Carlos «Chingolo» Casalla nació en Buenos Aires en 1926 y falleció en Bariloche, en las primeras horas de hoy, a los 90 años.
Casalla estudió en la Academia Nacional de Bellas Artes, fue asistente del mismísimo Lino Enea Spilimbergo, y llegó a la historieta de la mano de otro gigante: José Luis Salinas. Desde los años ´50 fue un activo participante de la industria de la historieta argentina. En 1954 creó la serie El Cabo Savino, una de las más longevas de la historia del comic mundial. También pasó por la mítica revista Misterix y por la editorial Frontera, hasta que se convirtió en uno de los dibujantes emblemáticos de la editorial Columba.
Fue en las revistas D’Artagnan, El Tony, Nippur Magnum y Fantasía donde Casalla se consagró definitivamente y realizó la maor parte de su abultada producción. Junto a Robin Wood, trabajó en El Cosaco y Chaco, entre otras. También dibujó Perdido Joe, Memorias de un Porteño Viejo, Capitán Camacho, el western Álamo Jim y nuevas aventuras de Cabo Savino, ya no con guiones propios, sino en colaboración con guionistas como Julio Álvarez Cao y Jorge Morhain.
Radicado hace muchos años en la ciudad de Bariloche, Casalla aportó muchísimas tiras de aventuras al diario Río Negro, algunas basadas en temas históricos de la Patagonia, o en las biografías de personajes históricos como Luis Piedra Buena. Varias de estas tiras se recopilaron en libros, editados por el propio autor.
Casalla también trabajó como ilustrador (son célebres sus ilustraciones del Martín Fierro), como publicista, pintó cuadros y murales, actuó en obras de teatro y tocó la batería en bandas de jazz. Un talento incansable, que nunca se alejó de las artes a las que amaba.
Sin dudas se fue uno de los Monstruos Sagrados de la historieta argentina, un verdadero prócer admirado por su pasión por el dibujo, su generosidad y su profesionalismo.
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