Zona de polémicas

El autor y el editor están de distintos lados del mostrador. Y atrás de ese mostrador hay otro, que los separa a ambos de los lectores.

Corresponsal de Guerra

26/09/2014

| Por Andrés Accorsi

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Les Armes du Metabaron, el hitazo de  Les Humanoïdes Associés en EEUU.

Les Armes du Metabaron, el hitazo de
Les Humanoïdes Associés en EEUU.

La semana pasada me tocó pasar muchas horas rodeado de historietistas y editores de distintas latitudes. Y no hay caso, che. A pesar de que uno trata de generar un clima de cordialidad, de buena onda, inevitablemente se impone el puterío, los rencores, las anécdotas sórdidas, los lamentos de aquellos que creyeron en promesas que jamás se cumplieron…

Uno de los invitados más destacados que tuvimos en Comicópolis me dijo “¿En serio invitaron a Bruno Lecigne (de Les Humanoïdes Associés)? Lo estoy buscando hace años a ese delincuente, para saltarle al cuello por la vez que me cagó así y asá… Avísenme a qué cenas lo invitan, así yo no voy y nos ahorramos un disgusto”. Felizmente no se cruzaron.

Sean Mackiewicz, el coordinador de The Walking Dead y otros títulos de la línea SkyBound, se cagó de risa al enterarse de que Dan DiDio había sido recibido con hostilidad por buena parte de los fans de DC que asistieron a Crack Bang Boom. Y se despachó (en privado, obvio) con un montón de anécdotas acerca de sus choques con DiDio, que terminaron con Mackiewicz y otros colegas suyos afuera de DC, la editorial donde se formaron profesionalmente.

Mackiewicz, con esa cara de angelito, sepultó a unos cuantos.

Mackiewicz, con esa cara de angelito, sepultó a unos cuantos.

También en confidencia, Kyle Baker relató en detalle los pormenores de su desvinculación de DC y Vertigo, en una historia que revela a las claras lo idiota que te volvés cuando lo único que aprendés es a jugar cada vez más sucio.

Un historietista argentino, con quien estaba en contacto a través de Facebook pero a quien nunca había visto personalmente, se me acercó a expresarme su indignación porque su libro (editado este año por un sello local) no estaba en ningún stand. La charla derivó en una larguísima enumeración de cosas que este editor no había hecho o había hecho mal respecto de la edición de ese libro y que le dejaban a este autor la horrible sensación de haber caído en manos de un chanta impresentable.

Fiel a su costumbre, Baker no se guardó nada.

Fiel a su costumbre, Baker no se guardó nada.

Y así varios episodios más, varios conflictos de baja intensidad que nos pasaron cerca a los que estuvimos esos cuatro días inmersos en esa maravillosa mezcla llamada Comicópolis. Conflictos que, pasada la gracia de la anécdota, me dejan pensando: ¿No se puede ser un poquito más prolijo a la hora de respetar a la gente con la que uno labura? Digo, vos sos editor y elegís publicar a este autor y no a aquel. ¿Por qué? Se supone que porque te gusta, te despierta algún tipo de admiración, o calculás que te va a generar un buen rédito económico. Entonces, ¿por qué timbear esa relación por pasarte de vivo? Es obvio que (como subraya siempre el maestro Horacio Altuna) hay una relación entre editor y autor siempre ventajosa para el primero. Pero, ¿hace falta abusar de esas ventajas hasta lograr que el autor se sienta ultrajado y te quiera bajar los dientes a puntinazos? ¿Vos te das cuenta que Kyle Baker es… Kyle Baker? ¿Y que si siente que vos le estás metiendo la mano en el… bolsillo, se va a ir a otra editorial, donde le van a dar todo lo que pida porque es Kyle Baker?

Parece una joda, pero en pleno Siglo XXI seguimos escuchando historias de editores que se niegan a firmar contratos con los artistas a los que convocan, editores que se creen con derecho a modificar los contratos sobre la marcha, con todo ya firmado, editores que directamente se cagan en los contratos que firman, como si estos no los favorecieran ampliamente… Es triste. Guarda, no digo esto desde un mensaje de paz y amor, de hippie idílico que sueña con ver a los editores y los artistas tomados de la mano, corriendo por un prado sembrado de flores bajo un arco iris y cantando Imagine. Me parece que el hecho de que el comic sea una industria implica una tensión entre el que pone la guita y el que pone el trabajo, y eso es difícil (aunque no imposible) de gambetear. Lo que digo es que para los editores cuidar a los artistas, tenerlos contentos, es también cuidar el negocio. Es asegurarte de que ese tipo talentoso va a estar siempre dispuesto a laburar para vos y no a salir a sepultarte bajo toneladas de lava radioactiva cada vez que lo invitan a algún lado y le preguntan “Che, ¿y por qué no publicás más en tal editorial?”.

Ott ya planea su regreso a Fantagraphics.

Ott ya planea su regreso a Fantagraphics.

Por otro lado, y como para equilibrar hacia el lado de la concordia y la buena onda, nos tocó presenciar momentos muy lindos, casi emotivos, como cuando Thomas Ott conoció personalmente a Gary Groth, dueño de Fantagraphics, la editorial que publicó casi toda su obra en EEUU. Ott y Groth nunca se habían visto en persona, ya que los proyectos del suizo en Fantagraphics siempre los había coordinado el fallecido Kim Thompson, y tras su lamentable muerte, la relación entre autor y sello editor estaba prácticamente congelada. Ahora, a raíz del encuentro, seguramente habrá más trabajos de Ott editados por el sello de Seattle.

Y sí, el autor y el editor están de distintos lados del mostrador. Y atrás de ese mostrador hay otro, que los separa a ambos de los lectores, que obviamente flasheamos cuando nos cuentan todas estas internas, pero que queremos verlos a todos tirar para el mismo lado, que es el de la historieta de calidad. Vamos que se puede.

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