El mundo es un lugar horible. En serio, vivimos una cadena de horrores que sólo se interrumpe con el cálido abrazo de la muerte, alguna bien intencionada siesta o esos pequeños ratitos de relax en los que nos sentamos con nuestro comic-book lejos de todo.

Reality Door

09/02/2008

| Por Staff de Comiqueando

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El mundo es un lugar horible. En serio, vivimos una cadena de horrores que sólo se interrumpe con el cálido abrazo de la muerte, alguna bien intencionada siesta o esos pequeños ratitos de relax en los que nos sentamos con nuestro comic-book lejos de todo.


Es así que casi somos personajes de novelas de Stephen King, leyendo en un rincón mientras nuestros padres gritan, la gente se altera, el calentamiento global se va a la mierda y alguna buscona barata aparece en Intrusos con el escándalo de turno.

Si bien este mundito privado es un lugar donde podríamos quedarnos para siempre, no suele ocurrir. No porque esté bien o mal, no por que la realidad sea más fuerte, simplemente porque tarde o temprano tenés que salir por la puerta porque te quedaste sin más comics para leer. Creo que ningún lector que se precie de tal puede considerarse un ser vivo a menos que haya estado caminando a altas horas de la noche por la calle Corrientes. Sí, esa que nos ofrece cines porno y muchas obras de teatro vulgares. Pero si mirás con atención y sos uno de los caminantes de la trasnoche, vas a encontrar el lugar mágico en el que pasé muchos sábados a la noche mientras mis amigos se iban de putas: las librerías.

Estos malditos locales abren toda la noche y tienen una combinación maravillosa de novedades, saldos, libros, revistas, comics, posters, adaptaciones, enciclopedias y todo lo que se pueda poner en papel y vender.

Gracias a la inmensa cantidad de comiquerías que supo haber y se fundieron mal, ese tipo de locales suele tener pequeñas sorpresas de saldos que nunca nos hubiéramos imaginado para el deleite de todos los comiqueros que buscamos cualquier cosa a la madrugada.


Guarda, está lleno de cosas intragables. Comic porno gallego como «Perversión íntima» o «Primer Pelo», mil sobrantes de comics publicados por editorial Símbolo (esa que nunca pasaba del número tres), mucho comic de Perfíl, libros para colorear…

Es un bolo intestinal que de vez en cuando nos lleva -en una noche fría y solitaria cuando queremos olvidar lo perdedores que somos y odiamos a todas las parejas que se nos cruzan- a nuestro mundito único y mágico que es la caza, encontrar ESE comic, ESE libro y volver a casa a disfrutarlo como nunca.

Solía terminar mis recorridas de la calle Corrientes sobre un bar que hacía una maravillosa pizza napolitana individual. Ahí leía algo de lo que compraba, pero siempre guardaba lo mejor para casa, metido en la cama y calentito.

La moza siempre solía mirarme a las seis de la mañana, tratando de entender cómo podía comer pizza con cerveza a esa hora.

Yo no le daba bola. Estaba ocupado leyendo sobre un mundo más divertido que el nuestro. Sobre lugares donde puede aparecer Galactus o unos químicos son capaces de darte hipervelocidad. Sólo porque es un lugar mucho más divertido y feliz.

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