Allá por 1996, el guionista Steven T. Seagle y el dibujante Teddy Kristiansen le pidieron prestado a DC un título que la editorial tenía en desuso hacía años, para convertirlo en una serie de su propiedad, no integrada en lo más mínimo a ninguno de los universos conocidos. Así fue como en Octubre de 1996 Vertigo lanzaba la nueva House of Secrets, una serie que empezó muy arriba y rápidamente se desinfló.
La historia arranca en Seattle, en el mundillo de las bandas de grunge post-muerte de Kurt Cobain. Rápidamente se impone como protagonista Rain Harper, una chica enigmática, con mucha parla, cínica, sarcástica, bardera, sin reparos a la hora de mentir o robar, y a la vez inteligente, creativa e ingeniosa. Difícil considerarla una heroína, pero difícil no engancharse con la compleja personalidad de esta chica que obviamente oculta mucho más de lo que muestra. También rápidamente, Rain va a entrar en contacto con seres sobrenaturales, un tribunal de jueces espectrales que juzgan a los mortales por los secretos que estos ocultan y los condenan al Cielo o al Infierno, que vendrían a ser el altillo o el sótano de una antigua mansión en la que Rain y su amiga Tracy se quedan a vivir, sin demasiada explicación.
Y acá está la principal falla de la serie: Seagle se entusiasma demasiado con estos elementos sobrenaturales, le da demasiada bola a cada uno de estos jueces fantasmagóricos, indaga demasiado en el origen de la casa, vincula cada elemento con distintas épocas de la historia y hasta le dedica un arco entero a una aventura en la que Rain es místicamente transplantada al año 1903. Entre una cosa y otra, el guionista descuida bastante lo que –por lo menos a mí- me resultaba lo más atractivo de la serie: la vida cotidiana, sentimental y a veces criminal de estos chicos y chicas que orbitaban en torno a la escena grunge de Seattle. Por momentos, esa mezcla entre telenovela, policial y road movie parece recuperar algo de protagonismo, pero la fuerte presencia de los elementos fantásticos funcionan más como un obstáculo que como un ingrediente ganchero y atrapante.
Alrededor del n°17 el guión levanta un poco, parece concentrarse un poco más en las aventuras de Rain, Ben y Tracy, pero el n°25 resulta ser el último. House of Secrets se despide en Diciembre de 1998, pero no por bajas ventas, sino por problemas que tenían Seagle y Kristiansen para bancar la periodicidad mensual. De hecho el guionista estaba trabajando como consultor en una película basada en la historieta, que obviamente nunca llegó a filmarse. Lo cierto es que la serie cerró para convertirse, supuestamente, en una colección compuesta de varias miniseries.
Finalmente lo que apareció fue una sola miniserie: dos libritos prestige de 2001 llamados House of Secrets: Facade (se pronuncia “fasád”), que resultan ser un excelente broche de oro a la historia iniciada en la serie regular. Esta vez el desarrollo (y deconstrucción) de los personajes está afiladísimo y los elementos sobrenaturales están mejor integrados a la trama. Los jueces espectrales tienen su rol, pero no son tan importantes. Y el protagonismo está mejor repartido entre Rain, Ben, Tracy y nuevos personajes que Seagle introduce en este arco. Y no hay más. Bueno, sí, hay una hermosa “no-aventura” de Rain que enlaza las distintas historias que componen el primer Vertigo Winter´s Edge (de 1998). Y ahora sí, eso es todo.
Entre ese comienzo alucinante y ese epílogo magnífico que fue Facade, House of Secrets fue una serie rara, despareja, con algunos momentos brillantes, otros muy raros, muy experimentales (los n°s 7, 16 y 25 son claramente experimentos narrativos por parte de los autores) y algunos momentos en los que Seagle se obstina en meter medio por la ventana historias que no están mal, pero que no terminan de intersectar nunca con lo que prometía ser la consigna básica de la serie.
El rubro en el que House of Secrets no defrauda jamás es la faz gráfica. Teddy Kristiansen arranca muy arriba y no hace más que mejorar con el correr de los episodios. Para cuando llegan los prestiges de 2001 (donde se puede colorear él mismo) el nivel del dibujo ya es devastador, digno de la más ambiciosa novela gráfica europea. Posta, eso se puede comprar y no leerlo jamás: garpa sólo con ver los dibujos. Como si esto fuera poco, los números en los que Kristansen descansa (o dibuja las tres paginitas del final) tienen invitados de lujo, como Duncan Fegredo, Guy Davis, Dean Ormston, los hermanos Arnold y Jacob Pander o el maestro D´Israeli. O sea que a nivel visual es todo grossísimo.
En 2013 salió un Omnibus de más de 750 páginas que reúne la serie completa. Yo no soy muy fan de los Omnibus pero, como en trade paperback se reeditó sólo el primer arco de la serie mensual, el mega-masacote es la única y mejor opción para tener House of Secrets completa en libro.
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