¿Otra mas de zombies?¿posta? Calculo que esa es la reacción de la mayoría cuando le mencionan este como cualquier otro comic cuyo eje gire en un montón de cadáveres a medio pudrir que caminan libremente por la tierra. Y el gran mérito de Chris Roberson (guionista de la serie que arrancó en 2010) es justamente hacer que no se parezca a ninguna.
Para empezar, la serie se centra en un zombie en particular: Gwen Dylan, una chica que tras su “muerte” descubre que debe alimentarse regularmente de cerebros frescos para no transformarse en una de esas bestias salvajes descerebradas que conocemos por las películas de George Romero. Por suerte su trabajo como sepulturera le facilita las cosas, pero cada cerebro que come la pone en contacto con los recuerdos y algo de la personalidad de su antiguo dueño por lo que tiene que solucionarle algún asunto pendiente para dejar de experimentar esas emociones y vivencias ajenas. Estos “asuntos pendientes” pueden ir desde despedirse de un familiar querido, hasta resolver por qué fue asesinado. Pero Gwendolyn no esta sola en su gesta, ya que la acompañan sus inseparables amigos Ellie (el fantasma de una chica que murió en los ´60 y jamás abandonó Oregon) y “Spot”, un joven amigo que carga con la horrible maldición de transformarse todas las lunas llenas en un Were-terrier (si, leyeron bien: terrier. ¿O acaso lo único que puede morderte es un lobo?). Y si bien esta es la premisa original de la serie, no se sostiene por mucho tiempo y a los pocos números nos enteramos de que algo mucho más grandilocuente se está cocinando.
Definido (no por mí, lo leí en algún lado) como una mezcla entre Buffy la Cazavampiros y Scooby-Doo, la serie te entra sin duda por la fuerte construcción de personajes que consigue. A pesar de tratarse en su mayoría de “monstruos”, estos son super creibles y la identificación es inmediata. Uno seguro conoce a alguien como ellos, capaz menos peludo o traslúcido, pero por el resto son igualitos. Y es extraña la identificación, ya que por la serie se pasea la más extravagante diversidad de personajes: vampiros, zombies, momias, cambiaformas, espectros, fantasmas y -como no podía ser de otra forma- los famosos cazamonstruos. Inevitablemente, Gwen se enamora de uno de ellos y si empezar una relación ya es de por si difícil (y si sos un zombie imagino que bastante más), si encima tu candidato es algo así como tu enemigo declarado, estás un poco en el horno. Así es como Gwen pasa a tener el dilema de revelarle o su condición no a Horatio. Y como si todo esto fuera poco, tenemos a los Dead Presidents, un grupo de seres sobrenaturales que bajo el liderazgo de un resucitado Abraham Lincoln se dedican a matar monstruos para el gobierno.
Igual el concepto más interesante que tiene la serie y que es casi un eje fundamental, es la clasificación del alma: existe el under y el over soul (disculpen pero no sé cómo le pusieron a los conceptos estos en castellano ¿sobrealma?) y cómo esta división da origen a la mayoría de los seres sobrenaturales conocidos. Y cómo en el caso de Gwen y Amon (una momia que sirve las veces de guía para la protagonista) se da la extraña particularidad de que mantiene ambas, como los seres vivos normale,s y de ahí que sea “especial” y su rol fundamental en los hechos por venir. Esto también justifica la necesidad de alimentarse con cerebros, ya que lo de ellos es una anomalía y una de las dos almas va a tender a escaparse del cuerpo. Alimentarse es lo que las mantiene atadas al cuerpo.
Ahora imagínense todo este mix dibujado de manera soberbia por Mike Allred y nos encontramos ante una historieta única e inclasificable, que por momentos nos hace cagar de la risa, por momentos tener los huevos en la garganta, pero por sobre todas las cosas entretenernos de la mejor manera posible, con historias bien desarrolladas, personajes queribles, y algunas sorpresas por el camino. Con todo eso, estos 28 episodios se transforman en una lectura no sé si obligatoria, pero sin duda muy recomendable, que además pone a Chris Roberson en ese lugar donde van los autores a los que les empezamos a dar pelota y seguir su carrera de cerca.
No puedo irme sin hacer aunque sea una mínima referencia a la serie de TV. Es cierto, no se parece en nada al comic, pero es muy recomendable y, como dijera el propio Roberson, hay que pensarlo como una reinterpretación del concepto, como si se tratara de Jay Garrick y Barry Allen. Los dos tienen en común que son velocistas y se llaman Flash, pero mas allá de eso, cada personaje tiene su propia identidad y con la serie de televisión pasa lo mismo. Acá no tenemos seres sobrenaturales (al menos por ahora) aparte de los zombies y toda la acción gira en torno ellos y los casos que ayuda a resolver Olivia “Liv” Moore (sí, hasta se llama distinto la protagonista) que labura en la morgue policial, en lugar de en el cementerio y al comer cerebros absorbe los recuerdos y la personalidad del difunto que usó para alimentarse. De esta manera, con un enfoque mucho mas policial, la serie transita un camino muy diferente al del comic pero igual de atrapante, motivo por el cual la recomiendo.
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