En esta miniserie de cuatro números, publicados entre Enero y Abril del 2011, Jason Aaron se junta nuevamente con Ron Garney para contarnos una historia del Steve Rogers del Universo Ultimate, por lo que esta versión del Capi difiere bastante, y a veces de forma muy chocante, con su contraparte clásica.
La historia, bastante lineal y repetida en el catálogo de aventuras de Steve, nos muestra un escenario en el que el héroe investiga un grupo insurgente en el Sudeste Asiático, de clara amenaza para el establishment gringo, que están en posesión de una variante de la B del suero del super soldado con sus respectivos efectos sobrehumanos. Este grupo tiene como líder a Frank Simpson “Nuke”, que aquí está presentado como un intento fallido del gobierno de EEUU de recrear un super soldado (durante el tiempo que el Capitán estuvo congelado) para hacerlo combatir en la guerra de Vietnam y que obviamente será el oponente moral y físico de Steve.
Con esa premisa, Aaron continúa los lineamientos del diseño de Steve Rogers que Mark Millar hiciera en la aclamada “The Ultimates” y consciente de que esa situación le da la ventaja de tener un Capi al que no necesita conectar mucho a la continuidad, el ídolo de Alabama exacerba los aspectos más nacionalistas del primer vengador. Los diálogos que esgrime Steve están escritos de tal forma que que su condición de “hombre fuera de su tiempo” sea evidente y subraya el hecho que Rogers ya era adulto en la década del ´40, entrenado (y educado) para un conflicto con una lógica que no será trasladable a ningún otro evento bélico del Siglo XX. Al salir del hielo en la actualidad, su mirada sobre el mundo, y sobre todo sobre la política exterior de Estados Unidos y sus instrumentos de ejecución será absolutamente conservadora y rancia sin cuestionarse una sola instrucción.
Este recurso de mostrarnos un Capi “a contramano” genera un contraste con Nuke quien, contra todo pronostico, es la voz critica y hasta arrepentida por las atrocidades que con regularidad comete la Casa Blanca en su rol de guardián inequívoco de valores universales como la libertad (desde una óptica blanca, occidental, cristiana y heterosexual, claramente). Esta “revisión” del accionar intervencionista de Estados Unidos tiene lugar durante el cautiverio al que es sometido Steve, durante el cual, entre tortura y tortura, Simpson le enrostra las chanchadas históricas (con data posta) del país y las administraciones que Rogers defiende incuestionablemente, en lo que sin dudas es el punto más alto de la historia. Y si bien de la boca para afuera el Capi no solo no se impresiona con el archivo negro de EEUU, sino que lo reconoce y lo justifica, en su interior hay un momento, mínimo, de cuestionamiento. Este conflicto se resuelve con un dispositivo narrativo que apela a lo metafísico/religioso y que al final pareciera justificar, de cierta forma, las acciones “non sanctas” del Capitán dentro de las viñetas, y de Washington fuera de ellas y darle un aspecto más emocional y/o humano a este Steve patotero, cabeza y border facho.
En el aspecto gráfico, Ron Garney cumple especialmente con las anatomías heroicas y las escenas de acción. Se nota que el tipo realmente disfruta de dibujar superhéroes y le pone mucha pila a esos aspectos. En paralelo, se tira medio a chanta con los fondos a los que muchas veces reduce a la mínima expresión o mete collage con foto más para hacer un atajo del laburo que para aprovechar las posibilidades expresivas de esa técnica. Como la serie tiene un reparto escaso, en su mayoría llenos de extras anónimos (exceptuando Carol Danvers y Clint Barton con ínfima participación) la visión de los personajes icónicos queda reducida al Capitán y Nuke, y se desaprovecha el potencial de Garney para dibujar más personajes disfrazados. Por todo esto, si bien el dibujo acompaña dignamente toda la serie, está bueno preguntarse qué artista tendría un trazo más idóneo para contar una historia “a lo Rambo”.
Ultimate Comics: Captain America no es una obra fundamental ni mucho menos dentro de la carrera de Jason Aaron aunque puede ser bastante entretenida, onda “sabado de super-acción”, siempre y cuando se ignore de lleno los enunciados políticos del guion…cosa bastante difícil al ser la columna vertebral de la trama. En lo personal me resultó imposible no aborrecer a este Steve, y a la bandera que lleva de uniforme, a medida que pasaban las páginas. Así también crecía mi simpatía por Nuke, quien pone en palabras (en globos en este caso) muchas cosas que pienso de Estados Unidos, al punto de preguntarme cuál era la postura del guionista sobre estos temas que pone de lleno en el debate.
Evidentemente Aaron, sin ser Noam Chomsky, tiene una postura crítica sobre el intervencionismo yanki, pero hasta qué punto? Y para mí la respuesta está ahí, muy escondida y camuflada de modo que, al menos yo, pude percibir en lo profundo de algunas metáforas. Y ese creo que es el valor agregado de esta miniserie: la incomodidad que debería causarnos tener a un héroe que defiende lo indefendible (y a un antagonista que banca algunos trapos correctos) y las reflexiones que puedan dispararse en lo que a priori está diseñado como una historia de acción cabeza explosiva.
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