Hace un tiempo y a raíz de una reseña acerca de un álbum de Tintín que escribí para mi blog, surgió en los comentarios una polémica que –me parece- da para ser pensada a fondo.
Por un lado, los que dicen “Si no empezás a leer historietas de chico, es imposible que las leas de grande”. Uno de los defensores de este argumento llevaba agua para su molino con una cita a Hugo Pratt, quien se alineó expresamente con esta teoría, y yo aporto el dato de que en una entrevista publicada en la Comiqueando Clásica dijo exactamente lo mismo el maestro Rep. Por el otro, los que sostienen que el virus de la historieta se le puede inocular a gente de cualquier edad, aunque con criterio y cintura para elegir qué historietas darle a el/la neófito/a.
La verdad que es complicado. Yo tengo un “problema”: a la hora de cebar a alguien para que lea una historieta que creo que le va a gustar, no le pregunto si leyó historietas de chico o si es 100% virgen del Noveno Arte. ¿Por qué? Porque doy por sobreentendido que todo el mundo leyó Mafalda, o cualquier otra tira de los diarios. Por ahí sin que les cayera la ficha de “uy, estoy leyendo una historieta”. Mucha gente cree que esas viñetas de la última página del diario son “los chistes” y en realidad son historietas. O sea que hay más lectores de historietas que los que se hacen cargo de serlo.
Más de una vez me pasó esta situación: -Leete esto, que te va a copar por tal y tal motivo. -¿Qué es? ¿Es una historieta? Nunca leí historietas… –Nah, me estás jodiendo. ¿Nunca leíste Mafalda? –Ehhh, sí, pero… –Y bueno, eso es una historieta. –Ah, para mí eran chistes. –Como los de Condorito… –Jajaja, sí, de pibe leía a veces la Condorito. –Bueno, esas también son historietas. Y las que leías en la Anteojito (Pelopincho y Cachirula, La Pícara Sandrita), también. Con esto quiero decir que mucha gente que no se asume como lectora de historietas (ni mucho menos como fan del comic) conoce aunque sea lo básico, tiene el lenguaje incorporado y maneja las herramientas para leer cualquier comic que no se pase demasiado de vanguardista.
Ahora bien… ¿qué posibilidades hay de que alguien mayor –ponele- de 25 años se convierta a raíz de la lectura de un comic X en consumidor asiduo, en fanático, en erudito, en un delirante que da la vida por la historieta como muchos de los que estamos acá? Yo diría que muy pocas. La lectura del adulto es necesariamente desapasionada y por más que un amigo, hermano o sex toy te incite a leer un comic que te parte el cráneo, difícilmente salgas corriendo a comprar más comics, así, por la tuya, sin otros incentivos externos. A mí me pasó con mi hermana. Ya de adolescente, leyó Mafalda y le gustó. Me dijo “¿No hay más?”. –No, pero leete esto que te va a gustar… Y le di un libro grandote de Calvin & Hobbes, en inglés. “Muy bueno”, me dijo cuando me lo devolvió. Pero no me dijo “!Quiero maaaáss! Dame TODO lo que dibujó Watterson en su fuckin´vidaaaa!”, emitiendo babas, con los ojos inyectados en sangre, como un adicto a la heroína con una semana de abstinencia. Ya de grande estudió la carrera de Guionista de Radio y TV y más de una vez se acercó a mi biblioteca en busca de comics de donde chorear ideas para algún guión que tenía que presentar. Me acuerdo que estudió a fondo unitarios de El Víbora, de Skorpio, que me devolvió maravillada The Fall (la gema de Ed Brubaker y Jason Lutes), pero jamás amagó con quedarse nada ni me preguntó “¿Dónde se vende esto, que quiero uno para mí?”. Hace poco la cebé con el Big Book of the Unexplained. Me lo devolvió sin haberlo terminado.
Redondeo mi postura frente al debate: Leer un comic, sí. Dos, tres, cinco, seguro. Entenderlos, disfrutarlos, decodificar ese jueguito entre los textos y las imágenes, también. Ahora, cebarse, zambullirse en la pileta del comic, emprender con ímpetu el viaje de ida que supone hacerse comiquero, salir a gastar fortunas en historietas… y, no. No es algo que hagan la mayoría de los lectores que descubren el comic (incluso el buen comic) después de una cierta edad. Habrá excepciones, por supuesto, y hay que celebrarlas. Pero la mayoría no pasa de ahí, de leer ESE comic que alguien cercano te recomienda, o ESE comic en el que se basa una película que viste y te re-cebó, o ESE comic sobre la vida de alguien a quien admirás, o algo así, siempre esporádico, siempre puntual.
Un poco por todo esto resulta tan importante, tan imperativo generar buena historieta infantojuvenil y difundirla como corresponde. Para inocularle el virus a los lectores cuando todavía tienen intacta la pasión y la fascinación. Y que se vuelvan locos y logren encontrar, en las distintas etapas de su vida, distintas propuestas que mantengan viva la llama. Empezar de cero con los adultos, tratar de cebar con el comic a cuarentones y cincuentones, es como organizar un asado en la Atlántida. Aunque la carne sea de primera, el fuego no va a prender…
14 comentarios