Esta serie es un claro ejemplo del Vertigo del nuevo milenio. Lejos quedaron las haditas, la magia y la onda paranormal de los ´90. Estamos ante un comic con un fuerte anclaje en la realidad, con una cuota alta de violencia y un importantísimo trabajo de documentación histórica. Y si bien Vertigo, cambió mucho en los últimos años, no caben dudas de que una serie de vikingos tiene mas similitudes con las historias de la difunta Columba que con Sandman o Preacher. Recuerdo haber agarrado el primer tomo y pensar en las muchas similitudes que tenía la historia de Sven con cualquiera que podría haber escrito el gran Robin Wood; al menos ese primer arco tiene una atmósfera muy columbera. Acá no hay elementos sobrenaturales, casi podríamos decir que se trata de historieta histórica, si bien los personajes son ficticios, la documentación plasmada es increíble y la serie no deja de ser un recorrido por la historia del famoso pueblo nórdico.
El propio Brian Wood (guionista de la serie) confesó su obsesión con el tema que lo tuvo investigando un año y medio, en el que acumuló una cantidad de bibliografía que, según sus propias palabras: “sería la envidia de cualquier biblioteca universitaria”. Pero eso no es todo, porque además de leer cuanto libro sobre vikingos se encontró, se tomó el tiempo para viajar a las islas Orcadas y el norte de Escocia (donde transcurre el primer arco) y también por Islandia, donde transcurre la trilogía que cierra la colección. Es que parece que desde chico a Wood le gustaban los vikingos. Lo suyo no eran los superhéroes, ni los zombies, ni la ciencia-ficción; de hecho empezó a leer comics recién con 25 años, pero según parece los vikingos llamaron su atención desde el día uno. Si tenía algún tipo de fanatismo enfermo, era por ellos.
Es por esto que cuando a mediados del 2000 el editor Steve Wacker se planteaba el relanzamiento de alguna franquicia de DC en desuso, le pareció acertado ofrecerle a Brian el Príncipe Vikingo. Y si bien la idea de reinventar un personaje propiedad de la editorial no cuajó del todo en el guionista, su amor por los vikingos regresó con todo, cuando un tiempo después su editor en Vertigo, Will Dennis, le ofreció una segunda serie. El camino natural fue proponer Northlanders.
Lo más destacable que tiene la serie, más allá de su contenido, es la forma en la que está planteada. En una época donde cada vez se piensan más las series para su posterior publicación en libro, se ha vuelto todo muy cuadrado y super esquemático, con arcos argumentales de seis capítulos. ¡Acá eso no existe! Ya de entrada, el primer arco es de ocho números y el segundo es de sólo dos, con un tercero de seis y así hasta el final de la serie en el número 50. Pero no es sólo el largo de los arcos, sino que además cada arco cambia de personajes, de época y de equipo creativo (salvo por Brian Wood, que escribe siempre), logrando con esto que uno se pueda enganchar con la serie casi en cualquier momento y después ir para adelante o para atrás a gusto y piaccere. Incluso podríamos decir que hasta cambia el género de una saga a la otra: si bien todas mantienen la temática vikinga, en algunas sobra la violencia, otras son estrictamente dramáticas y a algunas, como el unitario “The Viking Art of Single Combat”, se las podría catalogar de educativas.
Ya en la parte gráfica, tenemos un catálogo increíble de dibujantes talentosos, arrancado por las portadas del italiano Massimo Carnevale, que venía de ilustrar las tapas de Y, the Last Man y que se manda algunas ilustraciones impresionantes que dan ganas de imprimirlas y ponerlas en la pared. En cuanto a los dibujantes de la serie, como dijimos antes, con cada cambio de historia cambia el dibujante, por lo que tenemos a algunos que están varios números y otros que ilustraron tan sólo un episodio. El primero es otro italiano (se nota que Will Dennis, acaba de volver de una convención en Italia al momento de plantear la serie): Davide Gianfelice, que dibuja todo el arco de Sven, y regresa (junto con Sven) para el n° 20.Dean Ormstorn ilustra Lindisfarne, una historia ambientada en los principios de la era vikinga. The Cross + the Hammer, tiene dibujos de Ryan Kelly (quien ya había colaborado con Wood en Local, una serie de corte urbano que no se parece en nada al trabajo que hace con Northlanders). Después de esto viene la que ya mencioné antes del arte del combate simple, dibujada por el increíble griego Vasilis Lolos. Danijel Zezelj se despacha con dos numeritos que reinterpretan a las valkirias de manera soberbia en The Shield Maidens.
En el n° 21 arranca mi arco favorito, y no porque lo dibuje un argentino, el capo de Leandro Fernández, sino porque volvemos a una historia de ocho episodios de una crudeza terrible. Siempre recomiendo que si no pueden empezar por el primer tomo, arranquen por acá, que no se van a arrepentir. Fiona Staples, ahora recontra conocida por dibujar Saga, hace acto de presencia con The Sea Road, un unitario que cuanta las vicisitudes de navegar los mares del oeste. Para Metal, vuelve un italiano, en esta oportunidad Riccardo Burchielli, viejo colaborador de Wood en DMZ .Y ya que hablamos de colaboradores es esta vez Becky Cloonan (con quien Wood compartió Demo) la que ilustra The Girl in the Ice, un drama de tan sólo dos episodios que sirve de ejemplo del cambio de género que puede tener la serie entre un arco argumental y el siguiente. The Siege of Paris lo dibuja Simon Gane, mientras Matthew Woodson se encarga de la brillante “The Hunt”, y Marian Churchland realiza “Thor’s Daughter”. El arco final, la afamada Trilogía Islandesa, com su nombre lo indica está dividida en tres partes y narra la historia de la familia Hauksson, desde su llegada a Islandia y su lucha a lo largo de las posteriores generaciones. Como era de esperarse cada segmento de la trilogía tiene su propio dibujante. Así es como Paul Azaceta se encarga de los años 871 hasta el 886, Declan Shalvey del 999 y el 1000, y el croata Zezelj regresa para afrontar el 1260 y cerrar la serie de manera magistral.
Para terminar, no me queda más que recomendar muchísimo Northlanders. Vuelvo a repetir que pueden agarrar cualquiera de los siete tomos que anda dando vueltas y usarlo como punto de partida, ya que ningún arco guarda relación con el anterior (salvo los contados que están conectados como la trilogía y los de Sven) y lo pueden ir leyendo según vaya cayendo en sus manos sin miedo de perderse de algo. Una excelente serie, que fija un antes y un después a la hora de tratar a los vikingos en la ficcion.
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