Esta vez tocan comics donde vamos a encontrar humo en las viñetas. Ya sea el tabaco que atraviesa las páginas impregnar el ambiente o el de la pólvora que se pega en la ropa junto con esas gotitas de sangre que saltan descaradamente desde los tomos.
Hombres de negro
Tenemos suerte. El rescate de obras nacionales cada vez cobra más fuerza y al fin podemos tener esas obras perdidas sin tener que hacer arqueología en comiquerías o en redes sociales. Comic.Ar sorprendió con la Colección Llanto de Mudo, en la que rescata obras clave de esa figura vital del comic cordobés, Diego Cortés. Un testimonio de la versatilidad del autor donde nos damos, entre otras cosas con una revisión del comic de superhéroes, Elvisman; Un road movie sobrenatural, El Pasado; y ahora con La Pasión demuestra un muy buen manejo del género negro moderno, específicamente del género hitman. Ya desde las primeras viñetas es evidente la influencia tarantinesca en La Pasión. Hay secuencias que recuerdan tremendamente a Perros de la Calle. Sin embargo, hablamos de una historieta que tiene muchísima identidad y logra desprenderse rápidamente de esas influencias.
Juan, junto a un grupo de sicarios liderados por la figura violenta y oscura de Palacios, deben encargarse de un curandero. Resulta que les “está metiendo ideas raras” a las personas que reciben sus dones. Es algo que molesta a alguien que puede darse el lujo de contratar asesinos para encargarse sin sutilezas de este tipo de “problemas”. Desde las primeras páginas, Diego Cortés logra configurar ese micro mundo de los bajos fondos, acentuando la amoralidad de los personajes y su forma particular de vivir. Por otro lado, Leo Sandler se encarga de brindar la atemporalidad justa al comic para que combine elementos vintage como los autos clásicos o los ambientes sórdidos en los que el humo de los cigarros se mezcla con el de la pólvora. Es así como estos autores dejan en claro una cosa: Son tipos jodidos capaces de cualquier cosa. A medida en la que la historia avanza, todo parece indicar que va a ser un trabajo rápido. Algo simple para sicarios profesionales.
Y todo tiene su pero. Rápidamente se dan cuenta que el curandero es una figura carismática en ese pueblo de alta montaña. Si bien sus habitantes lo tienen como una figura milagrosa, las alegorías se rompen rápidamente para dar paso a lo más violento de sus almas. Se convierten en figuras siniestras, capaces de hacerles frente a los sicarios. Es un choque brutal entre dos mundos sedientos de sangre. Los autores retratan con mucha crudeza estos enfrentamientos donde no hay lugar para las sutilezas. Es género negro sangriento y punto. La historia se resuelve también con sangre y amoralidad. Sin embargo, hay un epílogo donde todo trastabilla. Es una metáfora alegórica torpe, innecesaria que no lleva a nada.
La Pasión es un cómic hecho con ganas, amor por las viñetas. Es género negro nacional duro y puro. Si se animan a esas páginas violentas, van a disfrutarlo muchísimo.
El diablo camina entre nosotros
En “El último recurso”, Lubrio demostró uno de sus fuertes como guionista: La originalidad para crear personajes con poderes atípicos que terminan por ser un dolor de cabeza para ellos. Redobla la apuesta en Empatía por el Diablo, donde los miembros de la familia Leese son un muestrario de dones/maldiciones muy interesantes. La que se lleva el premio en este sentido es Empathy, Pathy para sus conocidos. Esta detective de homicidios es empática. Su cuerpo se descompone, al igual que el de las víctimas, hasta que logra resolver el caso.
La muerte del Francés, un traficante de criaturas exóticas, es tan solo una pieza pequeña en un rompecabezas macabro en el que se cruzan con un grupo de fanáticos liderados por la carismática Mamá Vudú; Crane, un millonario caprichoso y amoral al que los sectarios toman como figura clave del mal de la sociedad y finalmente, un creciente elemento sobrenatural que va reconfigurando el caso que Pathy y su compañero deberán desentrañar.
Más allá de todas los giros y vueltas de tuerca con los que
Lubrio armó la compleja trama de esta obra, hay dos elementos que quiero destacar. Por un lado, la manipulación de masas a través de una figura carismática. Lo logra con una de las reglas más antiguas de la comunicación: exagerar la figura el enemigo de turno y demonizarlo. Crane es ideal para esto, es simplemente odiable, hasta que, con un muy buen giro, vemos que es algo más, y roza el patetismo. Por otro lado, la familia de Pathy es un muestrario de personajes que piden a gritos que la serie siga. Esa familia disfuncional donde las interacciones son tóxicas es simplemente maravillosa. Son personajes muy carismáticos, que cambian totalmente el enfoque de la narrativa detectivesca a su costumbrismo excéntrico. Dicho de una manera más simple, es una familia tóxica con poderes. Maravilloso.
El dibujo de Seba Sala tiene cierto aire caricaturesco que recuerda a los clásicos de la BD. Tiene mucha soltura para construir espacios plagados de detalles, que no afectan en nada a la dinámica de la historieta. Logra colocar a los personajes en esos fondos y hacer que la narrativa fluya con elegancia. Es un trabajo notable y sin dudas, un autor al que hay que prestarle atención.
Empatía por el Diablo es una muestra del buen ojo que tiene la gente de Multiversal ediciones para elegir obras de calidad, complejas y muy destacables en el aspecto formal de la historieta.
Puro humo
Desde hace algunos años se han popularizado mangas que juegan con vueltas de tuerca del núcleo familiar. Son historias costumbristas que buscan ahondar en las interacciones y el día a día cambiando uno o más elementos, como un Yakuza que es un amo de casa, o una familia armada por una psíquica, un espía y un asesino sin que nadie conozca la doble vida de los otros Spy x Family. En el caso de «Fumando detrás del súper con vos» de Jinushi, el autor le da una vuelta al concepto de las novelas románticas, más por el lado de la Gejika que del shojo propiamente dicho. El protagonista, Sasaki, es un oficinista frustrado con los problemas laborales, las reuniones interminables y el infaltable jefe insufrible. Sí, es fácil sentirse identificado con el buen hombre. Llegó a esa edad en la que la vida le da pocos gustos, en su caso son la sonrisa cordial de Yamada, una cajera, y fumarse un cigarro después de hacer las compras.
Claro, el manga le tenía que dar alguna vuelta de tuerca y un día se da con que no está su cajera favorita y para colmo, ya no se puede fumar en su lugar de siempre. Sin embargo, alguien lo llama de detrás del super para invitarlo a fumar, Tayama (a que les suena). Es una chica con look rockero y medio rebelde que se divierte haciéndole preguntas incómodas e indagando sobre sus frustraciones. Como pueden apreciar, la historia de este manga está resumida en el título, pero encierra muchísimo más. Es una relación real, que se va a construir de a poco, incluso con la barrera social generada por su gran diferencia de edad: él tiene 45 años, ella 24. Si bien las afinidades son muchas, hay una tensión creciente por la barrera autoimpuesta de no avanzar justamente por eso. Mientras tanto, en el manga van aparecen otros personajes del entorno laboral que se divierten o emocionan por esa interacción rara y, sobre todo, por el secreto de Tayama.
Cuando vi este título entre las novedades de Ivrea, me llamó la atención el nombre y decidí darle una oportunidad. Terminé enganchado, incluso cuando me olía que podía darme con una comedia romántica. No fue así: es costumbrismo con un toque importante de crítica social y una mirada que no se ve comúnmente en los mangas, que es la del mundo laboral, con sus frustraciones y el cruce entre personajes con sus interacciones y charlas cada vez más profundas que ahondan en distintas miradas de la vida. Lo sorprendente es que con todo esto podría ser un aburrimiento total, pero el mangaka logra encontrar el punto justo para generar interés constante ¡Y como!, con personajes queribles, diálogos muy logrados y un ritmo muy interesante para este tipo de historias. El dibujo está bien, cumple, pero seamos sinceros, la historia no pide más.
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