Como en tantas series potencialmente grossas y prematuramente canceladas, en American Virgin aparece el nombre de Steven T. Seagle, un guionista que prácticamente garantiza el fracaso comercial de los proyectos en los que se embarca. Y no porque no sea bueno: es un autor más que competente, con algunas obras muy notables en su currículum. Pero casi siempre le va mal y sus series suelen durar 25 números con toda la furia. American Virgin no es la excepción: lanzada en Marzo de 2006, la idea está muy buena, el arranque es PERFECTO, el desarrollo es bastante atractivo, pero las ventas no acompañaron y duró sólo 22 episodios.
Todo gira en torno a Adam Chaberlain, un pibe de 21 años, inteligente, fachero, con guita… el típico flaco al que cualquier minita se le regalaría sin histeriquear ni 15 segundos. Pero Adam tuvo una revelación: Dios le habló y le dijo que su corazón le iba a indicar cuál era la mujer de su vida, su verdadero amor. Adam, cristiano ejemplar, no sólo le creyó: también le prometió que conservaría su virginidad hasta poder consumar el matrimonio con esa mujer tan especial, que es su novia de la secundaria, Cassandra. Adam viene de un año entero al frente de una cruzada por la virginidad, en el que escribió un libro exitosísimo y dio cientos de conferencias acerca de la importancia de mantenerse virgen hasta el momento de unirse en un acto místico y maravilloso con ESA persona única y especial a la que Dios te va a ayudar a encontrar, como si fuera un GPS. Gracias a esta cruzada, Adam se hizo famoso y recibe muchas ofertas, no sólo de chicas que lo quieren desvirgar, sino de canales de TV de tele-evangelistas que lo quieren al frente de un programa para que los jóvenes se copen con Dios (y dejen un billete en las arcas de las iglesias, claro).
Hasta ahí todo bien, pero… ¿por qué no cogen Adam y Cassandra? Porque la chica se fue de voluntaria a Africa, a una zona de conflictos sociales y miseria extrema y hace dos años que no se ven. ¿Dos años sin tocar a la chica que amás ni a ninguna otra? ¿No será mucho? No si Dios te convenció de que la espera vale la pena. Así se construye el mundo de Adam, por el que pululan su madre (ferviente religiosa, al borde del fascismo), su padrastro (dueño de un canal de TV religioso), su hermanasta Cyndi (bastante atorranta) y su hermano, un pibe común y corriente, menos inteligente que Adam, pero más vivo a la hora de entregarse a los designios de otra Santísima Trinidad: sexo, droga y rock´n roll. Y de pronto, la noticia parte de un pueblito de Mozambique y recorre el mundo: Cassandra fue asesinada, decapitada y –nos enteramos después- desvirgada.
Así empieza la historia, cuando el mundo de Adam se desploma sobre su cabeza, cuando le cae la ficha de que lleva años esperando ese polvo sublime y definitivo con una chica que ya nunca será suya ni de nadie. Adam (soldadeado por Cyndi) recorrerá el mundo para encontrar el cadáver de su novia, darle cristiana sepultura y en lo posible vengarse de sus asesinos y averiguar cómo perdió la virginidad que le tenía reservada a él. En algún momento estas puntas argumentales se resuelven y Seagle opta primero por un arco argumental centrado en Miami (la ciudad natal de Adam) en la que ahonda muchísimo en el elenco de personajes secundarios presentados al inicio de la serie; y después los vuelve a poner en el freezer para un tramo final en el que Adam saldrá a perseguir por el mundo a Vanessa, la chica de la que se enamora, convencido de que esta vez sí, será el amor verdadero, definitivo, por el cual valdrá la pena abandonar la virginidad.
Ya sobre el cierre, el ritmo se acelera muchísimo, pero igual no alcanzan las páginas: hay que terminar la serie y Seagle recurre a un final de altísimo impacto (no lo puedo contar), que no es para nada el que uno hubiera esperado. Sin irse al mazo ni arrugar, Seagle decide resolver todo de un modo demasiado abrupto, sin margen para la reflexión que es algo que convivió armónicamente con el tono de comedia durante toda la serie. Lo más nortable es cómo, sin bajarse nunca de ese tono de comedia, American Virgin se mete a full con un montón de temas que giran en torno a la sexualidad: el matrimonio igualitario, el aborto, la conservación de la virginidad, la promiscuidad, el sexo con dolor y humillación, la transexualidad, la tensión entre la castidad que exigen ciertas religiones y la pulsión erótica del mundo en general… todos estos tópicos atraviesan la historia de Adam y su familia.
A cargo de la faz gráfica tenemos a Becky Cloonan, la grossa de Demo, que más tarde la rompería en Conan. Cloonan opta por dibujar toda la serie en un estilo que tiene mucho de Paul Pope, pero también algo de Brian Wood (cuando dibujaba) y algo de Bryan Lee O´Malley. Y le queda bien, se acopla bien con la onda de la serie. Dibuja a todos los personaje con rasgos bien distintivos, le presta atención a detalles de la ropa, del lenguaje gestual y corporal, no se mete en ningún brete narrativo y simplifica mucho los fondos, pero sin hacer la chantada de no dibujarlos o de meter fotos. Y los suplentes que ocasionalmente la reemplazan no desentonan para nada.
American Virgin nos ofreció aventura, acción, comedia, bajada de línea, una indagación lúcida y punzante en el inagotable tema de la sexualidad y tópicos siempre fértiles para el debate. Un elenco interesante, muy buenos diálogos, buen ritmo, muy buenos dibujos… No te digo que pintaba para ser el próximo 100 Bullets, pero el planteo inicial sin duda daba para durar más de 22 episodios. Que la sigan chupando.
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