La Mansión Wayne

Poderes fantásticos, poderes fácticos y el destino de los pueblos en juego como nunca antes. Una odisea cósmica, nacional y popular.

La Liga del Pueblo (parte 2)

13/07/2021

| Por Bruno Magistris

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eva-perón-2-514x720Tras las lógicas demostraciones de sorpresa, los inevitables cuestionamientos, las más que justificadas objeciones y planteos ante una situación por demás irregular, el grupo fue, lentamente, formándose. El liderazgo recayó en Eva, “esa mujer” que tenía tanto carácter y que podía enfrentarse a todo. Guevara tuvo sus encontronazos de opinión y también muchas veces que refrenar sus impulsos de macho alfa, pero en líneas generales supo someterse al criterio de aquella rubia que parecía no dudar nunca. Todos habían vuelto a una condición física óptima, considerando el lamentable estado en que se hallaban al ser convocados por aquellos que todavía seguían siendo un misterio. No sabían más que eran algún tipo de entes sobrenaturales, la mujer con dejos de amazona, el hombrecito pequeño y azul, y una conciencia proletaria y de lucha de clase innegables, por extraño que eso pueda sonar.

¿De dónde venían? ¿Cuál era el alcance final de sus poderes? ¿Con qué propósito ulterior los habían juntado? Mugica era el que más se preguntaba estas cosas: al ser un hombre religioso, no podía dejar de contrastar la supuesta deidad de sus salvadores con su noción cristiana de la vida. Germán lo tomaba más para el lado de la ficción: no podía (o no quería) evitar pensar lo que sucedía como una historia de la que él mismo formaba parte. Situaciones más enrevesadas habían salido de su imaginación, ¿por qué no sería posible esto, donde el objetivo final parecía ser nada más y nada menos que la liberación de los Pueblos? Era demasiado perfecto para ser real…

monteagudoMonteagudo era a quien más le costaba adaptarse: era el único que venía de otro mundo, completamente distinto (aunque no en los ideales) y ver gente volando, colores de piel exóticos y empaparse de las nociones de la tecnología moderna (que le iban llegando a cuentagotas) le generaban no sólo consternación, sino disgusto: sentía que todos conocían algo que él todavía no, y eso le generaba un mal humor incontenible.

Recordaba aquella primera vez con lo imposible:

-Señores, por favor –decía el hombrecito azul. Escúchenme. Somos parte de una coalición universal que brega por la emancipación de los Pueblos en la galaxia. Sé que esto puede sonar increíble, pero creanmé que hacemos esto desde hace mucho y, si no nos conocen, es porque nosotros no lo habíamos querido así, hasta ahora. En cambio, acontecimientos actuales han precipitado nuestras acciones y no nos han dado margen para evitar este intempestivo accionar. Los necesitamos. Solo ustedes pueden lograr el objetivo de realización acuciante que tenemos entre manos.

img-1-small580-¿Y cuál es? –espetó Guevara. Disculpenmé pero yo me estoy impacientando un poco –dijo, algo caliente, el Comandante.

Monteagudo enfocó nuevamente su mente en la tarea que tenía ante él y dejó los recuerdos para momentos más tranquilos. La puerta se abrió y entró decidido hacia la recepción. Allí, con total tranquilidad, dijo:

-¿El señor Macri?

-¿Perdón?, contestó la chica, entre sorprendida y burlona. ¿Usted es…?

-Bernardo de Monteagudo –la miró a la espera de alguna reacción, que no llegó. Quiero tener unas palabras con él.

-¿Tiene una cita programada, señor Montegulo? (ante el “gulo”, Bernardo perdió la poca paciencia que todavía tenía).

-No señorita, no la tengo. El que la tiene es él, una cita no solo conmigo, sino con la memoria de los Pueblos. Hagaló bajar ahora mismo.

La escena se aceleró. La mujer miró hacia un costado, un hombre de anteojos negros se acercó raudamente, mientras por teléfono informaba de la situación a otra gente.

Carlos-MugicaCuando la mano del hombre de negro tocó el hombro de Monteagudo, la puerta de calle volvió a abrirse y Guevara y Germán entraron apuntando con armas automáticas a diestra y siniestra, para luego reducir a todo el personal entre gritos y corridas. Mugica fue directo al ascensor y apretó el botón, mientras Eva entraba última enfundada en un sobretodo gris y luciendo llamativos anteojos negros. Sin mirar a su alrededor, esperó que la puerta plateada se abriese. Abreviaremos. Luego de varios disparos, empujones, patadas a puertas de caoba, sometimientos de gente algo violenta y los resabidos forcejeos de siempre, la escena se pacificó. En una silla, entre muebles caídos y vajilla rota, el “ingeniero” Macri se debatía entre las ataduras que lo amarraban y su incontenible temblor de cuerpo, que lo vejaba ante el pudor universal.

-¿Qué quieren? ¿Se volvieron locos? ¿Saben lo que les van a hacer cuando puedan entrar? –decía intentando dar una imagen de un coraje que todos sabían no se encontraba en esa silla.

-Señor Macri… -dijo Eva, quitándose los anteojos. Detrás suyo, Guevara, Germán y Monteagudo miraban al capturado con expresión entre vergonzosa y marcial: tanto mal había generado este sinvergüenza, y ahora estaba a punto de pillarse encima. ¿A esto se habían reducido los “villanos” de este país? No, pensó Germán, estos tipos son siempre así: valientes en su impunidad, pero los mirás fijo de hombre a hombre y se cagan encima.

5901e44f77cf4_400x225-Señor Macri, callesé por favor. No me haga perder un tiempo que no tengo –dijo Eva firme, hermosa. Quiero que tome el teléfono, y que llame a sus amigos de los medios. Digalés que abandonden la noticia, que pasen a otra cosa, no sé… pero saque los noticieros de acá. Sé que estarán por llegar en cualquier momento y quiero evitarlo a toda costa.

-¿Y cómo quiere que haga eso, se volvió loca usted? –gritaba el otro.

Guevara le puso el cañón en la sien. De pronto se sintió un hedor nauseabundo.

Monteagudo sonreía. Lo poco que había podido investigar de este nuevo mundo patrio le hacía saber que allí había tan solo dos personas: el Pueblo y el Opresor, y el segundo no la estaba pasando nada bien. Días después recordaría cómo salieron de allí sin ningún problema, sin móviles de TV en la puerta, sin ninguna resistencia, con el hombre al que habían ido a buscar caminando junto a ellos, como si fueran viejos amigos luego de una fiesta descontrolada. Solo los muebles rotos y los guardaespaldas dolidos los miraban como desafiando ese olvido que se les imponía desde arriba.

1625929040_033816_1625929188_noticia_normal_recorte1-¿Cuál es? -dijo el hombrecito azul. Nada más y nada menos que la venganza más sensacional perpetrada por poderes cósmicos o terrenales a la Oligarquía Mundial. El combate más inesperado que pudieran prever, el del Poder Real contra el Poder Cósmico. Se acabaron las batallas en dimensiones paralelas; se acabaron las crisis multiversales intrascendentes; se acabaron los trajes multicolores y los personajes de cartón: comienza aquí la nueva Edad Proletaria, señores. La ascensión del Pueblo sobre sus Opresores. La única batalla real y necesaria que merece ser combatida. ¿Les interesa?

Monteagudo, mientras volvían a entrar en la camioneta en la que habían llegado, recordó y sonrió, y quería pegar un alarido de fascinación. De esos que son tan incontenibles como necesarios. Pero delante tenía una dama, y se contuvo. La primera fase estaba completa.

 

 

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