Amo a Frank Miller. No es en un sentido sexual, tiene una panza horrible. Pero amo su laburo, su forma de narrar y de pensar las historias.

Sin City y el arte de la guerra

27/09/2008

| Por Sebastián Ballesteros

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Amo a Frank Miller.

No es en un sentido sexual, tiene una panza horrible. Pero amo su laburo, su forma
de narrar y de pensar las historias.

Amo las trampas que usa.

Sí, un crítico o dibujante con algo de sentido común sabe mirar a Miller de otra
forma. Las rayitas (inexistentes en la primera saga de Sin City) son trampa. Las
texturas y los grises también. Si mirás A Dame To Kill For atentamente, se nota
que de un número al otro el tipo deja de pensar en sorprender y sigue sólo por costumbre.

Ni hablar de los guiones. Usar a Miho es trampa. Es como cuando Tolkien usa a Gandalf.
Sí, todo está perdido, no hay forma lógica en la tierra de ganar, estamos muertos,
pero en el fragor de la batalla aparece Gandalf, un poderosísimo mago casi inmortal,
y al final ganamos. Miho es peor, ya sabés que puede partirte como un queso cuando
quiera, o sea que si está ahí ya se decidió el resultado de la batalla.



Es ahí cuando el mal guionista que puede ser Miller con paja es salvado por el maravilloso
dibujante que es.

Si leíste sus viejiiiisimas Daredevils, de cuando el bastardo tenía tan sólo 20
años, recordarás a un gran narrador de historias urbanas y oscuras. Si bien me gusta
más la etapa de Ann Nocenti y John Romita Jr., no puedo dejar de pensar en lo que
Miller le aportó a ese comic.

Y el guacho va y se manda una peli de su propio comic con Robert Rodríguez y la
rompe y la puta que lo parió.

No da, loco. No puede ser. Un autor no te puede dar tantos gustos. Si, quizás sea
para compensar el bofe impresentable que fue su secuela de Dark Knight (esa que
algunos compararon con el Cazador por lo mal hecho a los pedos que estaba) o quizás
es porque el tipo, activista de los comics si los hay (y un rompebolas con los derechos
de autor, la censura y todo por lo que TODOS deberíamos romper las bolas), ama lo
que hace hasta que su maldita panza (si no me creés miralo en las entrevistas de
Sin City) le ordena tomarse una birra y dormir.

Tuvimos una sobredosis de Miller estos últimos tiempos, tanto con la peli de 300
(otra de maravillosos dibujos y guión apenas digno) como con miles de especiales
de Sin City publicados acá. Está bueno que un autor que siempre se consideró un
cabrón abanderado de lo independiente, que siempre tuvo los huevos de putear a quien
se debía putear, que no da entrevistas porque tiene cero onda con la prensa y que
tiene un talento que no se puede aprender en ningún lado, llegue a nuestras pampas
para que hasta el lector más desprevenido se tropiece con su obra.

Ahora, eso si…

Que no se tire a chanta…

Y que pare de robarle un poco al viejo Breccia.

De onda.

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