Grant Morrison es una sinfonía. Cada obra, una melodía que asciende y se mezcla con las demás. Todas corriendo, todas volando hacia el infinito de la perfección que desafía todo análisis. Leerlo es sentir en viva carne que los Genios existen, que todavía quedan algunos. Y que un tipo así se haya dedicado a este medio, tan bastardeado, tan insignificante a la vista de aquellos que lo creen inferior a tanta mierda que anda dando vueltas… que un tipo así sea guionista de historietas, digo, es una suerte enorme.
No sólo es un tipo inteligente e innovador, sino también coherente. Nunca se contradice. Podés agarrar obras “viejas” como Doom Patrol y encontrar conceptos que en su última y maravillosa Multiversity siguen apareciendo. Algunos podrán criticarlo de repetitivo, de siempre abarcar la misma idea, una y otra vez, acerca del lenguaje y el metalenguaje. Es posible, no lo voy a negar. Pero por más que uno ya sepa de qué nos va a hablar, somos como nenes en brazos de papá o mamá fascinados y expectantes de escuchar nuevamente la misma historia. Y lo sorprendente, lo genial, es que Morrison NUNCA te cuenta la misma historia, ni siquiera en obras que te disponés a releer.
Y esto de la relectura es importantísimo en él. No hay vez en la que retomes alguna de sus obras y te sorprendas con algo que se te pasó de largo, o que encuentres un nuevo sentido que siempre estuvo allí, pero que no habías captado.
Y si hablamos de Morrison, no queda otra que también hablar de Moore. Este último también es un GENIO, y creía que mi gusto por él nunca podría ser superado. Pero creo que el barbado es otro tipo de genio… Me explico: las obras de Moore son relojitos suizos, perfectos, inobjetables, precisos. No hay nada que le puedas criticar a obras como Watchmen, por ejemplo. Pero en esa genialidad, se mantiene en un sólo campo de texto. Es decir, una vez que la leíste dos o tres veces, ya la desculaste por completo. Morrison va más allá: te hace la obra maestra de tu vida, pero cuando creíste que ya no había nada por descubrir, aparece otra capa de narración que te vuela la peluca y que hasta le cambia el sentido a todo.
La primera vez que leí Multiversity me pareció hermosa, pero no muy compleja. Creí que algo se me estaba escapando. Volví a leerla y empecé a ver la estructura en base al número 8 que existe en su totalidad. La leí otra vez, y empecé a comprender mejor cómo organizó este mapa del universo, que no es al azar, sino que cada Tierra tiene correlación con la que tiene al lado, con la que está en el lado opuesto y con la que ni siquiera se le acerca.
Y lo mismo pasa, en mayor o menor medida, con cada una de sus obras.
Y el tipo en sí es tan raro… pero a la vez “común”. O sea, de Moore uno espera verlo en el look que tiene: larguísima barba shamanística, anillos misteriosos, ropa estrafalaria, huidizo, no te da una entrevista ni aunque secuestres a la vieja… y por otro lado Morrison es tan accesible. Lo ves bailando en videos musicales (con los Midnitemen), dando conferencias acerca de la Magia cagándose de risa, tomando su propia orina y hablando maravillas de lo saludable que es eso. Hablando en podcasts como si fuera un pibe cualquiera, riéndose junto a Kevin Smith y charlando como si hablaran de fútbol o de minas… ¡y el chabón escribió The Invisibles”!
¿Cómo encaja?
Y ya que hablamos de esa obra, él dijo que con ella se propuso cambiar el mundo. No sé si lo logró, no sé si es la más popular de todas su creaciones, pero mientras más me zambullo en sus páginas, más la disfruto, más tesoros escondidos afloran a la luz. Uno debe convertirse en una especie de arqueólogo del sentido para lograr la perfección del texto.
Se caga de risa de quienes le dicen que se repite a sí mismo. Hay una escena en Batman Incorporated (una de sus obras más ambiciosas) en que alguien le dice al críptico Dr. Dedalus, justamente, si no se estará repitiendo. “Heh…” contesta. “Chupala” piensa, y si creés eso, allá vos. Lo mismo podría decirse de Sócrates, por ejemplo, hablando siempre de la vida y la muerte y el ser y cosha golda.
Intento escapar de los libros que analizan sus historietas. No voy a negar que me fascina encontrar algún párrafo en internet hablando de tal o cual obra y descifrando tal o cual significado oculto de tal o cual pasaje… la verdad me encanta y me fascina. Pero… ¿no es mejor descubrirlo por uno mismo? Llegar a conclusiones y certezas a través del pensamiento propio y de la auto búsqueda de un sentido específico.
El mismo escocés se queja del desgranamiento de sus historias y lo dice en Multiversity. Creo que es Sivana quien en cierto momento tira la noción de que cuando querés desmembrar la magia y explicarla mediante la ciencia, perdés toda la gracia del asunto. Invisibles arranca (las primeras palabras de la obra) con “Bueno, empecemos de nuevo”. El autor sabe, es consciente de que lo que hace es complejo, que te exige, y que para que lo entiendas del todo tenés que leer y leer hasta desfallecer. Sabe que (y justo en una historia como la que nombré) el significado está bajo capas y capas de texto. Y que nunca es la misma cada vez que la leés.
Lo único que podría criticarle es su desmesurado ego. Pero en su defensa, diré que es algo común en los GENIOS. Le pasa a Moore, le pasa al gran Víctor Hugo (al francés, no al gran charrúa, mártir defensor de ideologías populares). Tiene un ego tan grande que en su maravilloso Supergods (libro que no me canso de recomendar desde aquel 2011 en el que me voló el peluquín) recorre la historia de los superhéroes desde su nacimiento en 1938… y pronto se va aburriendo y no puede dejar de hablar de sí mismo. El libro termina por ser parte historia de los comics y parte autobiografía… y quizá sea eso lo que lo vuelve una excelente lectura.
Morrison emana luz. Sus historias son frescas, luminosas, llenas de color y de un brillo inigualable. Pero además, casi sin esfuerzo (al menos eso parece) el tipo pela obra maestra tras obra maestra y parece todo ser parte del mismo universo, de la misma melodía, en una sinfonía que ojalá no acabe nunca.
Es casi lo opuesto a la mayoría de sus colegas: con los años, se vuelve mejor. El nivel de profundidad se acrecienta con cada revista, cada libro. Yo, cuando sea grande, quiero ser Grant Morrison.
¿Vos no?
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