Como todos los meses, me gusta englobar a las tres obras dentro de un mismo concepto. En este caso, el nexo es la caída. Ya sea simbólica como el ocaso del ser humano, Pulp; La caída del alma, El sótano de los deseos; O literal, El puente. Son tres obras que tienen el poder de repercutir después de haberlas leído. Es decir, son de las que valen mucho la pena.
El ocaso del pistolero
Cada vez que me entero que una editorial va a publicar algo de autores fundamentales, se me pone la piel de gallina y tengo la necesidad de tener el comic en mis manos. Es como si no terminase de caer hasta verlo ahí, al frente mío. Me pasó con lo que publicó Ivrea del maestro Urasawa o ver “Ether” de Matt Kindt y David Rubín de la mano de Merci Editorial. Esta vez, la gente de Hotel de las Ideas sacó de la galera “Pulp” de los geniales Ed Brubaker y Sean Phillips.
Ya desde el título y la portada hay algo que llama la atención en “Pulp”. El dúo de autores encargados de esta joya, se centraron principalmente en el género negro, “Criminal” y en el thriller de espionajes con “Sleeper”. Es raro relacionarlos con el western, y si hablamos del formato pulp, historias de vaqueros de manual. Sin embargo, logran encontrarle la vuelta para que esta sea una obra compleja, donde coexisten el drama, el género negro y el mismísimo western alrededor del protagonista, Max Winter.
En 1939, Estados Unidos aún no ingresó a la Segunda Guerra Mundial. Las tensiones del conflicto comienzan a repercutir mediante una violencia tácita que promete un crescendo.
Max Winter sobrevive en ese entorno haciendo lo mismo que desde hace años: escribir relatos del Oeste para una revista pulp. Su personaje Red es un antihéroe que muchas veces roza el status de forajido, pero logra mantener su carisma. En cierta medida, Max quiere darle a Red y su compañero ese cierre donde encuentra la paz en un rancho alejado, convertido en granjero, pero la revista tiene que vender. Según el editor, a nadie le importa ese tipo de finales. Ese es el primero de varios golpes con los que se va a dar el protagonista. En el entorno urbano no hay lugar para los forajidos, y en ese tiempo tampoco hay lugar para hombres como él. Especialmente cuando descubrimos que Red no es otra cosa que un alter ego con el que Max cuenta –y exagera- sus propias hazañas del Oeste.
Esto cambia cuando de a poco los elementos del género negro toman más fuerza. Con muchísima maestría, Brubaker da un golpe de realidad donde acentúa lo que venía diciendo: Los atracos a bancos y la vida de los forajidos desaparecieron con la urbanización. Ahora el juego es otro, y los adversarios a los que deben enfrentarse son muchísimo más peligrosos que terratenientes avaros. En este tiempo son personas violentas, amorales y brutales. Como pueden imaginarse, en tiempos de guerra y antes de que el Tío Sam entre a la Segunda Guerra Mundial, hablamos nada más y nada menos que de nazis.
En cuanto al dibujo, desde que optaron pasar al formato tipo europeo con más páginas, el trabajo de Sean Phillips es mucho más detallado y elegante. Lo suyo son secuencias que fluyen con mucha elegancia y complicidad con Brubaker. Cada página es un lujo al que vale la pena volver a visitar. En definitiva, estamos ante una obra enorme. Una apuesta diferente de dos autores que nos tienen acostumbrados a la excelencia y esta vez también sorprendieron.
Corazón en el sótano
Es interesante pensar en que hay preguntas que pueden llegar a abarcar toda una obra y, aun así, quedar sin respuesta. En “El sótano de los deseos” tenemos a Kundo Krunch como autor integral apostando fuerte a ahondar en temas sórdidos y responder a “¿Qué es capaz de perder un hombre para satisfacer su ambición?” Para esto se vale de Victorio Penar, un político cuya gran meta es llegar a la alcaldía de Ciudad Madriguera –metáforas aparte- y no tiene mejor idea que buscar la solución fácil, rápida. En este caso, la “mágica”. Esto nos lleva a sumergirnos en el famoso sótano de los deseos, un guiño sutil a la obra de Dante, donde las perversiones se acentúan a medida en la que baja de nivel. Entre orgías y una madame sado, Victorio pierde “eso” sin pensar el costo y eventualmente es algo que le va a estallar en la cara.
A nivel guion, es un autor que mostró un crecimiento importante entre obra y obra. “El sótano de los deseos” es sin dudas, la conjugación de todos los elementos que el autor disfruta explorar. Sin dudas lo suyo es el reino de la perversión, donde los golpes bajos y la muerte son moneda corriente. Son elementos que también vemos en su obra cyberpunk “No Robots”.
Es innegable la influencia de Eyes wide shut, sobre todo en las secuencias donde las orgías tienden a convertirse en algo que roza lo ritual, lo pagano rozando el concepto de hieros gamos. Aplaudo que no estén por mera estética, sino para acentuar la idea del hombre que sucumbe a sus meros instintos y disfruta ese mundo sórdido. En este sentido, la influencia de Carlos Trillo es patente dentro del juego de lo perverso y el trato sádico del guionista hacia los personajes. Excelente Kundo en este aspecto: Nadie la pasa bien y no se encariña con ningún personaje.
En el apartado gráfico, nos damos con un Kundo con una narrativa muy aceitada con la que abre pasadizos entre entornos urbanos, pulcros y por supuesto, las secuencias donde los pecados capitales y la violencia se entremezclan en un halo sanguinario de viñetas exquisitas con el diseño de personajes al que nos tiene acostumbrados.
No estamos ante una obra maestra, pero sí un comic con el que el autor pega fuerte y no tiene ningún tipo de remordimientos en dar golpes bajos. Oscuro, atrapante y perverso. Una gran obra publicada por Szama Ediciones.
Go ahead and jump
Allá por el 2022, Jonatan Catalano (o JHC) junto a su cómplice en gráficos, Daniel Roa, la rompieron con su obra “Distancia”. El comic se llevó sus premios Cinder y Fénix, pero sobre todo dejó algo más importante en evidencia: Aparecieron talentos para tener en cuenta en el escenario local.
Su última obra, “El Puente” -donde lo vemod como artista integral- tiene una premisa simple. Desde hace cuatro años, el número de suicidios en un puente,disminuyó a cero gracias a un fantasma muy especial, Stef. Ella solamente se apare a las personas que quieren saltar y acabar con sus vidas. Les habla y los convence como puede, con su mentalidad infantil para que no lo hagan. Puede sonar muy parecido a ese clásico del cine “It’s a Wonderful Life” del maestro Capra. Es aquí donde vemos el talento de JHC: él encuentra la vuelta para generar algo fresco, divertido y profundo donde solamente dos personajes interactúan. Con poco logra muchísimo.
En Distancia, el guionista jugó con un estilo de ciencia ficción que dependía mucho de la intriga, pero ya demostraba su fuerte: la interacción entre personajes. Por otro lado, en “El Puente” apuesta todo a los personajes. Si bien hay momentos de tensión, la riqueza del comic va por otro lado. Tanto Stef como el hombre de corbata, se van abriendo de a poco, develando demonios internos, miedos y anhelos.
Más allá del estudio psicológico que pueda haber, encontramos algo atípico hoy en día en la narrativa moderna: La empatía. Si bien cada cual tiene sus intenciones y estrategias para conseguir lo que quieren, en ese tira y afloje llega un punto de entendimiento muto y aceptación. Esto deviene en un acuerdo tácito en el que ambos pierden mucho y también ganan. Pero, sobre todo, lo que se ve favorecida es la estructura narrativa. JHC logra que, entre esas idas y venidas, los diálogos se den de forma orgánica y con mucha fluidez. Sus personajes tienen voces propias y un mundo interno muy rico.
El dibujo no sorprende, apenas aprueba, pero aquí lo que importa es la narrativa. En este sentido, JHC es muy prolijo, acompaña perfectamente al ritmo del guion y fluye con naturalidad. “El Puente” es un soplo de aire fresco en el mercado nacional donde el autor logra transmitir un mensaje potente a través de dos personajes muy entrañables.
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