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NOTAS

Old Pa Anderson + La Justicia

Old Pa Anderson nos muestra que una sociedad que ha sido fundada sobre cadáveres, a futuro sólo puede dar olor a putrefacción en sus instituciones.
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Martes 02 de septiembre

Invitados: Hermann + Yves H., John Rawls, Michel Foucault, Walter Benjamin, Hannah Arendt  y otros amigos.

¿La justicia es un concepto o una acción? ¿Es algo que se obtiene o es algo que se ejerce? ¿Se puede o se debe ser justos? ¿La “Justicia por mano propia” se puede considerar justicia? ¿El foco debe estar en los hechos previos o lo que importa es el castigo?

Listita personal de injusticias insoportables: Castigar sin un juicio justo, golpear física y económicamente a los jubilados, un penal en contra (mal cobrado) en una final.
Listita de ausencias de justicia que disfruto: Batman, Daredevil, las películas de Charles Bronson, Liam Neeson o de acción ochentosas. Ay… qué difícil es no hacerle el juego a la ultraderecha con el entretenimiento pochoclero que nos regalan siempre.

Relaciones tóxicas bien mainstream hay muchas, podemos mencionar a Wanda+Mauro+La China, nuestra argentina y una economía próspera, los equipos de fútbol y la suerte, DC Comics y sus fans… Pero pocas toxicidades son tan históricas y universales como la relación entre justicia y legalidad: Se necesitan, se odian, cogen, se aman, se separan, y el ciclo se repite sin fin.

Es difícil hablar por separado de dos conceptos con tanta simbiosis porque por ejemplo: ¿Es justo que una persona de raza negra en los EEUU de mitad del Siglo XX tuviera que tomar café, viajar en colectivo o cagar en un lugar distinto que alguien de piel blanca? Está a la vista (lamentablemente no para todos) que es un acto de injusticia total, pero sin embargo era legal, y si hubo un juicio por transgresión de esas reglas, seguro castigaron duramente al morocho que tuviera los huevos o la inconsciencia para cruzar cualquier límite, incluso haciéndome el boludo con que ya de por sí poca importancia le tenía la ley a esa pobre gente que sufría el castigo racial de una sociedad hipócrita y salvaje.

Sólo los grandes pueden meterse con temas tan jodidos, y no sólo salen bien parados sino que encima dan cátedra del horror del que somos capaces. Por eso hoy nos toca masticar y tragar  una cena tan exquisita como amarga y desoladora, cocinada por las manos de los chef comiqueros Hermann e Yves H. (para quienes no lo sepan ¡son padre e hijo! Huppen es el apellido). Old Pa Anderson es un western moderno con una historia de venganza, un relato de catarsis y es también una denuncia social, pero sobre todo, es un viaje a lado oscuro de la sociedad y del sistema de justicia que hemos armado y en el cuál intentamos sobrevivir. La historia que hoy elegimos nos hace una pregunta durísima con su tan simple argumento: ¿Podemos perdonar a quienes nos causaron daño irreparable? ¿O la justicia significa necesariamente su sufrimiento, como una especie de retribución?

-¡Ey ustedes, controlen a sus hijos! Están haciendo quilombo en la vía pública.
-Perdón oficial… Lo lamento. No va a volver a ocurrir, lo prometo.
-La próxima vez los arresto… Negros sucios…
Fragmento de “Old Pa Anderson”

Y ya que estamos ambientados en la “América profunda” (¿eso no debería ser el Amazonas y no algún estado esclavista del Norte?) traigamos a John Rawls, un filósofo yanki que planteaba que para que las instituciones sean justas, deberíamos diseñar las leyes sin saber qué lugar vamos a ocupar en ellas, o sea, sin saber si seremos los opresores o los oprimidos. Spoiler desde la contratapa: Yves H. nos bukkakea desde el guion con un reflejo de lo que es la violencia institucional en el aparato jurídico, donde no solo falla en el balance para defender a los débiles, sino que es todo un alto guiso diseñado para aplastarlos cada vez más en todas sus escalas. Acá el belga eligió un pueblito y un protagonista de lo más mundano, pero tranquilamente esto puede ocurrir en un juicio laboral entre una empleada doméstica y un millonario que vive en un country. Dicho de otra forma, podríamos hacer matemática social y plantear la siguiente ecuación: Desigualdad social + sistema judicial corrupto + aplicación de la ley = Se garchan de parado a los pobre perejiles mientras los hijos de puta dominan el mundo… una cuenta que nunca falla.

Decía Michel Foucault que el poder no sólo es represivo, sino que también es productivo, en el sentido de que crea realidades y verdades, y es ahí donde cae el protagonista, donde nuestro Old Pa se da cuenta de que nunca vivió en otro lado más que en un laberinto sofocante de crueldad. Y acá me pongo de pie para aplaudir las caras que dibuja Hermann (no solo las caras, todo el comic es una puta maravilla) que en un cuadrito te transmiten todo lo que necesitas saber sobre la personalidad de cada uno de los garcas hijos de puta que se cruza en su camino de búsqueda justiciera, así como también el sufrimiento que llevan en sus espaldas varios de los personajes. Algunas escenas son tan sórdidas, pero hechas, con tanta altura que leer a Garth Ennis te va a parecer una parodia de una falsificación. Hay historietas tan bien hechas y tan fuertes que calan lo suficientemente hondo como para pedir que traigan un botón de “desleer”.

-Acabo de poner en su lugar a una familia de negros… Me están volviendo loco.
-Es por culpa de esos sucios comunistas, les llenan la cabeza con pésimas ideas. ¡Se piensan que pueden tener lo que quieran!
Fragmento de “Old Pa Anderson”

Walter Benjamin decía que todo sistema legal se funda sobre cierto grado de violencia. Dicho de otra forma: para hacer cumplir la ley y la justicia, utilizamos y legitimamos como necesarios muchos de los mecanismos, acciones y herramientas que antes prohibimos y condenamos, y esto es algo que vemos de forma continua en nuestra historia de hoy, donde solo hay polis para unos y palos para otros. Por eso es que cuando solo existen injusticias, la línea que separa las acciones de uno sobre otro se vuelven difusas. Tan difusas como cuando disfrutamos, como dije antes, de años y años de historias de vigilantes encapotados, arquitectos bigotudos devenidos en justicieros o pésimos padres de familia preocupadísimos por picanear al que le toca el culo a un familiar, y que van por ahí haciendo lo que creen correcto en un mundo que a todas luces tiene un daño irreversible. Y así y todo creemos en un concepto, que se basa en la satisfacción que sentís cuando con alguien que detestas se puede decir «¡se hizo justicia!». ¿No será que el propio sistema necesita de estigmas sociales? Esto puede ser por un lado para justificar su accionar sobre ciertos grupos, pero algo me huele a que hay mucho más de “ellos” necesitando a los “otros” para justificar su presencia aquí y ahora. Cualquier semejanza con el escándalo de ficha limpia, queda bajo su agudo análisis.

Aún así, de los lugares más oscuros pueden llegar ideas como las de Hannah Arendt (alguien que supo muchísimo del horror y la ausencia de justicia) para traer un poco de luz, ya que ella proponía que la única respuesta a un ciclo interminable de odio, injusticias y violencia es el perdón. Yves H. no nos otorga ningún tipo de respuesta sobre si el viejo Anderson debe perdonar o no a esos malparidos que manejan la ciudad: al contrario, la maestría que tiene evita hacernos caer en la trampa de romantizar la violencia del prota. La venganza no se presenta como una solución heroica, sino como un proceso doloroso y degradante en especial cuando siempre ha demostrado ser una victoria pírrica para quien lo transita, y como todo buen guionista, siempre deja la pregunta abierta: ¿Tenía otra opción con la que poder soportar vivir los años que le quedaran?

-¿Y qué pasó con él? ¿Lo arrestaron?
-Estamos en Mississippi, y acá arreglamos las cosas a nuestra forma. Que tengas un buen día.
Fragmento de “Old Pa Anderson”

​Si nos sacamos los bati-cinturones o la posibilidad de ser ciegos pero con ultra sentidos agudizados, sólo nos queda este viejo pulenta que nos tocó de protagonista y el mensaje de que quizás, nuestro sentido de la justicia esté infectado terminalmente por un deseo de venganza.
Old Pa Anderson nos muestra una vez más, que una sociedad que ha sido fundada sobre cadáveres (reales o simbólicos), a futuro sólo puede dar olor a putrefacción en sus instituciones, y que cuando la justicia se alquila al mejor y al peor postor por partes iguales, hay que tener mucho cuidadito con esos que desde adentro, dicen que buscan destruirlas sólo para hacernos caer en un canto de sirenas.