Santo Grial

Este libro sólo existe en el imaginario colectivo y en la biblioteca de los 2000 privilegiados que lo capturaron en su momento.

Lápiz Japonés Vol.1

19/05/2015

| Por Andrés Accorsi

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lapiz-1-mailAllá por 1993, cuando ya no existía la Fierro clásica y ya había colapsado ese intento por suplantarla que había sido Cóctel, dos valientes apostaron a la autogestión para recuperar los espacios que había perdido la historieta de autor, de corte más o menos experimental. El ilustrador Diego Bianchi y el dibujante y humorista Sergio Langer tomaron como inspiración la revista Raw, y cerca de las fiestas de fin de año de aquel 1993 lanzaron en los kioscos en primer número de Lápiz Japonés.

Lápiz Japonés era un libro de 198 páginas que valía unas ocho veces lo que valía un comic-book de Batman, que era lo que vendía bárbaro en los kioscos en aquel momento. Pero claro, en 1993 a nadie se le ocurría que una antología de historietas se podría vender bien en librerías, y casi no existían las comiquerías, así que el circuito de kioscos era la única opción más o menos viable incluso para un producto tan atípico como era este. Langer y Bianchi imprimieron 2000 ejemplares de este tomo, cuya portada jugaba con el famoso personaje de los envases de la avena Quaker.

Sergio Langer

Sergio Langer

Sin saberlo, los autores estaban infrigiendo la ley de marcas. “No le pedimos permiso a la empresa, pero porque yo no sabía que había que pedir permiso para hacer un chiste con una marca”, dijo Langer. Y los tiburones olieron sangre. En Febrero de 1994, la compañía Quaker inició un juicio contra la revista por infracción a la ley de marcas y daño moral. La empresa y sus abogados (nada menos que el estudio del tristemente recordado Cosme Beccar Varela, cazabrujas y adalid del Opus Dei) pretendían un resarcimiento de 100.000 dólares. A Langer y Bianchi los defendió Pablo Jacoby, abogado de Memoria Activa y el juicio se resolvió en favor de los dibujantes tras cuatro años de litigio. «Esto es como tirarle una bomba atómica a una hormiga», dijo Langer en aquel entonces.

Maitena.

Maitena.

En uno de esos vaivenes del proceso, en Marzo de 1994 el juez ordenó al Lápiz Japonés abonar una caución de diez mil dólares, a cambio de no secuestrar la publicación. Los autores no tenían esa plata y apelaron la decisión del juez, pero el resultado concreto fue que la revista/ libro dejó de circular. Por suerte para Langer y Bianchi, la cantidad de ejemplares que quedaban sin vender en ese momento eran muy pocos. Obviamente se los vendieron de keruza a los amigos, que se solidarizaron con el garrón que se estaban comiendo los autores/ editores.

Entre una cosa y otra, este primer Lápiz Japonés vendió bien y los editores recuperaron el dinero para producir un segundo tomo, aunque los costos del juicio los obligaron a espaciar mucho las publicaciones. En total, salieron cuatro entregas, la cuarta en un formato muy extraño. Y la que pasó a la historia, la mitológica, la que hoy es imposible de conseguir, es la primera. ¿Qué tiene adentro, además de la fellatio más polémica de la historia del comic argentino? Un montón de historietas excelentes, a cargo de autores muy profesionales pero con sano espíritu underground, mezcladas con ilustración, fotografías, relatos y artículos sobre temas tan diversos como Pelopincho y Cachirula y el origen de la svástika.

Pablo Zweig.

Pablo Zweig.

Entre las historietas se destacan los aportes de Pablo Zweig, Max Cachimba, Jorge Fantoni, Maitena, Mosquil, Alfredo Bugueiro, Pablo Sapia, Máscara, Gabriela Forcadell, Pancu, Ottoyonsonh, Tati, Luis Roca, Elenio Pico, SolRac, Christian Montenegro, el suizo Thomas Ott y el propio Sergio Langer, que trabaja a color directo sobre guiones del gran Mario Rulloni. En general se trata de historietas unitarias, sin personajes pensados para volver a aparecer. Sin embargo tenemos un episodio de Los Mogólicos de Acero (una extraña y recordada creación de Nepo) y la primera aparición de Detective Dante, un personaje creado por Edu Molina que luego reaparecería en varias ocasiones.

En las entregas siguientes, el Lápiz Japonés incorporaría más páginas a color y más artículos, ilustraciones, grabados, grafittis y todas esas cosas más vinculadas a las artes visuales que no nos atrapan demasiado a los viñetófilos más estropeados.

Máscara.

Máscara.

Con un poco de suerte (y desembolsando entre $ 150 y $ 200) los tomos 2 y 3 se pueden llegar a conseguir a pesar de los casi 20 años transcurridos. El Vol.1, en cambio, sólo existe en el imaginario colectivo y en la biblioteca de los 2000 privilegiados que lo capturaron en su momento. Si lo tenés, ni se te ocurra prestarlo. Y si no lo tenés, seguí soñando, o construite un DeLorean para viajar a Enero de 1994 cuando el primer Lápiz Japonés se veía en muchísimos kioscos de Capital y Gran Buenos Aires.

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