Una de las obras más imaginativas de Grant Morrison, The Filth, fue pensada originalmente como un comic de Nick Fury. Sin embargo, la transición a Vertigo hizo que esa idea se convirtiera en una mezcla alquímica que demuestra el potencial creativo que ofrecen los comics. Es cierto, puede ser un bodrio inentendible para algunos. Un delirio irreverente que no merece ir más allá del scan. Para el resto, es un deleite narrativo y visual. Surrealismo de lo más exquisito con un cierto toque de porno conceptual para darle picor.
Publicación
Los 13 números de The Filth se publicaron entre Agosto del 2002 y Octubre del 2003. Se recopiló en TPB al año siguiente. En el 2015 salió a la venta la edición deluxe, con extras y el guion original de uno de los capítulos.
En español, Norma Editorial la publicó en tres tomos dentro de la colección Vértigo. Posteriormente Planeta-DeAgostini publicó el integral en el 2011 y ECC se encargó de la edición deluxe en el 2017.
Un trío de ases
The Filth, junto a Flex Mentallo y The Invisibles, forman una trilogía temática en la que Morrison demuestra sus registros principales como guionista.
La metaficción donde hay una oda de amor a los comics de la Silver y Golden Age, el caso de Flex Mentallo. En The Invisibles es un orfebre de una épica con mucho desarrollo de personajes y que no llegamos a comprender hasta el final, pero igualmente atrapa. Finalmente, está el surrealismo absurdo con sarcasmo inteligente, que es The Filth.
Cuesta creer que The Filth fue originalmente pensada como una historia para Nick Fury, pero también es divertido imaginar qué hubiese sido si seguía su curso natural. Definitivamente no la misma obra.
Desde el momento en el que el protagonista, Greg, pasa de ser un solterón adicto al porno a un agente de una agrupación paragubernamental y secreta, hay un cambio total en la tónica del comic. Ese dramatismo gris del hombre solitario se cae a pedazos cuando el protagonista se pone el traje de colores, casi carnavalesco y la peluca de fantasía. Esa ruptura es la puerta que abre a un aluvión de ideas que engloban parapersonas, realidades fragmentadas, meta ficción de comics y mucha, mucha pornografía.
Hay que darle mucho mérito al buen Grant en este sentido. No cae en ningún momento en lo vulgar. Lo suyo va por la ironía más descarnada y buscar los lugares menos comunes con los que sorprender al lector sin renunciar nunca a su sentido del humor tan agudo. A veces le juega muy en contra, porque de lo imaginativo cae a lo ridículo e inverosímil. Logra retomar el pulso narrativo, pero estos baches sí hacen ruido.
El radicalismo narrativo
Nuestro querido escocés es un orfebre narrativo que conoce muy bien cómo atrapar al lector. Abre la puerta de sus viñetas con espacios que son conocidos, por lo general entornos urbanos donde muestra personajes que pueden o no ser carismáticos. Da la mano, saluda y luego comienza el viaje hacia el interior de su calva mente. Hay una sinfonía de elementos absurdos que comienzan a desdibujar la normalidad. Seres inimaginables de repente comienzan a invadir las viñetas y hacen comentarios sarcásticos con guiños sexuales. La realidad se fractura junto con la cuarta pared y el lector se convierte en un cómplice de una nueva forma de ver el mundo a través de las viñetas. Claro, para darle forma dentro del mundo del comic, sobre todo el comercial, tiene que seguir ciertas reglas. Primero un hilo que tenga el suspenso y la intriga típico de géneros como la acción o el de superhéroes. Segundo, jugar con peligros a los que los personajes tengan que enfrentarse, si es de manera imaginativa, mejor. Tercero, sorprender con giros inesperados y cuarto, que es lo más importante: Entretener hasta atrapar al lector.
El señor Grant conoce esos mecanismos. También es consciente de que hay una forma no convencional de encarar tanto a los personajes como a la narrativa: El radicalismo del que habla Robert Mckee en el libro del guion. Básicamente habla de personajes no convencionales en mundos no convencionales. McKee define esta corriente como una falta de sentido tanto en la vida exterior como en la interior: en vez de continuidad, fragmentación; en vez de claridad, distorsión; en vez de inmersión emocional, exclusión intelectual; en vez de implicación, distancia; en vez de progresión, repetición. Es decir, mucho Morrison.
En esta oposición a lo ortodoxo, el Radicalismo se convierte en una suerte de cubismo narrativo, o en el caso de The Filth, en surrealismo impregnado de entornos simbólicos. Una vez que los engranajes de la historia se han puesto en marcha, puede pasar cualquier cosa sin otra razón más que seguir dando pinceladas a lo que de antaño era improbable. Es la imaginación salvaje puesta al poder de una trama que va aparentemente hacia lo impensado.
Llama la atención que el protagonista, Greg Feely, tenga tan poco carisma. Es un solterón adicto al porno y el único ser por el que siente cariño es Tony, un gato viejo y enfermo. Este cascarón es en realidad la parapersona o identidad secreta de Ned Slade, un agente de una agrupación conocida como La Mano, encargada de mantener el statu quo frente a delirios morrisionianos. Lo irónico es que lo mencionan como el mejor agente, aunque él no recuerda nada y simplemente añora volver a su vida gris como Greg y cuidar a su gato –otra vez el amor de Grant por los felinos-.
Ahora, volviendo a la teoría de McKee. “Los personajes radicales tienen poca relación con cualquier cosa ajena a ellos: ni dios ni sociedad, ni familia ni amantes. Están aislados e inmóviles o acosados y frenéticos”. A diferencia de otras novelas gráficas del escocés, el protagonista de The Filth no tiene grandes motivaciones. Simplemente quiere alejarse de todas las misiones delirantes de La Mano y volver a su vida. No tiene una evolución marcada, ni mucho menos cambios significativos. Es simplemente el artilugio narrativo que sirve de guía hacia el in crescendo imaginativo que es esta novela gráfica
Músculo visual
Chris Weston es un dibujante británico muy interesante. Sus primeros pasos en series de la 2000 A.D. como Future Shocks, le permitieron desarrollar un desenfreno visual muy imaginativo y a la vez coherente, cosa que también explotó en los primeros números de Lucifer junto al guionista Mike Carey. Por otro lado, en Judge Dredd demostró una gran capacidad para lo que es la narrativa de acción dentro del sci-fi. Esto se potenció en series como The Authority o la mini Fantastic Four: First Family. Cuando le tocó colaborar con cierto guionista escocés en nada más y nada menos que The Invisibles, tuvo que fusionar sus dos facetas para poder llevar a un buen puerto visual esos guiones cada vez más exigentes y surreales.
En The Filth hay un cambio constante de género dentro de lo visual. Va de lo urbano costumbrista, en donde se vale variaciones de ángulos y escorzos para mostrar su virtuosismo, al bio-punk duro con toques lisérgicos. Toma una base de diseños de trajes y vehículos que resultan funcionales a pesar de lo surreal. Los límites de lo biológico con lo mecánico son casi indistinguibles, cosa que recuerda a Existenz de David Cronenberg o al videoclip Army of Me de Björk -con dirección del genio de Michel Gondry-.
La química que hay con Morrison en The Filth es brutal. Los autores se potencian y llevan el comic hacia una experiencia visual que exuda creatividad.
La imaginación, la frontera final
Me cansé de escuchar que hay obras de Grant Morrison que no se entienden. Que son un delirio al que hay que encararlo con una combinación secreta de drogas que solamente conocen los fanáticos más acérrimos de su obra… bueno, esto no. En lo personal me parecen obras imaginativas, originales y muy divertidas que, en líneas de estructuras narrativas, tienen bases en lo clásico. The Filth es una muestra clara que encima se potencia con el dibujo.
Un comentario