La voz del marginal
“La vía del guerrero es la aceptación absoluta de la muerte”. Esa es la frase definitiva de la serie. Othon, el protagonista de La Casta de los Metabarones le grita a Honorata esta reflexión, que no sólo habla de su estilo de vida sino de la herencia que tendrá Aghnar, su hijo.
El tercer libro de La Casta de los Metabarones (Aghnar el Bisabuelo, 1995) es la voz del marginal. Es el típico caso de un protagonista, que sufre por sus deformidades, por la destrucción de su familia pero que encontrará la ayuda de una mujer para ser feliz y poder vengarse.
¿De qué habla Jodorowsky en Metabarones? El legado es el tema clave para entender toda la serie. Durante toda la saga, siempre hay un linaje presente, que ayuda al protagonista a comprender el presente y temer el futuro. Othon y Aghnar, ambos héroes, tienen miedo de quedarse solos en la galaxia y por eso buscan el apoyo moral en la mujer. Los dos personajes no sólo buscaron venganza por sus tragedias sino que siempre sufrieron porque su sucesor no sea digno.
La obsesión de Jodorowsky por el apellido es algo que trasciende lo personal, sino que es una elección para su vida. Durante toda su carrera (no sólo como guionista de historieta sino también como cineasta, poeta y terapeuta), indagó en las relaciones familiares y en cómo ser un digno portador de ese tema. El artista chileno en la década de los ’70, estaba tan comprometido con el proyecto cinematográfico de Dune (novela de Frank Herbert), que sometió a uno de sus hijos (Brontis) a un entrenamiento de artes marciales durante dos años, ya que iba a ser el protagonista de la película. Sin embargo el film nunca se realizó y ésta fue una experiencia muy dolorosa para Brontis. Por eso en La Casta de los Metabarones hay ritos iniciáticos y una transformación divina del ser para que su sacrificio por la causa sea digno.
Si creíste que sólo las canciones de Tom Waits, donde confluyen los intertextos de William S. Burrougsh (El Almuerzo al Desnudo), Jack Kerouac (En el Camino) y los bigotes demoníacos de Screamin’ Jay Hawkins, le dan espacio a los marginales, es porque no conoces a Aghnar, el protagonista del tercer tomo de La Casta de los Metabarones. Un personaje que tiene implantes en sus pies, que es considerado un deforme porque puede levitar y que tuvo que matar a su propio padre para ser un digno sucesor. Aghnar, es la voz de los malditos, de los odiados por la sociedad y las instituciones, el rebelde perfecto para desarrollar una venganza tan gigantesca que ni los tecno-padres imaginarían.
La muerte de Honorata, la esposa de Othon y madre de Aghnar, no sólo marca definitivamente al protagonista, sino que también es una crítica a la iglesia. Honorata tiene unas bombas impuestas en su cuerpo por las monjas putas, que no le permite traicionarlas y es por eso que Aghnar toma la misión de matarlas. Jodorowsky señala cómo esta iglesia del espacio no sólo maneja a las familias y separa a la sociedad sino cómo le genera desgracias. Sin embargo esto generará una vengaza más despiadada contra la cúpula de poder, ya que Aghnar tendrá sed de venganza.
La figura trágica de Aghnar, que pierde a toda su familia, luego tendrá la posibilidad de encontrar el amor y transformarse en líder de una raza de monos abandonados en un planeta. Jodorowsky siempre juega con la justicia poética, ya que un marginal sin futuro, luego se transformará en un héroe que liderará a una tribu olvidada para acabar con las monjas putas y su nave.
Las ideas de legado, amistad, amor, dolor, sucesión y del camino del guerrero, se relacionan a la perfección con la saga de películas de Rocky de Sylvester Stallone. Tal vez no haya ciencia ficción, psicomagia y poesía pero sí un mensaje de aceptar la herencia, luchar por la vida y soportar la mayor cantidad de injusticias para salir adelante. Jodorowsky no es Hollywood pero muchas de las enseñanzas o frases de Rocky Balboa, por momentos parecen actos psicomágicos, ya que lo único que buscan es el cambio del ser para afrontar sus miedos. En Creed, el spin-off de Rocky, el hijo de Apollo logra salir de la mediocridad y aceptar el legado de su padre, gracias a los consejos de Rocky. Además él reconoce en su corazón que su vida es el boxeo. Acepta la presión de su apellido y de transformarse en un digno sucesor, algo que es clave en La Casta de los Metabarones, ya que todos los protagonistas sufren de ese mismo dilema.
El arte de Juan Giménez mejora en cada tomo y es clave por la cantidad de personajes: Othon, Honorata, Aghnar y su futura esposa. Giménez mejora con la narrativa, ya que hay más escenas de combate de cuerpo a cuerpo que de naves. Las peleas con tres viñetas en formato horizontal están adelantadas para la época y son anteriores a las que dibujaba Bryan Hitch en The Authority. El artista argentino además incorpora la utilización de primeros planos para generar tensión en los conflictos y mayor fuerza en la lucha. La confrontación de Aghnar y el líder mono es un claro ejemplo de un autor, que quiere demostrar su evolución y no ser sólo un simple ilustrador de barcos voladores.
Como ya dijimos, la mejor edición en castellano de La Casta de los Metabarones fue la de Norma Editorial, serializada en ocho tomos a partir de los ’90, una edición en formato álbum europeo con versiones en tapa blanda y dura. Lamentablemente los derechos de esta historieta ahora los tiene Random House Mondadori, que publicó toda la saga junta, en un integral que por estos lares siempre llegó a un precio excesivo y que, por una cuestión de tamaño, conspira contra el lucimiento de dibujo de Juan Giménez.
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