En general, coincido con los que alzan sus voces para señalar que en Argentina se edita poca historieta, o que –en realidad- se edita menos historieta de la que el mercado podría absorber, sobre todo en momentos como este, en el que existen tantas trabas y complicaciones para traer a precios razonables el material importado. Ahora, ¿qué tan fácil se soluciona ese déficit? La respuesta es bastante compleja y –acorde al nombre de esta columna- polémica.
Para empezar, en Argentina hay pocos editores full-time a los que les interesa publicar historietas. La mayoría de nuestros editores son gente que trabaja de otra cosa y que edita en los ratos libres, los domingos, robándole un rato a la familia e interrumpiendo para ver el partido de Boca. Son editoriales-kiosquito, que no tienen empleados, en las que muchas veces el editor también oficia como cadete, como diseñador de las publicaciones y hasta como vendedor cuando les toca poner un stand en algún evento. No hay mucho para reprocharles: podrían usar ese tiempo y ese dinero (ganado en otra actividad) en algo menos sacrificado y menos riesgoso que editar historietas y en general, si se volcaron a esta tarea es más por una cuestión de pasión que de ambición.
A estos editores “part-time” cuesta pedirles que hagan más de lo que están haciendo. Veamos: Si lanzaran más títulos por año, las ventas subirían y recuperarían los costos más rápido. Si gastaran guita en publicitar los lanzamientos, también, alcanzaríamos cifras más acordes a la calidad del material que editan. Si hicieran tiradas más grandes, no tendríamos el problema de los títulos exitosos que se agotan rápido y tardan meses (o a veces años) en reeditarse.
Pero veamos qué les estamos pidiendo. Lanzar más títulos significa gastar más plata en imprentas y en derechos de autor. Más títulos es más riesgo, porque nadie te garantiza que TODOS tus títulos van a vender igual de bien. Por ahí venís bárbaro, con una seguidilla de lanzamientos muy taquilleros y, de pronto, UN libro que vende mal, o por debajo de lo esperado, te hace un agujero financiero del que podés tardar AÑOS en recuperarte. Publicitar los lanzamientos también significa elevar considerablemente la inversión. Si trasladás ese “gasto” al precio de tapa, los libros pueden encarecerse al punto de que menos gente los quiera comprar. Y publicitar agresivamente un libro que sale con una tirada pequeña es jugarse a agotarlo en poquísimo tiempo y a tener que reeditarlo, con todo lo que eso implica. ¿Subir las tiradas? Eso insume más plata para la imprenta, más plata para los derechos de autor y pagar un depósito, porque es obvio que por más amplia y efectiva que sea tu distribución no te “sacás de encima” 3000 o 5000 libros de un saque. En algún lado que no sea tu casa, los tenés que almacenar hasta que los distribuidores o los libreros te los encarguen. O sea que no es tan disparatado que estas editoriales-kiosquito saquen pocos títulos por año, con perfil bajo y con tiradas chicas.
Ahora bien, ¿le conviene a un autor trabajar con este tipo de editoriales? De entrada, pareciera que no. Cero publicidad significa que a veces ni tus fans más hardcore se enteran que salió tu libro. Tiradas bajas equivalen a poco dinero por derechos de autor y al castigo sumamente injusto que significa tardar meses o años para reeditar los títulos que (en buena medida gracias a las virtudes del autor) se agotan en poco tiempo. Entonces, ¿por qué autores consagrados y taquilleros aceptan publicar en este tipo de editoriales? Porque nuestras editoriales (grandes y chicas, part-time y full-time) tienen una ventaja comparativa enorme respecto de las de otros países: desde hace 20 años, en Argentina se produce mucha más historieta de la que se edita. Muchísima más. Toneladas de historietas que nuestros autores (desde los más grossos hasta los más ignotos) producen para editoriales extranjeras y -en la última década- para los blogs y para antologías períodicas, principalmente la revista Fierro.
Ahí hay una masa de obra que los autores YA COBRARON, muchas veces en euros, que ya está amortizada. Entonces, reeditar ese material en libro, a través de una editorial chica que paga poco NO es mal negocio para los autores. Su trabajo consiste en desempolvar material hecho hace años, ya cobrado una o varias veces, y participar en alguna actividad con público para promocionar el lanzamiento del libro. Aunque la guita no sea mucha, compensa ampliamente el esfuerzo.
Y fijate hasta qué punto esto favorece al editor. No sólo conseguís que autores grossos te entreguen sus obras por poca plata. Encima PODES ELEGIR, entre decenas o cientos de trabajos que el lector argentino no vio (o no recuerda, porque se editaron hace mil años), y que pasaron filtros de calidad altísimos. Los autores argentinos que publican en Francia, por ejemplo, no publican por ser amigos del editor, o por poner unos pesitos para la imprenta. Son elegidos entre excelentes artistas de TODO el mundo por editores super-profesionales y MUY exigentes, que no te dejan pasar una. O sea que ahí hay una garantía de calidad muy importante. Y por si faltara algo, cuando apostás por material que ya se publicó en el exterior, la timba es mínima porque YA SABÉS CUÁNTO VENDIÓ. Ya sabés si la obra fue un hitazo, si vendió poco pero la crítica la ovacionó, si la putearon más que a la última edición de Animate… todo. Jugás al poker con las cartas arriba de la mesa, con riesgos muy bajos. Que igual existen, porque no siempre los mercados reaccionan igual ante un mismo producto. Historietas que fracasaron en Europa pueden ser éxitos en Argentina, y viceversa, claro.
Así, más o menos, está planteado el juego. Hay muchísimas puntas más para explorar, por supuesto. La edición de historieta extranjera, sin ir más lejos, ameritaría otro artículo igual o más extenso que este. O podríamos ahondar en las recopilaciones de las historietas que se serializan en los blogs, la Fierro, la Genios, la Billiken, etc., que también tienen sus propios mecanismos. O en cómo (y por qué) se editan historietas que aparecen directo en libro, de la nada, sin serializarse antes en ningún lado. O meternos más a fondo con las editoriales full-time, que son casi un mundo aparte. Pero con esto, me parece que ya tenemos elementos como para abrir el debate, que obviamente continuará…
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