“Las puertas son la esencia del misterio, separando dos áreas distintas, manteniendo las cosas separadas. Son una barrera, un límite, que debe ser negociado antes de poder atravesar el umbral. El misterio más allá es oculto a la vista por la puerta cerrada, y algún tipo de acción debe ser tomada antes de que el otro lado se vuelva visible y asequible a nosotros. La puerta cerrada está llena de potencial, por todo lo que puede haber tras ella, aún desconocido y oculto. Aunque la puerta cerrada puede ser también un límite, prohibiéndonos al acceso de contenidos ocultos”
En busca de alguna definición del sentido mágico o simbólico del concepto “puerta”, dí con esta. Y no está mal. También busqué acerca del número 8, y la magia de internet me devolvió esto:
“El número 8 es un símbolo de nueva vida, el cual revela que en ella no hay ni principio ni final. La vida es un bucle constante, eterno, que se alimenta a sí mismo. En muchas culturas, el 8 es el número de la prosperidad y la abundancia.”
¿A qué voy con todo esto?
Multiversity es otra de las joyas historietísticas que el genio de Grant Morrison nos regaló. A lo largo de 8 capítulos (y una guía detallada de la composición de cada Tierra) definirá de una vez y para siempre (o casi, como pasa siempre con DC) el universo de tierras paralelas que conforman su identidad. Y lo hace a través de personajes de la B, sin usar a los grandes cañones de la editorial, lo que vuelve la historia todavía más loable.

Tole-tole cósmico.
La historia: entes malignos amenazan con destruirlo todo, utilizando al Monitor más poderoso (Nix Uotan, aquel que el escocés creara para Final Crisis) como principal estandarte. Una selección de poderosos héroes de cincuenta Tierras deberá luchar contra estas fuerzas oscuras, aún a costa de su propia vida y arriesgarlo todo. ¿Suena trillado? ¿Suena a un lugar común del comic mainstream de historietas? Seguramente.
Pero nada es así cuando surge de la pluma de un escritor que intenta renovarse (aunque revolotea siempre sobre los mismos meta-tópicos) con cada obra que genera. El amor que tiene por DC es tanto, que se tomó el tiempo no solo de crear una saga inolvidable, sino de terminar de dar forma a su universo, aquel que vemos en 2D y que solo cuando cae en sus manos adquiere una autoconsciencia que lo empuja un poco más allá.
Morrison conoce este universo al dedillo, y a la vez trae todo su bagaje cultural de vastos conocimientos acerca de la magia, de la religión, de la poesía, de los mitos, del universo y de aquellas fuerzas que operan en él e influyen en (y se dejan influir por) nosotros.
Es especialista en la sutileza. En su fabulosa “Batman R.I.P”, califica al Joker de sufrir “apofenia”. Definición: la experiencia de ver patrones y conexiones en sucesos aleatorios. Y seguramente estaba allí proyectando su propio modo de ver las cosas, o de imaginarlas. La abundancia de información que suele meter en sus historias (comprimida, retaceada y a veces hasta algo escondida) hace que cada relectura mejore invariablemente la experiencia.

Maldita consciencia.
En todos los capítulos se habla de puertas (físicas, metafóricas, alusivas) que hay que atravesar para seguir. Y también del número 8 (representado en su forma numérica, o abstracta como símbolo de inifinito). En todos se habla de una amenaza inminente. En todos se reflexiona sobre el propio ser. En todos se intenta trascender, cambiar, ir más allá.
Como en aquella lejana historia del “Flash de dos mundos”, donde el héroe de la Silver Age conoce a su encarnación pasada a través de la lectura de historietas. Aquí pasa algo similar, pero en una escala todavía mayor: la realidad de un mundo, es ficción en otro. Los diferentes héroes que habitan estas páginas (y estas Tierras) se conocen entre sí por haber leído comics donde se plasmaban sus hazañas. Comics que empiezan a filtrarse entre realidades cuando una terrible fuerza maligna amenaza la vida, y un S.O.S se lanza hacia el infinito (y hacia cualquier Tierra que pueda captarlo) para luchar contra ella. Dicha batalla la veremos en los capítulos 1 y 2 (“The Multiversity”) y en el medio tendremos todos aquellos comics que se filtrarán entre los héroes y que ellos mismos irán leyendo. En especial uno, “Ultra Comics Lives”, que tiene una maldición especial y será el que detone el tole-tole cósmico. ¿Maldición de qué o quién?

Delineando el universo.
Es interesante cómo ciertos conceptos se repiten a lo largo de todos los capítulos. Como decía al principio, las puertas, el número 8. La puerta como posibilidad de cambio, de avance, de nuevo camino que se abre y que delinea una nueva percepción de la realidad. El número 8 como símbolo de infinitud (dado vuelta), de un universo que crece pero que nunca muere y que se reinventa constantemente. Morrison toma algunas de las 52 tierras que lo componen y te cuenta historias con ellas. Las más interesantes: la que sucede con los personajes de la Charlton (Blue Beetle, Nightshade, Captain Atom, etc), que son también los de Watchmen y que los trata como tales (racional al palo, compleja e inteligente, como todo lo que hizo Moore en la editorial). Otra es la de Billy Batson y la familia Shazam, mucho más light y “funny”. La de los hijos de los héroes (con Damian incluido) donde el principal agresor es el aburrimiento. La del Superman alemán (a quien veríamos tímidamente en Final Crisis) luchando con su conciencia. Y quizá la más importante de todas: la de un superhéroe consciente de serlo, que ya nombré (Ultra comics lives!).

Respeto por el Mago.
¿Y por qué es la mejor? Porque es donde Morrison mejor sabe hacer lo que le gusta hacer: con el metatexto, con el cruce de realidad ficticia y “realidad real”. Con la autoconsciencia que les da a sus personajes para enfrentar la amenaza de turno. Y tal vez, sea por eso que ese comic es considerado, en las demás tierras, como “maldito”. Tal vez, el exceso de consciencia (saber que la existencia es una mera creación de un “algo”o “alguien” no tan lejano) les termine jugando en contra. Tal vez, el villano en forma de huevo con alas de murciélago (es mejor de lo que suena) remita a eso: Ojo=Eye en inglés, que suena igual que “I”, o sea “YO”, como concepto abstractísimo de la autoconsciencia. Porque tal conocimiento (como cualquier revelación que afirme sin lugar a dudas la finitud de nuestra vida) sólo puede traer amargura y desesperación. ¿Y para qué ensuciar un mundo tan prístino, tan brillante, tan inmaculado como el del universo DC?
Bueno, convengamos que desde hace bastante tiempo que el barro lo ha salpicado, y mucho. Pero nunca (al menos desde que lo ha hecho el escocés en tantas oportunidades) tan evidentemente.

Loop eterno.
Es hermosa la idea que plasmó en algún lugar: si nosotros, lectores en un mundo de tres dimensiones, nos deleitamos con las aventuras de un mundo de tan solo dos. Si en ese mundo de dos dimensiones puede existir el concepto de que la ficción de ese mundo en realidad existe en otro, ¿quién sabe si nuestra ficción, la que leemos, pueda llegar a ser real en algún otro mundo paralelo al nuestro? Hermosa idea en verdad.
Pero dejemos de lado un poco esta auto consciencia que vuelve demasiado filosóficas hasta mis propias palabras.
No quiero dejar de recomendar esta historia por muchos sentidos.
Primero, porque es hermosa y perfecta.
Segundo, porque si sos fan de Morrison tenés un libro enorme por leer, con muchas páginas y mucha información.
Tercero, si sos fan del comic en papel, el libro como objeto es también bellísimo, en especial la edición yanki de tapa dura.
Multiversity es original, fresca, compleja, audaz, con artistas del nivel de Ivan Reis, Dough Mahnke, Frank Quitely, Chris Sprouse y Cameron Stewart, entre algún otro. Todos dejan la vida. Se nota que quisieron participar en este proyecto para entrar en la historia de la editorial por la puerta grande. Aquella puerta que siempre da la opción a otro camino, a otra realidad, a otra Tierra, a otra forma de hacer arte. Aquel que, si es grande, no desaparecerá nunca. Será infinito, como aquel número que no hace otra cosa que ser eterno.
3 comentarios