A veces me pregunto si la historieta tiene el público que se merece. No en cantidad, eh? En cantidad estoy seguro de que tiene mucho menos público del que se merece. Me refiero a otra cosa.
Una vez, un conocido del palo me dijo (casi en estas mismas palabras): “A mí me gusta leer manga pero no me interesan ni los cosplay, ni la música japonesa, ni comer ramen y, sin embargo, si vos decís «leo manga» te van a identificar con un otaku. Lo mismo lo aplico al comic yanki: no me interesan ni Star Trek ni Star Wars, ni saberme de memoria todas las continuidades de los mundos de DC y Marvel pero si digo que leo comic, se malinterpreta que me interesa todo eso y que soy un freak. Entro a una comiquería y me siento en otro mundo, no me siento cómodo como puedo estar en una librería Yenny (por poner un ejemplo). Dudo que a una comiquería entre la variedad de público que puede entrar a una librería, y cuando veo todo ese merchandising de Naruto me da cosita. Entonces, en este punto digo: «pará, no quiero ser un bicho raro, o que piensen que lo soy».
![Felices en nuestra zona de confort.](http://www.comiqueando.com.ar/wp-content/uploads/2017/01/FCBD15edit.jpg)
Felices en nuestra zona de confort.
Y cada tanto pienso en lo que me decía esta persona y me pregunto si está realmente bueno que el comic despierte en sus lectores ese fanatismo cuasi-religioso que nos lleva a querer tener y/o saber todo acerca de los personajes o los autores con los que nos cebamos. Algo que no pasa, por ejemplo, en el cine, la tele o la literatura. La gran mayoría de los tipos (y minas) que llenan los cines cuando se estrena una nueva peli de James Bond (por ejemplo) no se sienten compelidos a ver TODAS las pelis de Bond, a aprenderse de memoria en qué orden se filmaron, ni mucho menos a leer los cuentos de Ian Fleming en los que (algunas) están basadas. Van a ver una película, la disfrutan y pasan a otra cosa… y la industria del cine no entra en crisis ni desaparece por eso. Lo mismo pasa, por ejemplo, con Game of Thrones. ¿Qué porcentaje de los que miran la serie prendidos fuego sienten la necesidad de correr a la librería a detonar la billetera y devorarse los libros de George R.R. Martin porque sin eso su existencia no tiene sentido? Me imagino que muy poco. Y eso no va en detrimento de la popularidad de Game of Thrones, ni de su peso en el imaginario colectivo del Siglo XXI.
![La delgada línea entre fanatismo enfermedad.](http://www.comiqueando.com.ar/wp-content/uploads/2017/01/KoichiNakayasu-660x660.jpg)
La delgada línea entre fanatismo y enfermedad.
Quizás al comic lo podría beneficiar eso: entrar definitivamente en los cauces “normales” del consumo de entretenimiento. Jugar a seducir (aunque sea un ratito) a un vasto universo de lectores ocasionales, en lugar de depender peligrosamente de un grupo de fans mucho más reducido, pero infinitamente más apasionado. No es fácil, obviamente. Primero, porque para seducir a ese lector ocasional (que también consume cine, TV y literatura) le tenés que ofrecer algo realmente atractivo, de incuestionable calidad. No te podés tirar a chanta, confiando en que el enfermito que colecciona todo Spider-Man te va a comprar este comic porque en tres viñetas aparece Spider-Man. Si nos abrimos hacia ese tipo de consumidores no especializados, que aparezca o no Spider-Man pasa a ser algo totalmente secundario. La estrategia de seducción tiene que ser otra.
![El fan es fan toda la vida.](http://www.comiqueando.com.ar/wp-content/uploads/2017/01/gp201210306089997ar-jpg.jpg)
El fan es fan toda la vida.
También tienen que ser otros los requerimientos: si para entender un comic hay que haber leído previamente otros 70, está claro que el lector ocasional no va a entrar, ni con un chumbo en la cabeza. Y también tiene que ser otra la estrategia comunicacional. Esto es, claramente, el punto más complejo. ¿Cuál es la gracia de tener una masa de lectores absolutamente fidelizada, compenetrada hace décadas con el devenir de personajes (y universos enteros), siempre ávida de nuevas historias que sostengan ese simulacro de evolución que nos brinda desde siempre el mainstream yanki? Que no necesitás gastar un mango en publicidad para vender el producto. El fan es fan hasta que se muere, y si vos le das la droga cada 30 días, te la compra cada 30 días. Lo mismo si se la das cada 15 o cada 7. El fan está ahí, siempre listo para comprar “lo nuevo”, muchas veces sin siquiera discernir si está bueno o si es un aborto talidómico. Y obviamente los autores y editores especulan con eso más de la cuenta.
![Comics en las librerías, resistiendo con aguante.](http://www.comiqueando.com.ar/wp-content/uploads/2017/01/comics.jpg)
Comics en las librerías, resistiendo con aguante.
No es que el lector ocasional haga mucha diferencia entre La Hiper-Obra Maestra y el producto pasatista, que te entretiene un rato y ya fue. La diferencia está en cómo llegás a que ese lector se entere de que, dentro de ese universo infinito de consumo de entretenimiento y/o cultura, hay un comic que está bueno, que le puede llegar a interesar e incluso a gustar. Salir en busca de un lector nuevo, no fanatizado, menos proclive al consumo acrítico de cualquier garcha en la que aparezca su personaje favorito, es muy complicado y sale muy caro. Lo más difícil es encontrar la forma de publicitar al comic de modo que se destaque entre toda esa oferta, sin gastar millones de dólares en publicidad. O gastándolos… ya vimos hasta qué punto la timba le funcionó a Salvat, por ejemplo. Y además hay que poder competir también desde el precio, lo cual no es tan difícil, por lo menos en un mercado como el argentino donde cualquier novela chota escrita por y para iletrados vale $ 400.
Todo eso para abrir el espectro, para no quedarnos encerrados en el ghetto, para bajar un poco la enfermito-dependencia. Para que un día, a los que leemos comics nos miren con la misma cara que al que sigue a su serie favorita en Netflix, al que compra vinilos de rock progresivo de los ´70, o al que va todos los domingos a la cancha a ver a Racing. ¿Tiene sentido intentarlo? La experiencia de Francia nos dice que sí. Y en general, la experiencia de estos últimos años de la producción de historieta argentina, agarró para ese lado y le fue bien. ¿Es imprescindible? ¿Es perentorio? ¿Es una movida sin la cual se va todo a la mierda en 15 minutos? Estoy seguro de que no. Pero mejor así. Cuando la estrategia se piensa con tiempo, sale mejor.
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