A esta altura Papa Fina tendría que mutar de piel y llamarse algo así como “tres de un par perfecto” o algo que juegue con la idea de tríada, porque hace ya varias entregas que meto de a tres. Hoy también, claro que sí, tengo tres historietas para comentarles.
Un blast from the past nacional y popular. En Diciembre de 1979, la revista Skorpio en su número 58 (que festejaba su quinto aniversario) comenzó a serializar La Maga, escrita por el poeta devenido en guionista Eugenio Mandrini y dibujada por Gustavo Trigo. A lo largo de seis números, se presentan cinco capítulos de una historia larga y un unitario. La primera es “Esa pálida señora siniestra”, donde conocemos a esta bruja poderosa cuyo nombre da título a la serie, y su enfrentamiento con la Muerte misma y sus esbirros, un par de zombies que acechan Buenos Aires. Mandrini no genera ningún trasfondo o lore en absoluto, simplemente se encarga de escribir una historieta sobrenatural bastante adelantada (al nivel que hay un cuervo que habla… ¿a qué les recuerda?) que se mete con el esoterismo de manera somera pero, dentro de todo, innovadora para la historieta argentina. También con una excesiva carga poética, tal vez de lo más raro que tenga La Maga a nivel guion. No es necesariamente malo, pero Mandrini se pasa dos pueblos al meter poemas que acompañan el guion de una forma sobre-explicativa por momentos, volada por otros. Todo esto apoyado por un Gustavo Trigo a punto caramelo, con unas puestas en escenas interesantes, un dibujo por momentos Klaus Jansonesco, con un uso del claroscuro fundamental para algunas escenas nocturnas o de garche, que tiran una onda gótica que le queda de diez al guion de Mandrini.

Nos queda un extra: el unitario, “Un pesado ropero de patas muy frágiles” (parece el título de una canción de una banda de rock progresivo argentino berreta, onda Espíritu) es superior a la historia anterior. En muy pocas páginas, vemos a La Maga aterrorizar a un pederasta que viola y asesina a una nena. Menos volado y más al hueso, acá nos comemos el amague de la posibilidad de tener más capítulos de este misterioso personaje y saber un poco más acerca de cómo obra, además de proteger su vida contra otros entes oscuros. Pero no, no hay nada más allá de estas seis apariciones. Existe una edición en físico, una suerte de anti-Santo Grial porque de tan escaso ya no se consigue, pero afortunadamente hay sitios que comparten scans de nuestra historieta nacional de antaño, que hacen un mejor laburo por difundir lo nuestro, sin ser un editor sin escrúpulos.

Una novedad es el regreso de la dupla Pablo De Santis/ Matías San Juan con El Castillo Rojo, de reciente publicación. Después de haber serializado Saturno para la última encarnación de Fierro, el binomio se manda ahora con una historia larga. En el medio, abandonan la ciudad de Buenos Aires menemista para viajar al futuro, a un mundo donde una empresa se encargó de hacer “clones” de las personas fallecidas basadas en su personalidad… hasta que la cosa se pudrió, quiebra dicha empresa y estos seres falsos quedan a la deriva, absorbiendo la energía vital de sus seres queridos, como si fueran vampiros emocionales. A esto se le suma el avance de la psicología, para convertirse en una profesión muy similar al oficio policial, con profesionales que se dedican a cazar a estos clones. Justamente nuestra protagonista, la doctora Irene Markus, que además de enseñar psicología en la facultad, es una detective/policía.

Sí, este comic exuda Philip K. Dick por todos lados, muy “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”. Pero ojo, lejos está de ser un plagio descarado o una mala imitación. De Santis hace un buen trabajo al plasmar la “ética” que tiene el relato de Dick sobre los clones, sin ser Markus una versión femenina de Deckard. Quizás lo único que le encuentro flojo es una súbito acelere que tiene la historieta: en un punto se acortan un poco algunas tensiones y/o explicaciones que, capaz, con un capítulo más, alcanzaba para dejar todo más claro y menos atropellado. Nada que arruine las ganas de leer un nuevo comic de Pablo, que vuelve a hacer dupla con Matías San Juan que sigue puliendo su dibujo. Si lo comparo con ese trazo anguloso, urgente y punk que tenía en la mítica y gloriosa Doppelganger, acá parece atravesar el filtro de Lucas Varela al momento de tomar los lápices. Más redondo, suave, muy línea clara. Al igual que en Saturno, acá la paleta de colores es reducida al azul y rojo, lo que genera una diversidad de climas para momentos más oníricos, casi Twin Peakseanos.

Y cierro con una gloria española que nos trae El Víbora. Allá por finales de los 80, principios de los 90, La Cúpula lanzó la colección “Historias completas de El Víbora” cuyo primer número es Escalera de vecinos, de Alfredo Pons. 50 páginas de puro desparpajo punk, clima de destape, mala lechismo, putas y línea chunga. La premisa es bien básica: hay un edificio donde conviven dibujantes de historietas policiales, prostis, asesinos, una familia sexualmente activa y así. Cinco historias que carecen de un hilo conductor más allá de transcurrir en una misma locación, aunque por momentos se hace referencia a algo ocurrido con anterioridad. Casi todas tienen en común lo mismo: el sexo. Desde los dos historietistas que buscan inspiración con un par de tiros de merca y un garche, o el pobre encargado ácrata que consigue cogerse a una de las inquilinas… aunque por un incidente vecinal de tinte marginal logra que se descubra el affaire y al tipo lo rajen. Todo es así en el mundo de Pons: sexo malogrado, violento y sin concesiones.

Así de guarros son los guiones, y también los dibujos, que justamente encajan con la primera descripción que hice de San Juan: un dibujo en blanco y negro salvaje pero precioso a la vez, inquietante. Sin ser un dibujante limitado pero tampoco un preciosista que utiliza estilos realistas, esa suciedad que tan bien caracteriza a cierta camada de dibujantes de El Víbora, Pons tira en estas cinco historias, los mandamientos de esta “nueva” historieta española: una historieta sin filtros, sin ganas de rendirle cuentas a nadie, que tiene algo para vomitar, más que para decir. Poner en primera plana a las vidas más desahuciadas, abandonadas y maltratadas por el franquismo. Un comic urgente y mugroso. Un gran comic.

Hasta acá llegamos hoy, será hasta el mes próximo.
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