Otro día, otro conjunto de historietas para reseñar. Hace exactamente un mes, buena parte de las huestes comiqueras estaban en Rosario, presenciando el crepúsculo de ese hermoso evento que es (fue y será) la Crack Bang Boom. Un momento ideal para que editoriales y artistas publiquen material nuevo, y de eso van casi todas las reseñas de esta columna.
Pero antes, una reseña disgregada, con el perdón de la palabra. Después de meses, vaya uno a saber por qué, volví a leer manga. No es que estuviera peleado con el mercado o me haya quedado sin lecturas pendientes (que de hecho tengo varias), pero después de un tiempo poco prudencial, fui a la isla del Sol Naciente, el hogar de la Yellow Magic Orchestra, para leer el primer libro de Tomie (editado en nuestro país por Ivrea en 2021), obra seminal del sensei terrorífico Junji Ito, mecánico dental devenido en un mangaka fuertemente influenciado por Kazuo Umezu y Shinichi Koga, otros popes del terror. Tomie es una serie “rara”: no se serializó de forma semanal, sino que es un cúmulo de historias cortas que, de todas formas, siguen un hilo conceptual y que salían muy de vez en cuándo. De hecho, la primera tanda de episodios se corta a finales de los ´90 para regresar con una segunda tanda en 2001. La edición de Ivrea respeta los tomos 1 y 2 de Museum of Terror, con todas las historias. Esto es para tener en cuenta, porque a lo largo del primer libro vamos a ver cómo el dibujo de Ito evoluciona de una manera demencial (me cuesta pensar que la primera historia haya ganado el Kazuo Umezu Award, por lo tosca que se ve en comparación con el resto), y eso que todavía le faltaba para llegar al nivel de Uzumaki. Rudimentario y todo, ahí están las chicas bonitas, la violencia gráfica, explícita y sangrienta que hoy lo caracterizan.
Y lo mejor de todo radica en cómo escala la violencia, justamente. La premisa de ese primer episodio es la que prima en toda la serie: Tomie es asesinada por accidente en el marco de una excursión escolar. Pero el profesor (que tenía un affaire con la alumna), en lugar de tomar cartas en el asunto, organiza un pacto entre los alumnos, y decide ¡destrozar a Tomie en 44 pedacitos, para que cada uno de los testigos lo agarre y lo tire en lugares recónditos! Claro que, no sospechan que Tomie no es una chica común y corriente, sino que logra regenerarse de cada uno de esos pedacitos de carne. Una saga del clon pero mejor hecha. Ito mete muchísimo ingenio y grotesco en mostrar cómo y por qué cada parte del cuerpo se regenera y qué ocurre a continuación con este ejército de Tomies que asedia a cada uno de los culpables… y a otra gente también, al punto de convertirse casi en un mito viviente, irónicamente. Terror de altísimo vuelo con la cantidad exageradamente justa de sangre, como bien manda el terror nipón. Vamos a ver con qué delirio me encuentro en el segundo tomo.
Ahora sí, vamos a ver algunas de las novedades de nuestra patria.
Arranco con El fuego que purifica, autopublicada por su autora, Dolores Alcatena. Lo primero que tengo para decir/festejar, es que resulta muy placentero ver una historieta de género realizada por un artista joven, sea hombre o mujer. No son tantas las historietas de terror que se publican acá (o al menos no tanto como yo quisiera). así que siempre las voy a celebrar… sobre todo si están así de buenas como esta. Dolores construye todo un universo basado en dos figuras antagónicas de peso: los Rabadán y las Sabias. Sí, otra historia de enfrentamientos entre hombres y mujeres dentro del marco de la brujería, algo un poco evidente si notamos la cabra de la portada. Al margen, Alcatena genera toda una cosmogonía personal que, si bien no la explota del todo, deja bien en claro las intenciones de cada grupo como para que la historia se sostenga por sí misma y permita un desarrollo totalmente orgánico y entendible, sin que tengamos que retroceder en la lectura todo el tiempo para saber quiénes son los buenos y los malos. En el medio, quedan un bebé y un niño, que representan a los Inocentes que pueden tomar uno de esos dos caminos malditos, según quién lo observe. Con eso, arranca un comic sobre paganismo y ciencias ocultas, todo desde la óptica justa e imparcial de los Inocentes.
Incluso con la tonelada de cosas que se hicieron sobre esos temas y otros similares, este libro es bastante original, con buenas ideas en los giros narrativos, la elección de personajes cuya moralidad ambigua tiene un sentido y es explicada de una manera muy elegante. Más allá de los tropos algo cantados, todo lo que tiene que ver con el storytelling está bien logrado, incluso su dibujo expresivo. Da la sensación de que esta historia puede expandirse a futuro y ojalá así sea, porque nunca va a estar de más tener un poco de brujería.
Sigo con la edición física de Urban Scissors de Martín Miranda, que originalmente salió dentro de Hora Cuatro, el espacio de e-zine del sitio web Zinerama, quienes también se encargaron de que la serie tuviera su versión impresa. Esto es espectacular, lisa y llanamente. Por supuesto que disfrutamos las historias que están bien escritas, con textos inspiradores, con argumentos complejos y dibujos alucinantes y correctos, pero Urban Scissors está parado en la vereda de enfrente y se la banca por completo. Un dibujo totalmente desbocado y desprolijo (que a veces le juega un poco en contra, porque cuesta reconocer a los personajes entre página y página) pero aún así bastante virtuoso, con una carga llena de referencias e interesantes planteos de página basados en manga, y una premisa desfachatada y sin concesiones ni temor ante cualquier crítica adversa hacen de esto algo a tener en cuenta. Jamás te ibas a imaginar que un peluquero iba a ir de frente contra una banda de pibes tarotistas de una villa, ¿no? Bueno, para ese lado va el comic y desde ahí, la escalada al delirio es total, inspirada un poco en JoJo ‘s Bizarre Adventure en la utilización de ciertos poderes o power-ups que desarrollan los personajes.
¿Por qué me parece tan grosso Urban Scissors? Porque no se toma en serio a sí mismo en ningún momento. Al igual que la obra anterior, es 100% una aventura de género, pero a diferencia del trabajo de Dolores, acá no hay solemnidad ni respeto, solo ganas de divertirse, una idea que solo parece quedar relegada en el humor gráfico y no tanto en historias más largas. Da gusto ver historietas que se manejen con un fuerte grado de relajo y frescura, sobre todo al estar situada en un ambiente pesado como es una villa, que capaz da lugar a obras más reflexivas o de golpe bajo y acá nada que ver. Es alegría, bardo, aventura y nada más.
Para el final me quedó Flores secas manchadas de sangre, el nuevo one-shot de Damián Connelly publicado por Deriva Ediciones. No me voy a cansar nunca de bancar esta modalidad de revistas de autor que salen cada tanto con un precio relativamente económico. Cortito y al pie, 36 páginas donde el Irlandés hace su propia rendición de cuentas al vampirismo, dos historias cortas que giran alrededor de Helena, una joven vampira y su relación con el inquilino de un monoblock donde viven ambos. Altamente poético (de hecho, el comic abre con un poema, autoría de Connelly), vemos también al artista mucho mejor parado con la mixtura de dibujo y montaje fotográfico. Damián genera un ambiente sombrío con collages, grises y dibujos sugerentes pero abstractos que se amalgaman perfectamente con estos dos relatos terroríficos, sostenidos por un texto en primera persona muy pulido y descriptivo. Una historieta que tranquilamente pudo haber salido en el apogeo noventoso de Vertigo, donde un puñado de artistas buscaba demostrar la influencia que Sandman había generado en ellos. Afortunadamente, conseguí la anterior revista de Connelly también publicada por Deriva, pero eso quedará para otra entrada.
Y como diría Genesis, that’s all. Será hasta el mes próximo con más novedades.
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