La Mansión Wayne

Hoy cumplí 83 años. Es raro, sigo yendo por la calle con mis largas barbas, mis pantalones sueltos, y mi remera de Superman

Ocaso

06/06/2014

| Por Bruno Magistris

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PortraitsAA-1Hoy cumplí 83 años. Es raro, sigo yendo por la calle con mis largas barbas, mis pantalones sueltos, y mi remera de Superman. La gente que me ve ahora me sonríe, como diciendo “qué viejo canchero”. Y pensar que por años, siendo mucho más joven, en vez de eso pensaban algo no tan grato. También me miran extrañados en el tren, cuando pido por favor un asiento y saco de mi morral una novela gráfica. “Mirá al viejo este”… seguro, seguro piensan eso.

Clak-clak-clak, el tren comenta.

Pero, no jodamos, con la edad que tengo no debería preocuparme qué piensan de mi, ¿no? Y la verdad es que no lo hago, no señor. Digo todas estas cosas como algo curioso nomás, como un detalle en esta vida larga y frondosa que Dios me ha dado.

Y debo agradecerle muchas cosas. Primero las obvias: mi mujer, mis hijos y nietos, mi familia tan grande y bella. Los momentos únicos, los partidos de fútbol, las sobremesas, las alegrías y tristezas.

Todo eso, obviamente, es lo más grande. Pero también está lo otro, lo complementario, con lo cual también, de no tenerlo, se nos haría difícil seguir: el arte.

Y en mi caso nunca fui muy asiduo de pintores, o poetas, o arquitectos. Sí leí mucha literatura, grandes autores que han logrado sacudir la fibra más íntima de mi ser. Pero no ha sido eso lo que más me ha impactado, no.

La Historieta fue. La historieta, carajo.

Tantos años, tanta grandeza, tanto talento que pasó por sus filas, y todavía sigue siendo un arte bastardeado. Quizás (seguramente) lo será siempre, no lo sé.

Pero aún este cerebro magullado recuerda los primeros “amores”, las primeras viñetas y colores. Las primeras sorpresas, las obras maestras, las historias que me hicieron entrar para ya no salir.

¿Cuántas páginas habrán sido? El número existe, lo sé, y alguien lo conoce. Todo tiene un número.

Pero quizá no lo sepamos nunca porque no es importante. Lo que queda, lo que se aferra a nosotros con uñas y dientes es lo intangible, lo no-matemático, lo imborrable.

Aquellos autores que hoy ya han muerto, que solo unos pocos recordamos. Aquellos con los que crecí y que me dieron tanto sin nunca saberlo. Todos muertos, al menos los que más apreciaba. “Viven en vos”, diría alguno. Y quizás en este caso sea cierto. Quizás SIEMPRE fue cierto.

Siempre, hasta el día de hoy, me creí parte de una secta secreta poseedora de una joya escondida, una piedra preciosa oculta, una “gema del infinito”.

No sé cuántos años me quedan. El futuro es siempre un poco más corto y menos luminoso, y me hace girar el rostro hacia atrás para buscar la poca luz que supe encontrar. Y vuelvo a mirar aquellos libros, aquellas páginas hechas sólo para mi (siempre es sólo para mi) y no puedo evitar emocionarme e inundar mis ojos con el melancólico rocío del alma.

Gracias, gracias por todo. Han hecho de mi vida una experiencia única, maravillosa y, como ya dije, secreta.

> on August 13, 2010 in Kuehlungsborn, Germany.Bajo estas ropas gastadas, llevo siempre el símbolo de lo que supe ser y de en lo que quizás algún día me convierta. Aquella S que me dejó volar, y sentir el viento en el rostro, y tocar las nubes.

Lloro de alegría, y abrazo con la poca fuerza que me queda a todo ese mundo que me dio tanto, tanto… Quisiera volver a tener 10 años, en pantalones cortos corriendo al kiosco, pidiendo la Patoruzú, prestándosela a mis amigos, consiguiendo otras, buscando, sorprendiéndome, maravillándome…

Clak-clak-clak responde el tren…

Y mientras pienso, veo de nuevo los rostros de quienes me miran sonrientes agarrados del caño del tren; y me creen un semi-idiota senil que no deja de ser un viejo gracioso.

Ah… siempre igual.

Llego a casa, abrazo a mi Natalia (viejita linda, compañera de tantos caminos pedregosos) y, sin soltarla, te guiño el ojo a vos, mi querido lector…

No le sueltes nunca la mano a ese compañero que nos llevó siempre por el camino del color.

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