Papa Fina

Tres obras que nos invitan a pensar la esencia misma del arte y cómo les toca lidiar a los creadores con un mundo donde impera la industria artística.

Papa Fina

15/04/2025

| Por Sebastián Aguilera

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Otra vez las recomendaciones están atravesadas por un eje temático. Esta vez toca algo que me apasiona, la esencia misma del arte y cómo les toca lidiar a los creadores con un mundo donde impera la industria artística. Donde buscar la expresión más pura y honesta, más allá de ser un acto valiente, es arriesgarse a quedar sumidos en el ostracismo.

La esencia del artista

Lo imponente de la mansión del maestro del piano Julien Dubois no logra ocultar su fragilidad, ni ese miedo tácito a que alguien descubra los secretos de su dueño. Adeline, una joven periodista lo descubre rápidamente y, a pesar de lo mucho que le advirtieron sobre el mal genio de Julien o incluso de su naturaleza reacia a dar entrevistas, tiene paciencia y la integridad para enfrentarse a lo que sea y obtener lo que desea: LA entrevista que se convierta en el gran testimonio de la vida del pianista y en uno de los mejores comics de los últimos años: “Balada para Sophie”.
El recorrido histórico que va desde el incipiente nacimiento del nazismo, su impacto en Francia y los cambios socio-culturales que se dieron desde la posguerra hasta finales de los ´90 son solamente el marco en el que se mueve la narrativa. Lo que importa es Julien, entrenado como músico clásico virtuoso y eventualmente devenido en artista popular por giros de la trama, de la vida misma y de las oportunidades. Por otro lado, está el artista que no cede y mantiene su esencia, François Samson, un artista ermitaño, huraño al que Julien admira en secreto y envidia a las cinco voces. Más allá de ser una dicotomía narrativa, es la duda que existe en todo artista y cómo las decisiones que tome pueden cambiar su vida, como es el caso del guionista, Filipe Melo.

Es fascinante lo que artistas multidisciplinarios pueden lograr dentro del cómic. Filipe Melo además de ser guionista, es cineasta y músico. Sin dudas, lo que más lo define es lo último por lo que podemos apreciar de su carrera y formación en el área musical. Junto a otro artista interdisciplinario, el ilustrador y cineasta argentino Juan Cavia, lograron dar forma a Balada para Sophie. Se trata de una obra muy centrada en una de las grandes interrogantes de los artistas. ¿Ser un ícono popular lleno de lujos, o luchar por expresar lo que dicta el alma? Por más que duela, en la mayoría de los casos este mundo no da cabida a los que realmente quieren expresarse sin importar lo talentosos que sean. Por otro lado, da los quince minutos de fama –aquello que tanto pregonaba Andy Warhol- a aquellos que no tienen problemas en sumergirse de lleno en una industria y mutar hacia lo que son las modas. Dejar de ser un ser netamente expresivo para dar lugar a la iconicidad comercial de un producto manufacturado.

Por más que amemos el comic, hay que ser realistas de que está desaprovechando muchas oportunidades de explorar otros medios u otras formas expresivas desde las mismas viñetas. Pensemos por un lado en la movida de la difusión en multiplataformas, o el jugar con distintos soportes en redes a la hora de ir difundiendo el comic. En Balada para Sophie, Filipe Melo usó sus poderes de músico para introducir en el comic algo de acceso muy limitante para el lector cotidiano: una partitura de su autoría –talentoso el hombre-. Esta canción se convierte en un extra del clímax del libro.  Y como, al igual que a me pasó, les va a dar curiosidad, no van a querer ponerse a tocar una partitura. Y también sé que van a buscarla transcripta y poder disfrutar esa melodía y de un comic tan especial como lo es Balada para Sophie.

Una guitarra y una revuelta
Roque y Gervasio es una de las grandes series actuales del comic nacional. Con un noveno libro en puerta, los señores Federico Reggiani y Ángel Mosquito siguen manteniendo esa frescura costumbrista donde coexisten la ciencia ficción, la aventura y esa esencia argentina con la que están impregnados los personajes.

Esta vez, gran parte del protagonismo cae en una antagonista-amiga recurrente de Roque Aconcagua, nuestro queridísimo astronauta y vendedor de planetas: su suegra Olga. Hasta ahora, sus apariciones en los volúmenes anteriores fueron para demostrar que se la pasa insultando y denigrando a su yerno cada vez que puede. Un horror para el pobre Roque y sumamente cómico para los que seguimos esta serie. “El Canto de Olga” nos lleva al pasado, cuando nuestro héroe no está ni cerca de ser un astronauta, sino que sobrevive, como tantos otros recién graduados: como puede. En su caso, es el destino arjoniano de manejar un taxi. Es allí donde conoce a Olga, que necesita urgente un astronauta que la lleve hasta un planeta donde ella va a dar un concierto. ¡Oh, casualidad! Ese taxista con cara de nabo resultó ser un astronauta recién recibido –sin experiencia en prácticas-. Tras una seguidilla de viñetas de acción, los autores demuestran su maestría en el humor. Así dejan muy en claro que en esta vida puede pasar lo que sea si estamos en el momento justo, pero eso solo se da si somos lo suficientemente atolondrados como para no preguntarnos lo que está pasando y simplemente nos adaptamos como podemos a las situaciones.
Y es así, como en su destino, el planetoide Saturno Dos, los protagonistas terminan en medio de una revuelta por la independencia, tiros y algo más que terminan interrumpiendo el concierto de Olga. Aquí lo interesante es que vemos a la señora como una fuerza de la naturaleza. Si quiere cantar y tocar la guitarra, lo va a hacer así sea en un barcito perdido en un planetoide de mala muerte y con dos o tres personas de público. Ella lo hace y punto, incluso sabiendo que la cosa puede terminar muy mal. Pero es Olga.
Entre idas y venidas interplanetarias, el octavo tomo de Roque y Gervasio es el más aventurero de la saga. Los autores optaron por darle más acción y un poco de misterio para matizar el asunto. Lo maravilloso, es que incluso sirve como punto de partida para los que recién están descubriendo esta gran serie. Es entretenimiento y risas garantizadas.

El ocaso del editor
Cada vez que anuncian obras de artistas nipones que admiro, es algo que me alegra el día. Supongo que será porque la industria del manga no comercial es un tapiz que se va develando con cada libro o autor al que podemos acceder. Uno de esos talentos es el genial Taiyo Matsumoto, un autor que sabe manejarse con soltura en medios urbanos, donde el concreto y las callejuelas japonesas se vuelven protagonistas. Es también un maestro de los personajes marginales y del trabajo de interacciones entre ellos, como demostró en sus obras más conocidas: “Tekkon Kinkreet” y “Sunny”. En “Tokyo Days” cambia la fauna para centrarse en algo que afecta muncho a los mangakas: el mundo editorial japonés con sus actores principales.

Después de 30 años como editor de manga, Shiozawa se siente culpable por el fracaso de una revista de la que estaba a cargo. Es tanta la presión que se autoimpone, que renuncia a su trabajo y queda un tanto a la deriva en ese sentido. Incluso alejado del medio, se pregunta por lo que lo hacía feliz como editor: estar a la vanguardia y cumplir con las ventas o simplemente hacer lo que le gustaba.

Ya libre del mundo editorial y sus exigencias, quiere purgarse del manga y no lo logra. Hay algunas escenas que duelen, como esa en la que llama a un comprador de libros para venderle su colección de mangas. El mismo comprador le dice que tiene ediciones y obras imposibles de conseguir, super descatalogadas y le pregunta de si está seguro de venderlas. Esa secuencia me pegó duro. Lo viví y deja secuelas. De todas formas, hay algo que le hace clic y le hace ver que el fuego por las viñetas todavía vive en él y va en busca de autores con los que trabajó. Gente a la que admiró para hacer la revista de sus sueños. Lo que no esperaba, es que ese glamour y magia con la que relacionaba a estas personas está lejos de la realidad: son marginales, que incluso se sienten frustrados o resentidos con el manga, al punto de que ese sueño de Shiozawa se comienza a desmoronar incluso mucho antes de que comiencen a encenderse los motores creativos.

Tokyo Days es más que una crítica al mundo editorial japonés y las estructuras rígidas que lo configuran. Incluso lo cruel que puede ser con los mismos artistas que en algún momento formaron parte de la estructura comercial que lo define. Si son fanáticos del manga y tienen curiosidad de la realidad en ese entorno, estos tres tomos son lectura obligatoria. Si les gustan las historias profundas de descubrimiento personal, no lo dejen escapar. Si quieren una mirada romántica del mundo del manga, van a tener que mantenerse lejos. Taiyo Matsumoto nos dio su visión honesta y desgarradora con la fuerza que un artista de su nivel puede lograr.

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