La Mansión Wayne

El mundo de la historieta es uno plagado de pruebas a uno mismo. Atravesar los desafíos que implica ser un seguidor fiel a veces puede ser muy difícil.

Recuerdos de juventud

04/10/2016

| Por Bruno Magistris

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kn2hcfyLa adolescencia suele ser una edad de mierda. Más allá de si tuviste la suerte de tener un buen grupo de amigos con los que supiste cagarte de risa (cosa no tan común), la búsqueda de una identidad propia suele estar minada por cientos de reveses que nos hacen dudar y hasta a veces recular en las decisiones que quisiéramos tomar.

Descubrí los cómics en esa edad fatídica. O mejor dicho, comencé con el cebamiento propiamente dicho, ya que desde chiquito leía Patoruzú y Condorito y hasta Gattín y el Equipo, pero nunca con ese hambre de más y más que supe tener luego. Fui a un colegio del Estado, el Comercial Nº 1 de Ballester. Los primeros dos años fueron relativamente sin problemas. Aunque nunca tuve una amistad fuerte con nadie de allí (seguía viéndome con los verdaderos amigos… los de la primaria), la pasé relativamente bien. Pero en tercero hubo un movimiento extraño en el que nos juntaron con otro curso mucho más heavy, en donde cada clase era una lucha por la supervivencia que no estaba nada buena. Cualquier cosa detonaba un combate a muerte puertas afuera, y si bien el hecho de ser grandote me dio cierta licencia en esos temas, tuve mis momentos de profundo temor por perder la vida (fuera de joda).

Pero en fin… los días pasaron, y luego años y logré terminar el secundario. Y es medio obvio que no tuve amigos comiqueros en aquellos tiempos. Si llegaba a llevar algún comic de… qué sé yo… La Muerte de Superman, por ejemplo, corría el riesgo de recibir un cuchillazo en el cuello por tan sólo eso.

imagesVaya uno a saber por qué, quise ir a Bariloche. Si bien la pasé como el culo, algún que otro momento rescatable me llevé de esa experiencia. La primera, que cierta noche a alguien se le ocurrió ir a una fiesta de disfraces en un boliche. Fuimos todos a la tienda a elegir alguno, y si bien miré con cierto cariño uno de Batman (al estilo Burton) que estaba colgado, no me animé. Preferí algo más conspícuo (gracias Dr. Brown) y terminé eligiendo dos pinturas para el rostro: una negra y una blanca. The Crow fue apareciendo en mi rostro lentamente, y con remera y pantalones negros, el efecto fue perfecto. Iba por la calle mirando fijo a la gente y algunos hasta se asustaban (repito, soy algo grandote y no era un espectáculo tranquilizador encontrarme así por las noches).

86c30c0c17972890f958b52a582441caLo segundo que me llevo de ese viaje espantoso, es que mis viejos, en un acto de amor como los que siempre hacían por mi, me dieron cierta guita para gastar allá. Nunca fui amigo de los tragos, ni del faso, ni de boliches, ni mucho menos… así que gasté lo esencialmente necesario para pasar desapercibido en un ámbito que continuamente está buscando lo diferente para exponerlo y burlarse. Como dije, gasté poco y nada y me quedé con casi la mitad de la guita. El primer fin de semana luego a volver, me tomé el bondi y me fui a Genux, comiquería famosa de aquella época (1996) y me compré (con esa guita) el TP de Watchmen (hasta entonces la tenía sólo por Zinco), y los tomitos indiviuales (cuatro en total) de Kingdome Come.

Me dio cierta culpa, porque en teoría a mis viejos les había costado mucho juntar esa guita para que yo la tuviera, pero al fin y al cabo…¿el propósito de esa guita no era gastarla en algo que me diera felicidad?

Crecer suele ser difícil. No estoy con estas palabras diciendo que a todo comiquero se le haya complicado tanto manifestar su amor por las historietas, solamente contando mi historia personal.

Quizás hoy sea un poco diferente, y llevar una remera del Capitán América por la calle sea algo cuasi normal. Vemos infinidad de personas caminando felices por la vida de esa manera: desde el nene de 4 años hasta el padre de casi 40. Lo raro se volvió cool. Los geeks son los modelos a seguir en esta sociedad tan cambiante. Sinceramente, no me animaba a ir con una remera de Batman cuando era adolescente: el estigma social (al menos en donde yo crecí) era muy grande.

Hoy todavía tengo ese TP de Watchmen. Aunque pensé varias veces en venderlo y conseguir la edición Absolute, recoloreada, con extras y toda la bola… siempre lo miré con cariño por ser fruto de una forma de querer vivir mi vida.

watchmen-graphic-novel-tpb-1986-1987-6th-printingEl desprecio por la historieta quizás hoy no sea tan grande, pero está lejos de haber desaparecido. Y cuántos pibes habrán dejado de leer porque “no daba” seguir con esas cosas para pibes en un entorno que no lo hubiera entendido nunca. ¿Cómo le explicás la gloria de DKR a alguien que ni siguiera entiende, y menos comparte, el amor por una historia? Más allá del formato o del medio en el que se inscribe. Desde chico, las historias han sido parte de mi vida. Me fascinaba su mecanismo, su mundo pefectamente descripto y aprovechado (cuando estaban bien escritas). Historias como Volver al Futuro (quizás la primera en volarme la cabeza), o Pulp Fiction. O The Wall, ya yendo a la música. O Star Trek en televisión. En cada medio, en cada forma de expresión artística hay maravillas inconmensurables. Pero a todas se las acepta sin ningún reparo, salvo a las que aparecen en forma de historieta.

Repito… crecer es difícil siempre. Encontrar (y mantener a rajatabla) la personalidad de uno mismo es algo que siempre pende de un hilo, y dependerá de la voluntad que tengamos en afrontar lo que sea que venga a desafiarnos. Seguramente hemos hecho cosas muchas veces para fundirnos con el entorno, para “zafar”, para no llamar la atención. Y cada vez que eso pasa, perdemos algo de nosotros mismos.

El mundo de la historieta es uno plagado de pruebas a uno mismo.

Atravesar los desafíos que implica ser un seguidor fiel a veces puede ser muy difícil, y más de uno se habrá quedado en el camino (yo estuve ahí…).

Hoy, la cosa está como empezando a cambiar, creo…

¿Es así?

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