Mundo Morrison

Esta es una de las historias más redonditas, de las más humanas y emotivas nacidas de la pluma del genio escocés.

Joe the Barbarian

27/11/2018

| Por Bruno Magistris

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51rWQwn2KYL._SX319_BO1,204,203,200_Joe es un pibe, un adolescente tímido y retraído al que bardean en la escuela. Su padre murió en el ejército, durante una misión, y vive solo con su madre. Le gusta dibujar, tiene una imaginación fértil, y en especial se inclina por los caballeros de armadura. No les va muy bien de guita, y quizás tengan que dejar la casa en donde se crió. Esa casa que es como un castillo, en lo alto de una colina, con muchas habitaciones, y un ático en donde tiene su habitación, llena de juguetes y frikeadas. Para entrar, tiene que trepar por una escalerilla de soga que cuelga, y es en sí un refugio. El techo deja entrever el cielo, y cuando llueve los rayos iluminan su cama. Tiene una mascota, un hamster al que llama Jack, que corre en su jaulita. Ah… y un detalle: Joe tiene hipoglucemia. Si no come algo dulce cada determinado tiempo, tiene ataques en donde puede perder el conocimiento o no percibir correctamente lo que le rodea.

Esa es la base de esta historia aunque, como todo lo que pergeña la mente de Grant Morrison, es tan sólo la punta del iceberg. Porque todo arranca cuando Joe se queda dormido y se olvida de comer su barra de chocolate, y todo empieza a tener una especie de ataque de “hipo” (como lo llama él) devastador: los muñecos, las figuras de acción, de repente cobran vida y su mundo cambia, se transforma, y de pronto ya no está en su cuarto sino en un lugar muy diferente, en un mundo en donde todos esos personajes (desde Picard hasta Marty McFly, desde el Iron Giant hasta Batman) son reales y pertenecen a una cultura en donde él, Joe, es un “niño leyenda” que está destinado a salvar esa región cuasi onírica a la que llaman hogar.

a2a42b9c5b86c0494b82bd5f1e78598a._SX1280_QL80_TTD_Y el pibe se da cuenta de que lo que está viviendo es (tiene que ser) una alucinación provocada por su olvido de mantener su azúcar interna a raya, pero la historia lo va llevando de la mano en una especie de gesta de caballería hacia un “algo” que definirá su propia existencia y hasta su futuro. El hamster pasa a ser un guerrero antropomorfo con forma de roedor gigante, grosso luchador con espada fastuosa y que se rige por un código moral intachable, del cual se hace amigo y estará con él hasta el final de la historia.

Las realidades (“real” y “ficticia”) comienzan a entrecruzarse cada vez más, y lo que resultaría imposible en la nuestra (la de Joe), es totalmente posible en la otra. Por momentos, son los productos de su imaginación (¿es su imaginación?) los que cuestionan que pueda existir algo como un grifo del cual saliese agua.

La idea de Joe es llegar hasta la cocina (recordemos que su habitación es en el altillo y la cocina dos pisos más abajo), abrir la heladera, tomar una gaseosa y volver a la normalidad. Pero cada paso que da, cada decisión que toma, debe luchar con una realidad que fluctúa entre una escalera de cuerdas y un puente levadizo de un castillo medieval.

joee-600x450En el medio van apareciendo personajes que ya hemos visto en su mundo “real”, como los pibes que lo bardean en el colegio, o la mina de la que está (quizás hasta sin saberlo) enamorado. Y a cada minuto, todo se va volviendo más difícil. Joe, a medida que su azúcar en sangre se vuelve más incontrolable, se va anclando más y más en su mundo imaginario y solo en casos de peligro extremo emergerá de él para tener un leve momento de lucidez. El objetivo de su vida comienza ser vencer a las entidades que quieren destruir “Toyland” y ayudar a la reina (con un sorprendente parecido a su propia madre) a mantener el reino unido.

No contaré el final, sino simplemente diré que es tan perfecto como emotivo, en donde todo (realidad “real” y realidad “ficticia”) confluye y se une en una maravillosa conclusión a la que sólo Morrison podía llegar.

3983746009_1dd5f81c59_oDe todas las obras del escocés, esta es la que menos se le parece. Y no lo digo con intenciones de menospreciarla, ni mucho menos. Personalmente es una de las que más me gustan, de las más redonditas que he podido leer de su pluma, de las más humanas y emotivas. Y si bien su estructura está plagada de giros insospechados y conceptos volados, no es esa narrativa lisérgica que supo entregar en Invisibles o Doom Patrol o incluso en Batman Inc. Es otra cosa, el tempo narrativo es más lento pero no menos elogiable. Los personajes viven y respiran y llegás a quererlos, a desear que todo termine bien (en Morrison eso nunca es garantía).

La faz gráfica está a cargo del maravilloso Sean Murphy, que acá decididamente la descose en los fondos, en la narrativa, en la habilidad en los diseños, en el manejo maravilloso de un lápiz ágil y dinámico. En el manejo de la luz y las sombras, en las expresiones perfectamente puestas en las caras de los personajes cuando tienen que ser así y de ninguna otra forma.

En resumen: Joe the Barbarian es una gema, quizás no tan valorada en la extensa carrera del escritor. Ocho numeritos editados entre 2010 y 2011 por el sello Vertigo que se recopilaron en un hermoso libro que no puede faltar en tu biblioteca.

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