La Mansión Wayne

En la breve The Golden Child, Frank Miller se reencuentra con el progresismo y vuelve a insinuar un nivel de calidad más que interesante.

Revolución en la revolución

05/10/2021

| Por Bruno Magistris

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La política en los comics mainstream. Algo no tan común, ¿no? Seguramente hay pocos autores que se hayan metido con ella en sus historias, o que hayan tenido una impronta políticamente tan marcada y delineada a lo largo de toda su carrera. Y Frank Miller es uno de ellos, sin ninguna duda.

Batman contra el gobierno

Batman contra el gobierno

Seguramente muchos dirán ahora que Miller está acabado, que es un viejo choto, facho, arruinado, a punto de morir. Y quizás tengan razón. Pero en la vida de una persona (y en lo que deja detrás) hay que poner en la balanza sus mejores y sus peores momentos (artísticamente hablando, of course). Y Miller supo ser un GENIO, así, con mayúsculas. Uno de esos tipos que hicieron avanzar el medio, que lo empujaron hacia adelante, que fueron vanguardia, que lo cambiaron para nunca volver a ser lo mismo.

Conforme uno crece y se va inclinando hacia algún tipo de hobby, pasatiempo o hasta (my god!) incluso alguna de las Bellas Artes, debe encontrar en su camino, infaliblemente, algo que lo enganche y le genere la sed de más, el ansia de continuar, la necesidad imperiosa de conseguir más de aquella nueva droga que se apropia absolutamente de nuestro sentir. Y cuando sos un pibe y, por algún misterio insondable del universo, cae en tus manos una historieta, si tenés la suerte de conectar con ella y que hasta te genere cosas, lo más probable es que intentes conseguir otra. Y otra. Y otra. Y así hasta la perdición de los que (seguramente) están leyendo esto.

Tal vez muchos de los que estamos aquí en este foro (me incluyo fervientemente) no lo estaríamos sin tipos como Frank Miller, o Alan Moore, o Neil Gaiman. La historieta habría sido quizás tan solo un pasatiempo para luego decantar en otras obras artísticas. En mi caso, leía salteado y me gustaba, sí, pero cuando en mis manos cayó el DKR… mamita. La matriz se recalentó y estalló en miles de urgencias y ansias y necesidades extremas de conseguir algo que fuera, con suerte, similar a eso. Y cada nueva historieta de Batman era otro posible hallazgo magistral como aquella de Miller (y la mayoría caía en una triste decepción al ver que no lo era). Por eso digo, que el tipo te catapultaba no solo a conseguir más de lo que él mismo hacía (Daredevil, Elektra, whatever) sino que te encendía esa llama que aún quema por dentro y que nos hace siempre querer conseguir más. Como todos los Grandes.

¡Revolución!

¡Revolución!

Pero en fin, como dije, el tiempo fue pasando y al atravesar a Miller, ese contínuo devenir de las cosas lo fue deteriorando y casi borrando como si él mismo fuera un dibujo, hasta lo que es hoy. Lo que no quita que mi biblioteca se honre con cada una de sus obras (bueno, no con todas, pero con la mayoría). La política, como señalé al principio, está siempre presente en sus historias. Su opinión política, su “militancia” política. DKR la tiene. La segunda parte “Dark Knight Strikes Again” también la tiene, y mucho más marcadamente. Pará, seguro estarás pensando que no se puede comparar una con otra, y tal vez sea cierto. Muchos tienen a DK2 como una bosta insalvable, con lo que no puedo coincidir en absoluto. Si bien el dibujo de Miller ya no es lo mismo (y ni siquiera los colores de Lynn Varley, que tanto levantaban la obra anterior); si bien la narrativa se hace por momentos simple y sosa; si bien parece por momentos estirada y demasiado sacada. Aún así, digo, no deja de ser una gran historia. Vamos, Batman onda el Coronel Kurtz no está tan mal. El tipo plantea básicamente una Revolución, tomar el poder, dejarse de joder con atrapar villanitos, y de una vez por todas hacer de su mundo un lugar mejor. Seguramente no demorarán en opinar los trolls que pululan por los comentarios de Comiqueando (¿quién iba a decir que había tantos, tan virulentos, tan llenos de odio, tan fachos, tan ignorantes?) que Miller no es ningún revolucionario sino más bien todo lo contrario. Puede ser. Alguien decía que lo importante no era de qué lado del caballo uno subía, sino que lo esencial era que si subías por la derecha, bajaras por la izquierda. El amigo Frank tuvo varias caídas y vueltas a subir, pero creo que tendió más (si hacemos un promedio) por el lado de los good guys.

Andy Kubert on fire.

Andy Kubert on fire.

En fin, vuelvo a su devenir en Batman, luego del DK2 vino “The Dark Knight: Master Race”. Allí ya se lo ve notoriamente acabado en la faz gráfica (los inserts que mete dibujados por él dan realmente pena) y si bien Brian Azzarello (coautor del guión) ayuda a intentar una coherencia en la historia, lo cierto es que todo termina yéndose a un lugar extraño para ese mundo milleriano batmanesco… Tiene bajada de línea, pero parece más una historia mainstream, del montón, que algo suyo. Andy Kubert la descose (tengo debilidad por este dibujante). Y Romita Jr. Intenta estar a la altura del rol histórico en “Last Crusade”, pero es más de lo mismo.

Y cuando todo parecía acabado, pela (de la mano de un maravilloso Rafael Grampá) la última incursión en su propio universo, con “The Golden Child”, una novela gráfica cortita, con un poder visual inconmensurable (gracias a nuestro amigo brasilero), en donde Miller ya no se apoya en Azzarello y hace lo que mejor sabe hacer: volver un poco a aquella bajada de línea política que tan bien maneja, y a jugar con personajes que salieron de su propia rosca con Batman. Donde Darkseid (nada menos) y un nuevo Joker recurren a la política (y no a guerras intergalácticas) para dominar a la gente. Con revueltas callejeras, Donald Trump, Bolsonaro, trolls (¡hola amigos lectores fachos, a putearme!), bajada y bajada de línea. No es una historia de Batman (el amigo Wayne no aparece) sino de aquella niña “robinesca” que viene de tanto tiempo atrás y que hoy día ya es la nueva encarnación de un quiróptero femenino.

Rafael Grampá también on fire.

Rafael Grampá también on fire.

Revolución, una “vuelta al progresismo” tímida pero que está ahí, kilombo, palos, política, metatexto entrecruzado con la realidad (nuestra). No es la octava maravilla del mundo, pero es un paso adelante para un tipo (un GENIO) que ya no parecía generar nada nuevo e interesante en este contexto, y que sin que nadie lo viese venir peló esta historia cortita y tan interesante. Y que es hasta muy buena, contradiciendo cualquier predicción o prejuicio que uno pudiera tener con respecto a un nuevo trabajo suyo. Y que es hasta osada en su concepción.

Y hasta políticamente incorrecta.

El universo batmaniano de Miller es mi placer culposo: me encanta, me atrae, lo banco. No puedo defenderlo demasiado luego de su primera entrega. Pero con esta última, las chances de bancarlo a muerte subieron exponencialmente.

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