Es verdad, de a poco el cómic va asomando las narices en los medios masivos, sobre todo en los diarios. Desde Página/12 se acompaña cada lanzamiento de la nueva Fierro, entrevistando a sus colaboradores.

Enfermedad

02/07/2010

| Por Staff de Comiqueando

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Es verdad, de a poco el cómic va asomando las narices en los medios masivos, sobre todo en los diarios. Desde Página/12 se acompaña cada lanzamiento
de la nueva Fierro, entrevistando a sus colaboradores. En Clarín se ha visto por ahí un mini-estudio de las posibilidades del mercado, y recientemente
en La Nación se anunció, sin bombos ni platillos, la progresiva llegada de la novela gráfica a las estanterías de las cadenas de librerías más grandes
del país (un canal de difusión importante en sí, más allá de como esto repercuta en las ventas, por la mera exposición visual de la historieta frente
los miles de clientes diarios que visitan sus instalaciones).

Centrándome en el periodismo sobre historieta, hoy me ocupa una cosa: ¿qué información debería brindar un medio masivo? ¿De qué forma, de qué pluma?
Resumiendo: ¿qué debemos exigirle, con respecto a la difusión de la historieta, a los medios masivos, teniendo en cuenta que la mayoría de sus lectores
son gente no iniciada en esto de la historieta?

La Clínica

Una posible forma de tratar este tema sería, en el sentido metafórico, ver a la avidez de lectura como una enfermedad, o al menos un síntoma, una picazón.
Visualicemos por un momento a un diario masivo como una enorme clínica u hospital.

El lector no especializado en cómic, o «sin diagnosticar», entra por el gran hall principal del diario. No sabe qué tiene, le duele un poco la cabeza,
apenas si conoce a Mafalda o al Corto Maltés. Se dirige primero a un médico clínico del 4to piso, de esos que atienden síntomas comunes. En el caso de
un periódico, éste consultorio estaría atendido por un periodista habitual del diario, ningún erudito en historieta, un correcto profesional. Éste le dice:
«sí, en efecto, a usted le falta historieta en la sangre. Vaya a ver a un especialista y él le dirá cuáles pueden ser compatibles con su organismo». El
lector va a planta baja, pregunta por un especialista en cómic y, tal y como veo actualmente el panorama, se entera de que en esa clínica hay pocos o ninguno.
El lector se va.

Los consultorios privados

La molestia sigue, y el lector descubre que fuera de la clínica hay unos cuantos especialistas en cómic, o al menos eso parece (ver apartado «Los curanderos»).

Si los diarios masivos son una clínica, correspondería decir entonces que el periodismo especializado vendría a ser una serie de consultorios privados, dispersos
por ahí. El paciente/lector se dirige a uno de ellos, a Comiqueando por ejemplo (más tarde quizá se dirija a otro para una segunda opinión, ese sería un paciente
modelo) sabiendo ya dónde le duele: gracias a Clarín, La Nación, Página12, etc, sabe que necesita más historietas en la sangre, pero no sabe cuáles. El especialista
entonces pondrá a su alcance una lista, practicamente inagotable, de posibles tratamientos: autores, revistas, comics online, novelas gráficas, personajes. Por lo
tanto el deber de todo periodista especializado que se precie de tal en nada difiere al de un médico especialista: estudiar (especializarse), ser honesto y directo,
defender su diagnóstico si los síntomas no dejan lugar a dudas, actualizarse de forma constante en materia de tratamientos, no obstinarse si la cura no progresa, etc.
Es decir, comprender de entrada que se está brindando un servicio, cultural en este caso, de encauzar las necesidades de un lector que requiere una ayuda entre el mar
de posibilidades que, los que ya estamos dentro bien lo sabemos, la historieta plantea. Un análisis de estas posibilidades es demasiado extenso para tratarlo
superficialmente, lo dejamos para otro día.

Los curanderos

Pero, mal que nos pese, existen aquellos que no alcanzan a apreciar la importancia de su rol, aquellos que más que médicos son curanderos, manosantas de la historieta,
que si bien su voluntad de ayudar al lector es indiscutible, ésta suele ser el resultado y no el motor de su trabajo. La mayoría de estos «curanderos» prolifera en el
caótico sector privado, es decir, cuenta con consultorio propio: blogs, en su mayoría, atentidos por opinólogos a tiempo parcial y maestros del copy-paste. Por moverse
en un ámbito extra-oficial (y la oficialidad no está dictada en este caso por el hecho de ser un blogspot y no un .com, sino por la cantidad de lectores que pasan por
allí a diario, y por la garantía de seriedad que un medio reconocido suele brindar), estos curanderos no pasan de ser sólo eso, aficionados sin importancia. Pero otros
tantos de estos falsos especialistas, y que nadie se sorprenda, atienden en los grandes medios, en clínicas de renombre, por donde pasan miles y miles de lectores/pacientes
diarios. Este es un mal mayor: desde allí, más que un diagnóstico concreto, al lector desprevenido se le enchufa información mal recopilada, exageraciones varias y
tremendas omisiones en ocasiones, como denuncié alguna vez en mi blog, de una sospechosa tendenciosidad. Al mismo tiempo quiero aclarar, para que después nadie ponga el
grito en el cielo, que esta falta de especialización no es un crimen, sino un defecto que cae en cascada desde la cima de la estructura de un medio y se extiende hasta
la base, los periodistas. Porque la especialización ha de ser un requerimiento, una condición para poder hablar en profundidad de ciertos temas. ¿Acaso los medios masivos
deben renunciar a brindar información especializada? Claro que no, siempre y cuando venga de la pluma de un verdadero especialista.

Al fin y al cabo, ¿de dónde parte mi preocupación por este tema? Si la historieta se propone recuperar mínimamente su posición (y no una mera imagen) de rama cultural fuerte,
resulta indispensable que los grandes medios sumen a su equipo de redactores gente capacitada y por sobre todo interesada en las historietas, gente que no salpique, sino que
empape al lector de información concreta. Caso contrario, la historieta tiene tantas posibilidades de entrar en los circuitos periodísticos oficiales de manera creíble como
la macumba en una revista de ciencias. Pero no nos lavemos las manos: principalmente la merecida credibilidad de la historieta como medio de comunicación en sintonía con otras
expresiones artísticas depende, en su mayor parte está claro, de lo que nosotros los autores tengamos que aportar desde nuestra obra. Pero otro tanto depende del trato que se
le dé desde lo que yo denomino la «lectura múltiple y atenta», es decir la crítica, el periodismo, etc, como producto cultural.

Mientras los diarios de gran tirada buscan profesionales especializados serios para sumar a su staff, deberían asumir su incapacidad (temporal, espero) de atender casos específicos,
tratar los síntomas por arriba, y sugerir al paciente visitar un consultorio especializado y responsable, de esos que cuentan con años de experiencia y encima no cobran. Eso sí,
que se apuren. Debe existir una mínima sincronía entre lo que se produce y lo que se difunde, y la historieta argentina, tanto en su producción local como en el material extranjero
editado en el país, exige cada vez más un espacio acorde a sus esfuerzos entre los medios masivos.

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