Esta nueva era en donde cada seis meses aparece una nueva película animada de DC es genial en muchos sentidos, salvo en uno: ninguna está a la altura.
Entendámonos. Tengo hoy 37 años, y algo he visto de esta materia. La primera película que salió al mercado fue “Batman: Mask of the Phantasm” (1993). Si bien vista hoy la animación es un poco simple y no descolla, lo verdaderamente importante acá pasa por dos aspectos: el guión y la música.
El guión (de Paul Dini, Michael Reaves y Martin Pasko) es un ida y vuelta de flaschbacks en donde mechan los inicios de Bruce como Batman, y una trama policial y de asesinatos que tiene un final maravilloso. El paquete de Nolan afana mucho de esta película (quizás lo más obvio sea la secuencia de Bruce encapuchado buscando aún su identidad con traje), y los momentos épicos se sudecen uno tras otro.
Todos conocemos cómo se pergeñó: Bruce Timm y compañía la tenían pensada para video, y de pronto (y ante el arrollador éxito de la serie de TV) les pidieron que la adaptaran para la pantalla grande y ante el corto tiempo no pudieron hacer de lo visual algo descollante. Pero la historia es tan maravillosa que se para en dos patas ella solita y se la banca igual.
Derrama melancolía, oscuridad, heroísmo, pero por sobre todas las cosas: tragedia. La tragedia entendida como elemento básico en la génesis del héroe, en su devenir, y en su destino.
Pocas veces hubo tanta carga emocional cuando, en los minutos finales, se enciende la batiseñal y un Batman roto, destruído emocionalmente y carente de toda esperanza levanta el rostro y dispara su “bati gancho” para seguir con la lucha, a como de lugar y hasta que no tenga fuerzas.
Si vista hoy la película te emociona, imaginate cuando salió. Hordas de fans babeantes de reconocimiento (que nunca llegó ni llegará) se pavoneaban de la gloria derramada en esos escasos 70 minutos de celuloide que pasó tan desaparcibida al público como cualquier otra “peli pa´ los pibes”.
El segundo elementos definitivo de la cinta fue su increíble score orquestal. Shirley Walker deja la vida en cada secuencia. Los bronces luchan cuerpo a cuerpo con las cuerdas y no logran, ni siquiera juntos, opacar los coros épicos que cantan la tragedia inevitable del murciélago. Si la escuchás por la calle y sin mirarla, cada momento remite a una escena exacta e indiscutible y se te graba como uno de los mejores momentos musicales de tu vida.
La otra gran película fue, sin lugar a dudas, “Batman Beyond: Return of the Joker” (2000). Aquí, la pata floja de la anterior queda borrada definitivamente. La animación estuvo a cargo del estudio de animación TMS (aunque no en todas las secuencias) y la calidad te aplasta el cerebro hasta dejarlo chiquito. Cuando un estudio sobresaliente está a cargo de la faz gráfica, te das cuenta no sólo en explosiones y humo, sino en el detalle en el dibujo de los personajes, en el color, en los movimientos de cámara, etc, y acá todo es PERFECTO. Si viste la película, dificilmente olvidarás la secuencia en donde el batimovil escapa a los disparos laser provenientes de un satélite que destruye edificios, carreteras y todo lo que encuentre a su paso.
El guión (a cargo de Paul Dini, Glen Murakami y Bruce Timm) te cachetea tantas veces que cuesta creer que todo lo que pase, pasa en poco más de una hora. No sólo vemos por fin qué fue de personajes como Tim Drake en sus años finales, sino que presenciamos el final (y final posta, con muerte de verdad) del Joker. Es tan sacada, que en su momento los directivos de Warner arrugaron y tuvieron que editarla censurada, por temor a las abominables agrupaciones de padres estadounidenses que amenazaban con un boicot total si los nenes veían cualquier cosa que tuviese sangre en un dibujito animado. Pero gracias a Dios, los fans se enteraron de esto y ante la presión popular, no les quedó otra que editar el corte sin restricciones para todos aquellos que ansiábamos verlo. Y mama mía… Si bien es LA historia de Terry McGinnis, no dejás de tener secuencias del Batman clásico de la serie animada (quizás lo mejor de la película) en donde todo es siniestramente perfecto.
La música, a cargo de Kristopher Carter, es una maravillosa mezcla de orquestaciones clásicas con guitarras descollantes del metal más zarpado. También te vuela el mate y te hace sentir que acá todo el mundo dio lo mejor de sí para que cada aspecto sea una obra maestra por sí misma.
Y hoy… sí, tenemos una película cada seis meses. Tenemos ya un listado de no sé cuántos títulos que crean un catálogo imponente. Tenemos todo eso, sí… pero ¿a qué costo?
Quizás los creadores saben que si a esta peli no le va bien, en la próxima se recuperan y a la mierda. Quizás ya no esté ese miedo a que “si nos sale mal, la compañía quiebra”. Al “quizás sea la única peli que hagamos, así que dejemos la vida”.
Quizás pase todo eso y más, no sé. Pero si bien celebro cada vez que una nueva animación aparece en el mercado, no puedo evitar rememorar viejas glorias, y compararlas.
Y todo este bagaje de horas y horas de Universo DC no hace más que empequeñecerse ante poco más de 120 minutos en donde todo fue, es y será, perfecto.
12 comentarios