Si existe un personaje que tiene perlitas (y muchas) a lo largo de toda su vida publicada, es sin lugar a dudas Batman. Hoy, quiero centrarme en la maravillosa “Gotham Central”.
¿Qué fue “Gotham Central”? Quizás la mejor serie de Batman, o centrada en Batman… o algo así. Es que no es estrictamente una serie sobre el encapotado, sino sobre el mundo en el que éste se mueve.
O no tanto, porque el tratamiento que dicho mundo tiene es de un realismo (o verosimilitud, si nos ponemos más puntillosos) mucho más marcado que el típico título del murciélago. Acá, las balas te matan. Acá, el sentido común dice que no debería existir un tipo disfrazado de murciélago, que sería imposible hacer lo que él hace, pero acá, empero, existe.
“Gotham Central” es el departamento de policía de su homónima ciudad. En él, pululan detectives, sargentos, tenientes y capitanes en dos turnos (día y noche) que tienen que lidiar no sólo con los chorros, la merca, las putas, los vicios y lo peor que pueda ofrecernos la sociedad moderna, sino también con la caterva de freaks que pululan por sus calles y que son la plaga más asesina e impune con la que se pueda uno cruzar. Además del dealer, está Mr. Freeze. Además del contrabandista, está Oswald Cobblepot. Además del asesino serial, está el Joker.
¿Jodido, no? Hay que tener huevos para ser cana en una ciudad así. Porque si bien cuando las papas queman a todo fuego puede llegar una ayudita del cielo (oscuro), no siempre es ésta bienvenida. Si dejás la vida en las calles para convertir el barrio en algo un poco mejor. Si arriesgás todo lo que tenés por resolver un caso que de pronto escala a más no poder hasta llegar a meter a un tipo como Freeze en el medio, y no te queda otra que pedirle ayuda a un tipo que se cuelga por ahí y del que nadie sabe demasiado… Y, es lógico que te hinche un poco los huevos.
Pero por lo general, la ayuda es bienvenida. Y no deja (en este mundo, repito) de ser una excepción, una rareza. Una especie de intervención divina, de Deux Ex Machina, un as en la manga al que recurrimos cuando ya no tenemos más que hacer. Lo que vuelve cada aparición un momento cuasi mítico, pseudo legendario que marca el antes y el después del desarrollo de la historia.
Y a veces ni siquiera aparece. Tan solo se lo nombra, o a su alter ego millonario. Batman pasa a ser una figura rayana en lo etéreo, cuya aparición es casi imposible. Muchos ni siquiera creen en él. Los personajes no terminan de darle su confianza, y lo miran con recelo la mayoría del tiempo. Por eso el foco está puesto en qué haría, realmente, un departamento de policía en una ciudad así, llena de freaks y justicieros nocturnos.
En sí, el título es una gema en todo sentido. Desde la concepción de “vamos a hacer una de policías inmersos en Gotham”, hasta cómo finalmente ese mundo fue plasmado. ¿A manos de quién? De dos guionistas que en su momento DC se daba el lujo de tener entre sus filas, y que hoy no pisarían sus oficinas ni por casualidad: Ed Brubaker y Greg Rucka. Y, en la faz gráfica, el genial Michael Lark (en la mayoría de los números) plasma con su estilo afilado y sencillo una Gotham más Chicago que nunca.
Confieso que me acerqué al título por el maravilloso Ed Brubaker, autor del que creo no hace falta agregar mucho para seducir al avezado comiquero. Guionista talentosísimo que ha dado joyas en el mainstream, como “Winter Soldier” y, ya en Image, como “Fatale”, “Criminal” y tantas otras. Buscaba esa magia en las historias que estaba por leer, y si bien lo que entrega el guionista es fabuloso, lo que más me sorprendió fue el laburo de Rucka.
Rucka la descose. Toma como puntal a Renee Montoya, a quien ya venía delineando en los títulos mainstream de Batman, pero nunca como acá. De entrada plantea la doble vida que la detective lleva (sexual, se entiende) y su dificultad para blanquearlo con su familia (religiosa a más no poder) y en el laburo, en un mundo que hace no pocos años era algo diferente al que nos toca vivir hoy. Como lector, la llegás a amar: ver su lucha diaria, su búsqueda de identidad, los huevos que le mete al laburo. Si se tiene que cagar a piñas con un compañero para sacarle información, lo hace. Si tiene que poner el pecho ante el peligro para defenderlo, lo hace. La infinita chapa que le da Rucka la vuelve casi real, y mientras leés sus peripecias deseás que la historia nunca termine.
Creo que Rucka no tiene tanta chapa en el medio como la que tiene Brubaker. Seguramente no tiene tanta producción (el amigo Ed no deja de producir y producir, más que nada con el genial Sean Phillips), pero lo que se publica firmado por él, tiene la garantía de los grandes. Todavía no pude leer “Lazarus”, pero recomiendo también una novela que hizo de Grendel (novela escrita, con algún dibujo ocasional, que se incluye en el tomo 4 del omnibus del personaje).
Pero volviendo a Central, si sos fan del murciélago es algo de lo que no podés prescindir. Como todo gran título en DC, duró poco. Son cuatro TPBs que recopilan 40 issues nomás (publicados entre 2003 y 2006), pero que al recorrerlos pasarán a integrar el top ten de las mejores cosas que hayas leído acerca del personaje, sin ninguna duda.
Es de esas series que te interpelan, que te emocionan, que te mantienen en vilo, que te sorprenden, que puteás, que aplaudís, que te dejan bien arriba y con un problemón enorme a la hora de ver con qúe seguís. Porque deja el listón muy alto, y en un título que fue “mainstream”, no es poco decir.
Policial negro. Relaciones entre compañeros. Códigos de honor. Vidas, muertes, sacrificios, lealtad, ética… todo eso vas a encontrar acá. Una pena que haya durado tan poco, pero, como dicen, lo bueno, si breve, mejor.
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