En Seekers into the Mystery, J.M. DeMatteis se nos ofreció como guía en la senda de la iluminación espiritual. Pero no alcanzó.

20 años de Vertigo (parte 38)

10/11/2016

| Por Andrés Accorsi

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prv2158_pg122De verdad, no se puede decir que Vertigo no haya apostado fuerte por Seekers Into The Mystery. El lanzamiento de la serie fue manijeado como pocas veces y desde la editorial se hizo todo lo posible para que el proyecto capitaneado por J.M. DeMatteis saliera a flote y se impusiera como una de las series centrales del sello. Sin embargo, el resultado decepcionó a propios y extraños. Seekers Into The Mystery pasó con más pena que gloria, y duró apenas 15 episodios, publicados entre Enero de 1996 y Abril de 1997.

De movida, esto amagaba con ser el Fourth World de DeMatteis: esa obra definitiva, ambiciosa, destinada a ser el más grandioso aporte de su autor al Noveno Arte. Pero como el verdadero Fourth World, Seekers terminó abruptamente, no se llegó a desarrollar todo lo que DeMatteis hubiese querido, y sobre todo, pasó muy desapercibida entre el público que salió a buscar. Y ahí está el problema: es MUY difícil convertir ideas y bajadas de línea que tienen que ver con la New Age, con la búsqueda de la iluminación del espíritu y demás chamuyo psicodélico en algo “aventurable” (por usar un término del maestro Juan Sasturain), en algo digerible para el lector de historietas que en ese momento ardía en llamas con series como Preacher o Hellblazer. ¿Qué era lo que podía hacer viable a un comic como Seekers? Que lo compraran los fans de la literatura New Age que habitualmente no compraban comics. Y eso nunca sucedió.

1A lo largo de estos episodios, DeMatteis nos narra la vida de Lucas Hart, un personaje con muchos rasgos tomados de su propia biografía (y por momentos con muchos puntos en común con la de Steve Gerber) a quien vamos a ver evolucionar muchísimo. Cuando arranca la serie, Hart es un guionista de cine divorciado, en una cuesta abajo imparable a nivel afectivo y laboral, cansado, vencido y podrido de todo menos de las drogas. Ah, y con recuerdos traumáticos de un abuso sexual sufrido en la infancia que cada vez le cuesta más reprimir. Hart va a pegar el volantazo y saldrá a buscar la iluminación del espíritu, entrando en el mundo del misterio universal que el propone un enigmático gurú conocido sólo como “el Mago”. Y no, no es Alan Moore, sino el Avatar Meher Baba, un gurú de la vida real, que fue quien condujo al propio DeMatteis por el camino de la salvación del espíritu. Si lo buscás, aparece mínimamente camuflado en varias de sus obras.

Lo más interesante de Seekers llega (para mi gusto) en el segundo arco argumental, cuando DeMatteis explica desde su óptica la vinculación entre los ángeles y los alienígenas. Y lo peor, lo más chocante, es el recurso ramplón que utiliza a lo largo de toda la serie para bajarnos línea a los lectores: TODA la serie está narrada mediante bloques de texto por el Lucas Hart de 1996, un tipo que ya pasó por todas las peripecias que nos cuenta Seekers, y que rompe la cuarta pared para hablarnos directamente a los lectores. Si tenés ese recurso, no necesitás que los temas que querés tocar aparezcan de modo natural, orgánico, legítimamente integrado a las historias que nos narrás… y DeMatteis abusa de ese recurso. No me jode que un autor exprese sus ideas a través de un personaje, pero hacémelo más sutil, disfrazámelo mejor de una trama atractiva, de una historia en la que pasen cosas grossas…

8Por supuesto que cualquier comic escrito por DeMatteis con mucho bloque de texto ya resulta inmensamente atractivo. Estamos hablando de un tipo que tiene un manejo de la prosa conmovedor, capaz de ponerle la piel de gallina a Terminator. Acá lo que falla es el tema, la forma en que el guionista trata de “vendernos” a los fans del comic esta anti-epopeya del tipo que sale a buscarse a sí mismo en un trip mental y espiritual. Y eso que le pone mucho huevo, y toda el alma. Se nota todo el tiempo que para DeMatteis esto no es un comic más, no está escribiendo… X-Factor, para pagar las expensas. Nos está abriendo su corazón, nos está ofreciendo una especie de “mapa del tesoro” de la iluminación espiritual. Pero no alcanzó.

En cuanto a los dibujantes, ahí tampoco le mezquinaron nada a esta serie. El primer arco está a cargo de Glenn Barr (con quien el guionista ya había trabajado en Brooklyn Dreams), para el segundo arco viene Michael Zulli a dejar la vida, y en el tercero brilla Jill Thompson. Los n°s 5, 10 y 15 son unitarios, todos dibujados por el maravilloso Jon J. Muth, autor junto con DeMatteis de Moonshadow, la que tal vez siga siendo hoy (a 30 años de su debut) la obra más perfecta del guionista. O sea que, visualmente, nos dimos todos los gustos. Hasta tuvimos cuatro portadas de John Bolton, en los cuatro números que dibuja Jill Thompson.

011e0df54b19abaf1836fbfd301cb574-250x380Lo mejor que nos deja Seekers Into the Mystery es que el fracaso le pegó tan fuerte a DeMatteis que, las pocas veces que volvió a tratar la temática del espíritu (en The Spectre, por ejemplo) se abstuvo de meter sus ya remanidos homenajes a Meher Baba. Y lo otro muy positivo es que el autor retuvo los derechos sobre la obra y puede reeditarla (o incluso continuarla) donde y cuando se le dé la gana. De hecho, en 2009 BOOM! Studios republicó los primeros cinco episodios en un TPB y en Enero el sello Dover editará un mega-broli de 400 páginas con la serie completa. En una de esas, resulta que la serie estaba adelantada a su tiempo y hoy, que cambió el mercado y cambiaron los lectores, encuentra el éxito que en su momento le fue esquivo.

 

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