas en la escuela, cuando la maestra te miraba y exigía que contaras el motivo “así nos reíamos todos”, pero al revés.

Sandman-6-Cover-GalleyCatEl dolor se va y vuelvo a la lectura. No me haré el misterioso y diré que lo que corre entre mis dedos, ojos y corazón es el maravillosos “Sandman: Overture”, de Gaiman y Williams III. Creo que es el perfecto libro para que sea el último: todos los motivos por los que este medio es GRANDE, están aquí. El escritor sublime, el artista supreme.

El color estalla en cada página y cada diálogo brilla también con su tinte específico. Mientras lo leo, el dolor se repliega. Quizás sea cierto que el estado anímico influye (o al menos atenúa) el físico… lo cierto es que en este caso sí sucede.

Aunque ciertas veces el que estalla soy yo, y no puedo seguir. Vuelvo a abrazar a mi mujer, a desearle un pronto encuentro, a agradecerle, a besar a mis seres amados, a reflexionar sobre Dios, a intentar salir de mi y proyectarme hacia aquel otro espectro del ser que se me muestra cada vez más cercano.

Pero no quiero irme sin terminar esa historia. Ruego a Dios que entre las cosas que ya le he pedido, me conceda la gracia de llegar a la última página. Como aquel personaje de Borges cuya bala mortal se detiene en pleno espacio y tiempo para dejarle completar su master opus; como aquel momento en el que Jean Valjean se debate en un cuarto acerca de si dar o no a conocer su identidad de ex presidiario. Como aquel momento en el que Alec Holland dice “Enough”; Rorschach diciendo “A pretty flower”; Joe volviéndose el Barbarian; Asterios besando a su amada; Batman saltando con el rayo atrás…

Y vuelvo a leer, pero es difícil. Carajo, me cuesta… no creo que termine. Tal vez si me-

 

Nota final: gente de Comiqueando. Soy Amanda, la esposa de a quien estas líneas pertenecen. No las vi hasta unos días después de que falleciera, buscando fotos y demás recuerdos que intentan acercarme a él, o lo que me dejó, que tal vez sea lo mismo.

No sé de historieta, no leí mucho, pero les puedo decir algo: mi marido la amó, hasta el último día. Con fervor, con pasión, con valentía. Esto fue lo último que escribió, y quise hacerselós llegar. Gracias.

Buenos Aires

Villa Ballester, 01/01/2016

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