A lo largo de 60 episodios, el genial guionista Brian K. Vaughan nos invitó a indagar en una consigna que no puede ser más ganchera: de repente, un día de 2002, murieron al mismo tiempo TODOS los seres vivos con cromosomas Y. O dicho vulgarmente, todos los machos. Tras el “genericidio”, las mujeres se tienen que hacer cargo de que el mundo siga andando y se las arreglan bastante bien para que no desaparezcan la corrupción, la violencia, la discriminación, el narcotráfico y todas esas cosas tan lindas de nuestra vida cotidiana. El mensaje es un poco ese: el mundo sin hombres es distinto del mundo con hombres, pero tampoco la pavada.
La serie nos propone recorrer este mundo de la mano de los únicos dos machos que sobrevivieron al “genericidio”: Yorick Brown y su monito Ampersand, que por supuesto se meten en un kilombo atrás de otro, mientras le buscan explicación a los bizarros fenómenos ya enumerados.
Todo en YTLM está magníficamente escrito. Los personajes centrales están perfectamente construídos, los secundarios hacen aportes muy copados, todos tiran chistes y frases memorables, la tensión no decae nunca, hasta los momentos en los que la Doctora Mann trata de explicar científicamente por qué no murió Yorick se hacen atrapantes.
Como esta es una serie de aventuras, todo el tiempo los protagonistas entran en conflicto con minas que los quieren capturar o matar. Lo bueno es que estas peleas no se sienten como algo forzado, ni como un relleno para estirar, sino que cada facción que toma cartas en el asunto está bien explicada y tiene un rol claro y grosso dentro de la trama mayor.
Por ahí lo único que no me cerró es el rol de Alter Tse´elon, la jefa de la milicia israelí, a la que Vaughan hace jugar durante un largo trecho de villana principal de la serie. La mina es una máquina de hacer turradas, se encarga de boletear a dos personajes importantísimos en la trama, tortura a otros tantos… y finalmente, cuando pierde, pierde de un modo medio ridículo y desaparece, sin pedir revancha, sin patalear. Muy loco. En realidad, si vamos a fondo, esta serie tiene un planteo tan extremo, tan zarpado, que no necesitaba un villano grosso. A lo largo de los 60 episodios, nunca faltaron las peripecias ni los peligros para que Yorick, su monito y sus aliadas tuvieran que transpirar a full la camiseta, y por ahí alcanzaba con eso, no hacía falta UNA conchuda sacada y perversa, dispuesta a llegar a las últimas consecuencias… y menos si se iba a ir al mazo con sólo perder el primer mano a mano contra Yorick.
De todos modos, en todos los episodios predominan los momentos más tranquilos, en los que Yorick y sus aliadas tratan de relajarse mínimamente (a veces a la fuerza, porque reciben heridas o están prisioneros), y de ahí salen las secuencias más logradas. Vaughan elige con gran criterio dónde mechar los flashbacks, cuándo contarnos más sobre el “genericidio”, cuándo meterse a fondo con el pasado de los personajes (Yorick, Alison Mann, la agente 355, la hermana de Yorick, su mamá, Alter y hasta el monito Ampersand), cuándo explorar consecuencias de lo narrado en los capítulos anteriores. Un trabajo absolutamente consagratorio para este tipo que venía de fracasar estrepitosamente con ese barrilete de cemento que era la serie de Swamp Thing en la que la protagonista era Tefé.
Por el lado del dibujo, alguien se pasó de listo y creyó que, al ser una serie donde el 99% del elenco es femenino, la tenía que dibujar una mujer. Y la elegida fue la canadiense Pia Guerra que –digámoslo de una vez- es de la B y siempre lo será. Cumple con lo básico, no descolla, no busca sorprender y zafa con lo justo de aburrir. Lo peor es su limitadísimo repertorio de expresiones faciales, dato especialmente preocupante en un comic donde las emociones son tan importantes. Por suerte cada tanto entra desde el banco de suplentes el croata Goran Sudzuka, un tipo muchísimo más solvente y –como todo dibujante croata- muy influenciado por los maestros argentinos. En este caso, los totems de Sudzuka son Ernesto García Seijas y el uruguayo Eduardo Barreto, influencias que se ven sólo en la superficie del dibujo, porque la narrativa del croata es 100% yanki. Lo cierto es que si Guerra cumple, Sudzuka dignifica y pone lo que hay que poner para que la historieta se disfrute a pleno. Como pocas veces de Sandman para acá, este es un comic BIEN de guionista, donde se necesita que el dibujante simplemente traduzca al lenguaje visual lo que el guionista crea viñeta a viñeta, sin lucirse ni mucho menos zarparse. Pero igual, uno que es malo y exigente, quiere que ese dibujante transmita algo más de pasión que la que pone Pia Guerra.
El final, esos tres o cuatro últimos episodios cuando todos los personajes principales confluyen en París, es inolvidable, triste, conmovedor y muy impredecible. Y ni hablar de ese epílogo ambientado 60 años en el futuro, que te deja helado, porque no lo ves venir ni en pedo. Este último tramito, el que nos lleva a conocer a un Yorick ya octogenario, está lleno de momentos perfectos, secuencias en las que Vaughan cierra un montón de cosas que quedaron abiertas, plots importantes, puntitas menores, un poco de todo, y todo con mucha precisión, con el inmejorable equilibrio entre drama y comedia que vimos en toda la serie. El final-final, lo que pasa en las últimas cuatro páginas, también está muy jugado a lo emotivo, e incluso a un cierto vuelo poético que se contrapone (en una de esas, incluso se burla) del tono serio, casi científico, que prevalece en el último tramo de la obra.
Entre 2002 y 2008, Y: The Last Man conquistó muchos premios prestigiosos y una horda de fans (de ambos géneros) que aún hoy la reivindican como una serie fundamental, definitiva, sin nada que envidiarle a Sandman o The Invisibles. Y está muy bien. YTLM le aportó a Vertigo varias cosas que no tenía: ciencia-ficción blanda y distópica, un cierto clima de comedia costumbrista, elementos de la road movie, y además muchas cosas de las que sí eran habituales en los comics de este sello como la acción y la aventura para adultos, con niveles elevados de sexo y violencia, y sobre todo con un cuidado impresionante en los diálogos, un rubro en el que Vaughan saca mucha ventaja. Lo más probable es que Y: The Last Man se siga reeditando en uno y mil formatos hasta el fin de los tiempos, con lo cual sobrarán las oportunidades para engancharse y disfrutarla. Lo importante es que no la dejes pasar, porque de verdad es muy grossa.
3 comentarios