Tras la gloriosa despedida de la querida Jane Foster como Thor, en Junio de 2018 llega la cuarta serie del personaje, titulada simplemente “Thor”, y como de costumbre, con un nuevo dibujante encargado de imprimirle el aspecto visual a las nuevas aventuras del Dios del Trueno. Para esta etapa de 16 números, Mike Del Mundo, dueño de un estilo muy personal, será el dibujante titular.
La nueva serie, hasta el nº11, casi que funciona como un satélite de ese gran evento que Aaron venía preparando hace años, la “War of the Realms”. Durante esos números vemos cómo Odinson es digno de portar nuevamente el título de Thor, el Dios del Trueno, pero no su emblemático Mjollnir, ya que por los eventos protagonizados por la Thor Jane Foster, el mítico martillo se perdió en el núcleo del sol. Durante este primer momento de la serie, no solo seguimos a Thor (quien debe usar un arsenal infinito de martillos diversos que se destruyen tras cada golpe) en busca de artefactos encantados y aliados para la guerra total que se avecina, sino también volvemos a visitar historias del joven en su permanente búsqueda de ser digno y del All-Father Thor, protagonistas de historias ubicadas eones en el futuro, con conceptos tan falopa como el Old Man Phoenix, Ego The Necroplanet y Doom, The Fist of Iron, The Starbrand Supreme, The Master of Mystic Vengeance (si, todo eso junto).
Como ya nos tiene acostumbrados Aaron, los números de tinte “introspectivo” son siempre una emoción enorme, y por eso se destaca el nº 10, donde vemos a Odinson y su horrible padre cagarse mal a palos, al borde de la muerte, a la vez que seguimos todo el tiempo lo que pasa por la cabeza de Odin. Así vemos que el rey de Asgard es un imbécil tóxico que ama a su hijo y se siente profundamente orgulloso de él, pero no tiene la madurez emocional ni la responsabilidad afectiva para decírselo y solo puede relacionarse con Thor (y los que lo rodean) de la forma horrible a la que nos tiene acostumbrados. Un mensaje potente, que enriquece la contextura del personaje y baja una línea definida en una época de deconstrucciones.
Cuando llegamos al nº 12 de la serie, Thor se aleja del protagonismo de la colección (ahora en paralelo con la War of the Realms) y hay un poco de espacio para la construcción personajes secundarios. Al igual que con lo que ya contamos de Odin, tienen su crecimiento otro insoportable como Cul Borson, se renueva Roz Solomon en su nuevo rol de agente de Wakanda, y se termina de enaltecer a la gran Freyja, consagrada como la regente asgardiana y la figura afectiva de Thor y Loki que Odin nunca pudo ser.
Y ahora si, finalmente todo explota de forma helada cuando Malekith y sus aliados desquiciados llegan a Midgard, el último reino que le faltaba someter al elfo oscuro. War of the Realms es así un evento de 6 números publicados entre Abril y Junio de 2019, que se extiende a varios títulos fuera de la línea Thor. La trama básicamente es una invasión a gran escala a la Tierra capitaneada por Malekith y su alianza de elfos oscuros, gigantes de hielos, ángeles, demonios de fuego y la corpo espantosa de Roxxon. Los héroes y dioses deben organizar las defensas, con resultados increíbles y zarpados como Daredevil, the God without fear, la versión de Matt Murdock con los poderes de Heimdall. Como corresponde, la batalla decisiva requerirá de los esfuerzos combinados de cuatro Thors: Thor, Joven Thor, All-Father Thor y War Thor Jane Foster. Como si fuera poco, el Mjollnir es reconstruido más poderoso que nunca y ayuda a definir el desenlace crucial a favor de nuestros héroes.
Para The War of the Realms vuelve el dibujo hiper detallado y hermoso de Russell Dauterman y tapas de ese monstruo llamado Arthur Adams.
Los últimos números de la serie ya tienen todo el aire de despedida y no cuentan los sucesos de posguerra, esa estrategia tan característica de los autores en retirada de dejar todo acomodadito para su sucesor con un statu quo renovado para el protagonista: Thor reencontrado con su martillo, sin un ojo y con el título de All-Father, Loki en el trono de Laufey y Jane Foster convertida en Valkiria y en las puertas de su nueva serie.
En el apartado gráfico, la mayoría de los números están a cargo de Mike Del Mundo y Marco D’Alfonso, con dibujos y colores de un estilo muy trabajado, con un aire de familia con Frazer Irving, y que funciona muy bien en las portadas pero a veces puede resultar muy confuso en las secuencias con composiciones complejas, ya que se confunden figura y fondo con relativa facilidad. El color es súper plástico, con colores saturados y claroscuros más cerca de Esad Ribic que de Dauterman y con unas texturas vaporosas que recuerdan al renacimiento veneciano. Sin embargo, toda esta información visual muchas veces genera una estaticidad que le quita mucha dinámica a las escenas.
A modo de cierre, llega King Thor, la quinta y última serie de Thor, en este caso una mini de cuatro números publicada entre Septiembre y Diciembre de 2019. King Thor es una suerte de epílogo largo, donde Aaron retoma las ideas surgidas en sus primeros arcos, principalmente “Godbomb” y nos cuenta como Loki The Necrogod y All-Father King Thor deben poner en pausa su sempiterno conflicto para enfrentarse definitivamente a Gorr, the God of God Butchers, en duelo con una escala de poder más allá de toda imaginación, y durante el cual veremos, como ya mencionamos, la aparición de varios personajes que acompañaron a Thor en aventuras pasadas. El dibujo de Esad Ribic vuelve a ponernos la piel de gallina y no ayuda a conectar directamente con las etapas iniciales del personaje. No vamos a volver al babosearnos con la descripción de las infinitas virtudes de su arte, pero es importante destacar que en este epílogo de King Thor vuelven la gran mayoría de los dibujantes que pasaron por la serie para dejar su página de despedida.
Tras siete años a cargo del personaje, Jason Aaron nos cuenta en este final de saga épica, la ironía del pensamiento de Gorr, quien ve en el accionar de los dioses un propósito inamovible por el solo hecho de ser mandato divino, un dogma, incluso ante la miseria de sus súbditos. Es tal el convencimiento de Gorr, que finalmente termina él mismo con el comportamiento de aquello que juró aniquilar, mientras que Thor, gracias a la verdad que el carnicero de los dioses le revela en Original Sin, vive una caída y un ascenso con un aprendizaje que lo hace evolucionar en todas sus aristas. Y ese es el gran legado de Aaron, el haber tomado un personaje cuyos atributos están prácticamente monopolizados por la fuerza, el combate cuerpo a cuerpo y la cosa simpática del bardero borrachín, y estirarlo hacia un montón de otros aspectos mucho más sentimentales y reflexivos con el amor como hilo conductor; el amor, el cuidado y el respeto por el otro (no importa si es asgardiano, humano o extraterrestre), el amor de familia, el compromiso, y la búsqueda desinteresada, genuina y necesaria de hacer el bien por convicción y no para boqueárselo a la tribuna.
Sin dudas, los siete años de Thor consagraron a Jason Aaron dentro del género de superhéroes. Aquí construyó un proyecto en el largo plazo como no es común hoy en día y dejó una de esas etapas que redefinen personajes y de las que no suele haber muchas en cada colección. Te puede gustar mucho o nada, pero sin dudas el nombre de Aaron ya está en el Valhalla con Stan Lee, Jack Kirby, Walt Simonson y me atrevo a sumar a Dan Jurgens. Ojalá que la saga del “Thor de Jason Aaron” se narre para siempre entre reediciones, cerveza, sangre y truenos.
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