La Mansión Wayne

Tuvo un sueño: soñó que vivía en un mundo en el que nada era igual, en el que la historieta era despreciada, ignorada, humillada constantemente.

Tierra C

20/11/2013

| Por Bruno Magistris

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moebius-surferPrendió la tele. En el canal de noticias, dos críticos se insultaban el uno al otro, cada uno defendiendo una época diferente del Silver Surfer. El primero resaltaba los valores inapelables de un artista como John Buscema, mientras que el otro levantaba un pulover desgastado para mostrar una remera del personaje ilustrado por Moebius. En pantalla, el título: “SILVER SURFER: ¿LLORON GALACTICO O HERALDO CÓSMICO?”. Asqueado, apagó el aparato. Terminó de desayunar y salió. En el andén de la estación Oesterheld sintió que, nuevamente, el tren iba a demorar más de la cuenta. Decidió tomárselo con calma; se sentó tranquilo, abrió el bolso, y sacó su “Marvel: Crisis on infinite multiple parallel earths” de Grant Morrison, para leerlo por vaya uno a saber qué número de vez. Concentrado, casi no notó que dos hombres pasaban por su lado y que, al alejarse, uno le decía al otro: “Lee Marvel, el puto…”

Los ignoró. El “acelerador del tiempo” en sus manos no falló y, antes de que se diera cuenta, el andén rebosaba de gente y el tren llegó por fin. Se coló como pudo hasta la mitad del vagón, como hacía siempre que podía, y allí viajó hasta Retiro. Parado junto al asiento, vio a una chica que leía con suma atención un Eternauta (versión Azzarello/Lloyd) algo roído, y sonrió. En los carteles publicitarios del techo, leyó: “POR FIN LLEGÓ, LA ESPERA TERMINÓ: JUSTICE LEAGUE ARGENTINA. POR GRANT Y ALCATENA. BUSCALA EN TODAS LAS COMIQUERIAS DEL PAIS”. Aunque no dejó de entusiasmarse, sintió que algo le hacía ruido en ese título.

Llegó a Retiro. Bajó del tren y emprendió la marcha de siempre hacia Puerto Madero, sus quince minutos a pie restantes de camino al laburo. Mientras iba entre el malón, alguien le dio un volante: “¿QUERES ESTUDIAR DIBUJO? ¿GUION? ¿EDICION DE COMICS? INSCRIBITE EN LOS CURSOS GRATUITOS DE BUENOS AIRES. INFORMES…”.

Pasó por un kiosco y se detuvo un segundo. Le había prometido a su sobrino que le compraría la Billiken. No la encontraba: todo eran comics. Se molestó un poco de que cualquier revista que no fuese historieta siempre estuviera relegada a un segundo plano. “No venden un carajo”, dijo el kiosquero. “¿Qué querés, que las ponga adelante de todo? Olvidate. Si recién llegó el número 29 de Authority y me lo sacaron de las manos…” Pagó, intentó hojear el número del cual le hablaba el vendedor (y que no le dejó casi tocar, no vaya a ser que lo dañara) y siguió viaje.

moorelee2Por fin llegó. Alicia Moreau de Justo se extendía en toda su belleza, cada edificio adornado con un estilo pictórico diferente. Saludó a la empleada de seguridad (que leía a escondidas “A Dame to Kill For”, y que con su look furtivo no engañaba a nadie) y subió al ascensor.

En el monitor de noticias breves se leía: “…la edición de Big Numbers rompe nuevo record. Editores satisfechos acceden a la excarcelación de Al Columbia.”

Bajó. Llegó a la puerta de entrada y puso, como de costumbre, el pulgar en el lector digital. La luz roja pasó a verde y en la pantalla se leyó: Hugo Martínez, Pantera Negra”.

Saludó a todos, se sentó en su máquina y abrió el programa para laburar.

Puso la radio. En el programa de Accorsi, una canción de The Cure dio paso al invitado de la semana: Alan Moore.

La entrevista duró más de dos horas, en la que se habló de política, magia, sociedad y, sobre todo, de historieta. El bardo inglés declaró que estaba encantado de visitar por tercera vez nuestro país, y que específicamente había quedado fascinado con la vigésima edición de Fantabaires, en especial por la cobertura mediática que, según sus palabras, “había retratado el mundo del comic con tanta inteligencia y conocimiento como fuera posible”.

Llegó el mediodía. Salió a comer y, más que nada, aprovechar la hora para leer algo. Había llevado también el mítico ejemplar de Batman en Argentina, que por tanto tiempo había querido conseguir y que hacía muy poco le habían regalado en la empresa como premio de fin de año.

El sol brillaba y las nubes sólo eran molestadas por una avioneta que llevaba el siguiente cartel: AVENGERS 4. EN EL IMAX DE TU BARIO. DC, CHUPALA.

La hora pasó. Volvió a laburar y tras mucho esfuerzo llegó al final del día.

Antes de irse fue al baño. Sonrió al comprobar el justo uso que el papel higiénico tenía decorado con ilustraciones de Gaturro.

En vez de caminar, decidió tomar el colectivo hasta Retiro. En Alem, en el Ministerio de Trabajo, la calle estaba cortada por piqueteros que reclamaban mejores condiciones laborales. Carteles de “MEJOR PRECIO POR PÁGINA”, “CONDICIONES FAVORABLES PARA TODOS LOS ARTISTAS”, “MOEYO TRANFUGA” y demás.

Puteó, ahora el colectivo también demoraría, me cago en ellos.

Dos horas después, bajaba nuevamente en Oesterheld y emprendía la caminata final hasta su hogar.

wwwLlegó, saludó a su mujer y a su pequeña perra y se dio una ducha antes de cenar. Por fin se acostó y prendió la tele. En TH, otra discusión: BURTON-NOLAN, ¿VERDULERO Y PROCER?

En el estudio había ciertos personajes disfrazados de parcas, gárgolas y murciélagos bizarros. En la otra punta, gente de traje con cara de realista.

Basta, dijo. Me va a explotar la cabeza.

Se despidió de su mujer, apagaron la tele, y se durmió.

Tuvo un sueño: soñó que vivía en un mundo en el que nada era igual. La historieta era despreciada, ignorada, humillada constantemente. Nadie las leía más allá de la pubertad. Los kiosqueros las rompían, casi sin exhibirlas. Las comiquerías, antros mal atendidos con precios astronómicos. Los artistas, infradotados; los lectores, gente con serios retrasos mentales. Era agobiante, siniestro. Despertó en el medio de un grito ahogado mientras tomaba por el cuello a un kiosquero que no sabía qué era Comiqueando.

-Dios mío -dijo. ¡Qué pesadilla!

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